Es una de las formas de regalar vida más gratificante que quepa imaginar. Tres mujeres asturianas relatan cómo decidieron donar un riñón estando vivas -ahora siguen vivas, y más felices que antes- y las destinatarias de estos órganos manifiestan su inmensa gratitud y subrayan la mejoría de su estado de salud. "Si ser madre fue maravilloso; donarle un riñón a mi hija, más todavía", destaca Enriqueta "Ketty" Camblor, una de las donantes que narran su experiencia a LA NUEVA ESPAÑA.

La forma más gratificante de regalar vida

Toda donación de órganos es una acción de maravilloso altruismo. La inmensa mayoría de las cesiones de órganos son protagonizadas por personas que acaban de morir, y también por sus familias, que en ese momento dramático aceptan -si es que el donante no había dejado su voluntad registrada por escrito y de forma oficial- que algunas partes de ese cuerpo ya inerte sirvan para salvar vidas.

Pero hay una donación particularmente meditada, especialmente consciente: la donación de un riñón por parte de una persona viva. Se trata de una modalidad de trasplante que aumenta en todo el mundo, y que en España está creciendo de forma muy notable en los últimos años. En Asturias, el año pasado se practicaron ocho injertos renales de este tipo, la cifra más alta si se exceptúan los nueve realizados en 2011. El Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) es el único centro sanitario de la región que realiza este tipo de intervenciones.

LA NUEVA ESPAÑA ha reunido los testimonios de tres mujeres que recientemente donaron un riñón. Dos de ellas se lo entregaron a su hija; la tercera, a una amiga. La satisfacción de las seis implicadas es máxima. "A quienes estén en una situación parecida les diría que no se lo piensen dos veces. No saben lo gratificante que es ayudar a una persona, y más si es de tu familia", subraya la ovetense María Teresa Villa, quien el pasado 31 de mayo cedió uno de sus riñones a su hija, Maite Sánchez. "Todos me dicen que vaya amiga que tengo. Ahora, Ana Isabel es una más de la familia", señala la gijonesa Ana Belén Gallego en alusión a su amiga y donante Ana Isabel Lorenzo.

Donar un riñón estando vivo permite programar la intervención al máximo, con los consiguientes beneficios para el receptor del órgano. "Lo ideal es trasplantar antes de entrar en diálisis. Suele hacerse cuando la función renal está al 20 por ciento. No es conveniente hacerlo ni demasiado pronto ni demasiado tarde", explican María Luisa Suárez y Natalia Ridao, nefrólogas del HUCA. A los especialistas en nefrología les compete el cuidado de los enfermos renales antes y después del injerto.

"En toda cirugía existe un riesgo de complicaciones, indudablemente, pero es mínimo. Operar a una persona joven es una perita en dulce. Las personas jóvenes tienen los tejidos mucho mejor, la grasa es diferente. Sobre el papel, es el trasplante ideal", indica Miguel Hevia, uno de los urólogos del HUCA que realizan trasplantes renales.

El nefrólogo ovetense Fernando García-Cosío, director del programa de trasplante renal de la prestigiosa Clínica Mayo de Rochester (Minnesota, Estados Unidos), puntualiza que "el riñón de donante cadáver dura de media unos 13 años, y el de donante vivo, según la última estadística, alrededor de 20 ó 22 años". Y agrega: "Si trasplantas a una persona de 80 años, no hay gran diferencia, pero si trasplantas a un niño de 13 años, quieres darle un riñón que dure lo más posible. Por eso es fundamental impulsar el trasplante de donante vivo para pacientes jóvenes". El especialista puntualiza: "Naturalmente, no quiero decir que el riñón de donante cadáver no sea bueno, es estupendo, pero el de donante vivo es mejor".

"Madre e hija no siempre son compatibles", precisa la doctora Suárez. "Es más complicado encontrar un riñón adecuado para un paciente joven, porque los donantes suelen ser bastantes mayores", agrega. La media de edad de los donantes es de 60 años, y los riñones que surgen de esas donaciones no son los ideales para un receptor joven.

En los injertos con donante vivo, "la mayor parte de los donantes son familiares", indica la doctora Ridao. De cada diez personas que en España se ofrecen como donantes, ocho son descartadas porque no cumplen los requisitos. "Tenemos que asegurarnos de que es una persona sana, y más que sana, y de que no vamos a causar un perjuicio a su salud", enfatizan las nefrólogas.

Pero, como en tantas realidades humanas, en el mundo del trasplante nada hay tan ilustrativo como que fluya la vida. Pasen y vean los tres casos recientes de donación de riñón de vivo.

Ketty Camblor - Aroa Merchán / La Felguera

"Si ser madre fue maravilloso, donarle un riñón, más todavía"

La trasplantada, con lupus desde los 9 años, tuvo una hija con 27 y ahora disfruta "de una vida normal"

Ana Belén Gallego - Ana Isabel Lorenzo / Gijón

"La gente me aplaude por donar, pero yo no le veo el mérito"

"Todos me dicen que vaya amiga que tengo; ahora, Ana Isabel es una más de la familia", celebra la receptora

Maite Sánchez - María Teresa Villa / Oviedo

"Ahora tengo dos cumpleaños, y la misma madre de los dos"

"Siempre supe que la donante sería yo, lo tenía clarísimo, no había nada que discutir", subraya la progenitora

La modalidad de trasplante con mejores resultados

De izquierda a derecha, Miguel Hevia, María Luisa Suárez y Natalia Ridao, en el HUCA.

María Luisa Suárez Fernández / Nefróloga del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA)

El trasplante renal, en aquellos pacientes para los que está indicado, es el tratamiento renal sustitutivo preferido por la comunidad médica debido a que ofrece una mayor supervivencia y una mejor calidad de vida.

El trasplante renal de donante vivo es la modalidad que ofrece los mejores resultados. ¿Por qué? Porque, generalmente, se donan buenos riñones y porque transcurre poco tiempo entre la extracción en el donante y el implante en el receptor, en comparación con lo que sucede con el trasplante de donante fallecido. Además, permite acortar el tiempo de espera para trasplante, sobre todo en receptores jóvenes.

Otras ventajas importantes de la donación de vivo radican en que da la posibilidad de realizar el trasplante sin iniciar diálisis; aumenta las posibilidades de trasplante de pacientes hiperinmunizados (aquellos con muchos anticuerpos preformados), y con todo ello contribuye a reducir el número de receptores en la lista de espera de donantes fallecidos.

En cuanto al donante renal de vivo, en aquellas personas que se ofrecen como candidatas se realiza un estudio muy riguroso, para descartar la presencia de cualquier factor que aumente los riesgos, tanto a corto como a largo plazo. Por lo tanto, la selección adecuada hace que los riesgos sean mínimos, aunque lógicamente existen, pues es necesaria una intervención quirúrgica.

En el año 2017 se han realizado en España 3.269 trasplantes renales (72 en Asturias), de los cuales 799 (el 26 por ciento) fueron de donante en asistolia y 332 (el 10 por ciento) fueron de donante vivo (8 en Asturias). De este modo han vuelto a superarse los números de los años anteriores y se ha alcanzado un nuevo récord.