La mitología moderna ligada a la lactancia va más allá de la legendaria creación de la vía láctea. Las madres que deciden optar por esta forma de alimentar a sus bebés se encuentran, en muchas ocasiones, ante dos lecturas contrapuestas: la de los profesionales sanitarios y la de sus entornos sociales y familiares. "Cuando eres primeriza, eso genera ciertas dudas. Siempre hay alguien cerca que te dice que el bebé no come suficiente, que le des biberón para que duerma mejor... Y en ese primer momento te quedas pensando si estarás haciéndolo bien. Con el biberón sabes lo que come, con el pecho es una incógnita". La avilesina Irma Merayo sabe de lo que habla, con su segundo hijo de cinco meses, Pablo, bien pegado a su cuerpo.

En su caso, no duda en asegurar que la experiencia es positiva, aunque no oculta que hay luces y sombras. En el plano positivo de la balanza están, por una parte, las evidencias científicas, que resume el presidente de la Asociación Asturiana de Pediatría de Atención Primaria, Ignacio Pérez Candás: "Es la forma natural de alimentar a un bebé, y la Organización Mundial de la Salud recomienda hacerlo de forma exclusiva hasta el sexto mes". Esta misma organización estima adecuado seguir con la lactancia al menos hasta los dos años de vida de la criatura, ya compaginándola con una alimentación variada.

Pérez Candás asegura que los preparados que se comercializan, y que están realizados a partir de la leche de vaca, son "un gran sustituto" cuando no puede haber lactancia, pero no alcanzan la excelencia de la leche de la madre, que se adapta continuamente a las necesidades del bebé. "Es, además, un protector de la obesidad, se sabe por los estudios. Y protege también de otras enfermedades. Incluso es probable que la urdimbre afectiva entre la madre y el bebé sea mejor". Asimismo, las madres recuperan antes su peso.

Junto a estas ventajas, Irma Merayo señala otras que conoce por experiencia. "Por la noche me resulta muy cómodo darle el pecho cuando despierta, se queda en la gloria", afirma. Y tiene garantizada la salud del pequeño, sin alergias de ningún tipo y un buen crecimiento: con cuatro meses ya pesaba 7,7 kilos y tenía una altura de 66,5 centímetros. De hecho, ahora, con cinco meses, usa ropa correspondiente a los nueve meses.

"Cuando me quedé embarazada la primera vez, tenía claro que quería dar el pecho, pero disfrutando. Si me veía agobiada o me deprimía, pues no", apunta Merayo. El que se agobió fue su marido, cuando ella se reincorporó al trabajo y su primer hijo, Álvaro, todavía era cien por cien lactante. "Como trabajo fines de semana y festivos, me llevo un sacaleches y así nos apañamos. Pero es cierto que en eso nadie te puede ayudar. Si te marchas, te llevas el pecho contigo". A su hijo Álvaro le dio el pecho hasta los 13 meses, y ahora, con Pablo, no tiene una fecha tope. "Estoy encantada, aunque es cierto que la lactancia no es tan ideal como viene en el papel. Al principio, entre el cansancio, el parto y las hormonas... es un poco complicado".

Entre los inconvenientes, la falta de libertad y la posibilidad de grietas. Además, aunque no es su caso, puede haber complicaciones, como grietas y mastitis. Irma Merayo entiende que muchas mujeres abandonen la lactancia al comenzar a trabajar. "Está mejor visto que salgas a echar el cigarro a que estés media hora sacando la leche". Esta vez ha conseguido sumar suficientes días de baja y permisos como para no incorporarse hasta que Pablo tenga cumplidos los seis meses, así que será más fácil, ya que entonces comenzará a introducir otro tipo de alimentos.

Pero a muchas madres siempre les queda la sombra de los mitos que durante años han hecho que la lactancia materna fuera minoritaria. De hecho, según las estadísticas regionales, al cuarto mes de vida sólo uno de cada cuatro niños sigue alimentándose de forma exclusiva de la leche materna. "Estamos mejorando en los últimos años, pero seguimos lejos de las medias nacionales", advierte Ignacio Pérez Candás. Entre los mitos que apunta el pediatra, la supuesta deformación de los pechos, que él niega, o la presión social de que esté mal visto lactar en la calle. "El problema está en el que mira", zanja el médico.

Además, y pese a los miedos, la mayor parte de las madres pueden lactar, y tendrán toda la leche que su bebé necesite, ya que la cantidad dependerá de la frecuencia de succión. "La cultura de la lactancia se perdió, llegamos a pensar que la leche artificial era tan buena o superior, igual que antes se fumaba delante de los enfermos", lamenta el pediatra del centro de salud de Sabugo. El Hospital Universitario San Agustín de Avilés ha decidido recientemente eliminar los "regalos de cortesía" a las madres, consistentes en cajas con publicidad de productos, ya que entre ellos había algunos de leches artificiales.

Para evitar todos los mitos y dificultades, los profesionales prescriben una buena información desde antes del parto, de modo que después sean las mujeres las que tomen la decisión de forma libre y consciente. "Pueden producirse presiones que en una madre que no logre lactar generan estrés", concluye Ignacio Pérez Candás. "Lo peor es la presión", coincide Irma Merayo. "Siempre hay alguien que te dice que qué ganas tienes de complicarte, que mejor es un biberón... Y si te pilla en un momento en el que mentalmente no estás muy fuerte, abandonas".