Sobre la digestión corren muchos mitos y leyendas. Quién no ha escuchado cuando era pequeño la recurrente frase de una madre: "¡No te puedes bañar hasta dos horas después de comer!". Una advertencia no del todo cierta y que esconde muchas mentiras y verdades. Porque es la temperatura corporal y el flujo sanguíneo lo que marca si tu cuerpo está preparado para soportar el frío de un buen chapuzón o no.

La sabiduría popular no está en lo cierto con respecto a la digestión y el verano, pero se encamina. Lo que causa la muerte de algunas personas que se meten en el mar después de comer es el choque que produce el agua fría sobre nuestro organismo y que se conoce como síndrome de la inmersión o síncope por hidrocución. Es una reacción natural del organismo ante la inmersión que se caracteriza por una repentina disminución de la frecuencia cardiaca que puede llevar a la pérdida del conocimiento (lo que se conoce como síncope o desmayo) y, a veces, incluso a que el corazón se pare. Si el cuerpo tiene una digestión pesada motivada por una comida copiosa está más caliente y además la cantidad de sangre que riega el cerebro es menor, por lo que tiene más papeletas de sufrir un percance a la hora de darse un baño.

Las razones de este tipo de reacciones son que en un momento determinado disminuye el flujo de sangre en el cerebro y se pierde el sentido. En medio de la inconsciencia el afectado queda a merced del agua, por lo que se ahoga. Además, en ocasiones el choque térmico puede ser tan fuerte que desencadena un reflejo de inhibición de la respiración y la circulación, provocando una parada cardiorrespiratoria. Lo que se denomina como un 'ahogado blanco'.

La prevención, sobre todo en mayores y pequeños, es lo principal para que no ocurra nada. Meterse en el agua poco a poco, dejar un tiempo prudencial después de las comidas y escuchar los síntomas del propio cuerpo son algunas de las pautas a seguir. Pero, ¿qué hacemos si le da un corte de digestión a alguien que esté cerca?

  1. Alertar a los socorristas o a los servicios de emergencia.
  2. Activar la 'cadena de supervivencia': El primer paso es sacar a la persona del agua, tumbarla boca arriba en el suelo y comprobar si respira. Si sigue respirando lo ideal es colocar al sujeto de lado, en posición de seguridad. En caso contrario, se debe empezar de inmediato la maniobra de reanimación cardiorrespiratoria. Así, se echa la cabeza de la persona hacia atrás para mantener las vías respiratorias abiertas. Nos colocamos al lado de la víctima y ponemos un talón de la mano en el esternón con la otra mano encima con los dedos entrelazados. se estiran los brazos y se comienza a bascular con el cuerpo a través de la cadera, sin doblar los brazos. Se debe seguir un ritmo de más de 90 compresiones al minuto, y dejar que el tórax se recupere entre empujón y empujón.