Aroa Merchán Camblor empezó a percibir los zarpazos del lupus cuando tenía 9 años. Esta enfermedad autoinmune, en la que las defensas del organismo pasan a atacarlo, le afectó a los riñones. A los 13 años le diagnosticaron una insuficiencia renal. Su vida se vio limitada. No podía exponerse al sol. Su crecimiento se ralentizó. "Me pusieron tratamientos de quimioterapia. Con 14 años se me cayó el pelo", relata esta mujer de La Felguera, que ahora tiene 36.

No se arredró. Se casó con 26 años y al año siguiente quedó embarazada. "Cuando di a luz, disminuyó aún más la función renal y me dijeron que fuera haciéndome a la idea de un trasplante". Aún así, aguantó otros ocho años. Una fuerte infección renal la abocó definitivamente al trasplante. Aroa Merchán necesitaba un riñón, de cadáver o de un donante vivo.

"Yo ya le había dicho, desde el minuto uno, que si necesitaba un riñón tendría el mío. Llevaba 25 años preparada", explica su madre, Enriqueta (Ketty) Camblor Iglesias, que cumplirá 54 el mes que viene.

Madre e hija (y también José Antonio Merchán, marido de Ketty y padre de Aroa, y de una pareja de gemelas de 20 años que completan la familia) comparten trabajo en una animada tienda de mercería creativa de La Felguera. El recinto rezuma vida y actividad, entre clientas y alumnas de los talleres que allí se imparten.

Aroa no sintió miedo por ella, "sino por mi madre". "El proceso fue duro. Yo tenía muchas ganas de disfrutar de una vida más o menos normal. Antes del trasplante estaba a dieta sin sal, sin potasio, sin fósforo. Controlar la comida era lo más difícil para mí. Nunca tuve dolores", refiere. El trasplante fue realizado el 29 de marzo del año pasado. Ketty tampoco tenía miedo: "Yo iba muy convencida. Pasé un psicólogo. Fuimos al Juzgado a firmar el consentimiento. En el hospital estuvimos juntas antes y después del trasplante. No me enteré de nada", señala la madre.

El después de la intervención es gratificante. "Formo parte de un grupo de 'wasap' de personas que necesitan un trasplante, y siempre les digo que no tengan miedo y que la donación en vivo es lo mejor que pueden hacer", indica Aroa Merchán. Su madre se muestra entusiasmada: "Si la experiencia de ser madre es maravillosa, la de donarle un riñón más todavía. Tiene algo mío. Si no hubiera servido yo, habría ido mi marido".