"Huela el aire. ¿No le parece un perfume en sí mismo?". Las palabras de Christopher Sheldrake, director de investigación y desarrollo de los perfumes Chanel y mano derecha de Jacques Polge, creador exclusivo de las esencias de la firma desde 1979, adquieren de pronto sentido. Apenas ha salido el sol, y entre las ordenadas hileras verdes y blancas de este cuidadísimo y perfumado campo de Grasse apenas sobresalen los sombreros de los recolectores que cogen, una a una, las preciadas flores de jazmín. Su aroma es el corazón del Nº 5, una fragancia mítica que ha sido y sigue siendo la preferida de muchas generaciones de mujeres de todas clases.

El aire a estas horas huele a limpio, a mar y, sobre todo, a flores. Los campos que rodean esta pequeña ciudad del sur de la Provenza francesa, considerada la capital del perfume, atesoran, además, exquisitos cultivos de rosas aromáticas que salpican el paisaje y recuerdan un cuadro de Monet o Cézanne.

En 1921, la diseñadora de moda Gabrielle Chanel pidió a su amante, Ernest Beaux, que le regalara un perfume distinto a todos los conocidos, que oliera bien, que se pareciera a ella –con facetas múltiples y contradictorias, impulsos carnales y púdicos– ligero y memorable al mismo tiempo: "Un perfume de mujer con aroma de mujer", le especificó. Cuando le presentó varias muestras, ella eligió la Nº 5, pero pidió que le añadieran grandes cantidades de jazmín de Grasse.

"No hay otro como este", afirma rotundo Joseph Mul, propietario de los campos repletos de arbustos. Importado al sur de Francia en el siglo XVI, "es una variedad de jazmín de grandes flores (grandiflorum) injertada en Jasminum officinale para hacerlo resistente al frío", explica. "Su perfume es equilibrado, elegante y sensual. Redondo", apostilla Christopher Sheldrake. Hay muchas buenas esencias que incluyen esta flor entre sus ingredientes, pero sólo una, la Nº 5, utiliza el de Grasse, que, a decir de los expertos, es el mejor. Todo el que se cultiva aquí –entre 12 y 15 toneladas al año– está reservado para su elaboración, ni siquiera se usa en otras fragancias de la firma.

"Al principio sugiere un sutil toque de té verde, y por debajo asoma el dulzor goloso de la mermelada de fresa. Tiene una tonalidad, una permanencia y un acento refinados que lo distinguen de los jazmines más exóticos, intensos y melosos, que se cultivan en climas cálidos, como Egipto o algunas zonas de India. Es distinto. Sin él, el Nº 5 no sería lo mismo, cambiaría el aroma original", señala Christopher Sheldrake.

"Hace 90 años se dependía de un buen nariz para dictaminar si la cosecha era de buena calidad o no; ahora, gracias a nuestros laboratorios y a la ciencia, sabemos exactamente la composición de cada ingrediente. Eso nos permite mantener la fórmula homogénea y estable, sin oscilaciones. Creo que a mademoiselle [Chanel] le gustaría". El 95% de la producción de jazmín de Grasse es para Chanel. "Sin ellos, y con la asfixiante presión inmobiliaria de hace unos años, su cultivo habría desaparecido", asegura Joseph Mul.

En un frasco de 30 mililitros de Nº 5 se concentra la esencia de mil flores de jazmín. Durante la conversación, el trabajo en el campo sigue a buen ritmo. Poco a poco –es una flor muy ligera y se necesitan 8.000 para llegar al kilo– las cestas se van llenando de pétalos blancos. Al mediodía, cuando acaba la jornada, los recolectores la llevan a la sala de pesado, en la que se forma una parlanchina fila multicolor

Lo que se añade a la fórmula del perfume no es el concreto, demasiado espeso, sino el absoluto de jazmín. Con un kilo de concreto se obtienen 500 gramos de absoluto tras un proceso que dura unos tres días. Para separar la cera del líquido se mezcla varias veces con alcohol y se congela a –15 grados, antes de filtrarlo. El líquido resultante se destila al vapor para eliminar el alcohol.

Es importante aprovechar bien el tiempo y la cosecha para abastecer un mercado que no parece cansarse de un perfume que, según Jacques Polge, "cada año aumenta su encanto, su misterio y su intensidad". Cada 30 segundos, se vende un frasco de Nº 5, y Chanel tiene cuatro fragancias femeninas entre las diez más vendidas; por eso parece no tener prisa en lanzar una nueva propuesta, más allá de las ediciones limitadas y distintas reinterpretaciones de sus grandes clásicos.