En la novela "A good marriage", Stephen King cuenta la historia de un matrimonio de veinte años en el que todo va bien hasta que ella descubre que él no es quien se había imaginado. "No sabemos con quién dormimos", avisó el escritor.

Conocer el análisis del ADN de tu pareja tiene el thrill de una novela de misterio: "¿Quién es ella?". En mi caso, es también divertido imaginar cómo sus genes se podrían diferenciar de los míos, cuyo análisis mostró que son predominantemente íberos (66%), con un gran porcentaje de genes celtas (10%), acompañados por otros del sur de Europa (Italia y Grecia, 6%), un porcentaje nada despreciable de judío centroeuropeo (5%), y uno más pequeño (1%) de norteafricano. Los diferentes países y probables orígenes me confundieron al principio, pero después elaboramos una teoría: España y su historia se bastan para explicar razonablemente mi origen.

De mi pareja sabemos que su padre es de Córdoba y que su madre es de Salamanca, que su tez es blanca, sus ojos tan grandes y su pelo tan negro que parece escapada de un cuadro de Julio Romero de Torres. Que su padre sea andaluz, ¿predice que el porcentaje de genes norteafricanos de ella será significativamente más alto que el mío? Se sabe que la frecuencia de estos genes en los españoles ronda el 10%, pero que puede llegar al 20%. Y, ¿qué pasará con los genes celtas? ¿Aparecerán estos en su genoma? Antes de hacer el análisis, especulamos que no habría un porcentaje celta y que los genes norteafricanos tendrían un fuerte impacto en el pool total.

¿Tendrían representación en su genoma los genes askenazis? Pensamos que no. La presencia de genes no sefarditas había sido la gran sorpresa escondida en mi ADN, pero ¿por qué tendría que ocurrir de nuevo?

Al final pagó los 80 euros, remitió el análisis y nos dispusimos a mirar a través de la lente de su ADN a un pasado remoto y desconocido. El primer resultado confirmó las apuestas: 84,3% de íbera y 0% de celta. Tampoco hubo susto con otro de los porcentajes: 3,5% de italiano. Al César lo que es del César: Trajano, Adriano y Teodosio fueron emperadores romanos y eran andaluces, y Séneca cordobés.

¿Y los genes "árabes"? Sorpresa a la baja, el porcentaje es del 2,9%; inferior a la media. Otra vez se confirmó que, a pesar de los siglos que estuvieron en España los árabes, la mezcla de razas no fue muy importante, y que la repercusión genética en los españoles es mucho menor que la científico-cultural. Así que aquel rostro de misterio y el alma llena de pena no tenía raíces árabes. Julio Romero de Torres pintó la verdad, pero la letra del pasodoble y sus estereotipos son cuestionados por el ADN.

Todo iba por el camino de la normalidad, y causó chasco que los genes askenazis (2,7%) aparecieran en un porcentaje mínimo en su genoma. Pero como habían sido encontrados en el mío, ahora fueron recibidos con un "yo, también", más que con un "qué raro...".

Lo inesperado llegó del Norte y del Sur. Del Norte, porque un 5,2% de sus genes provienen de Suecia, Noruega y Dinamarca. De aquellas tierras provienen los vikingos. De los legendarios piratas del mar sabíamos que habían llegado a Asturias un verano, y que la primera villa de España que invadieron fue probablemente Gijón. También conocíamos la leyenda de que quizá Cudillero hubiese sido "fundado" por los nórdicos...

Después de que Ramiro I rechazase la invasión y las devolviese al mar, las naves invasoras se dirigieron al sur, tomaron Cádiz y subieron por el Guadalquivir hasta Sevilla, donde permanecieron cierto tiempo, produciendo grandes destrozos para conquistarla y creando la oportunidad de la existencia de genes escandinavos en Andalucía. ¿Se llamaba Astrid la de la reja floría, la de la alegre guitarra, la del clavel español? ¿Pondrá el genoma en su sitio al folclore de las razas?

Fue mayor la sorpresa con la presencia de genes (1,4%) con origen en Nigeria: inesperado viaje al África subsahariana. La literatura sobre esclavos africanos en España existe, pero el volumen de información crece enormemente cuando la búsqueda se centra en Portugal. Allí, en algunas de sus ciudades, los esclavos procedentes de África, incluyendo de las costas de Nigeria, podían llegar a constituir del 1 al 2% de la población. Además, el matrimonio interracial no estaba prohibido, ni era infrecuente (una legislación tolerante y una cultura que se mantendría en Brasil). Los orígenes de la madre de mi mujer en la provincia de Salamanca, que en un tiempo fue incluso parte de la Lusitania y en cuyas aldeas aún se habla portugués, ¿pueden explicar la aparición de marcadores genéticos de Nigeria en su genoma?

¿Cuántos diferentes soles tostaron su piel? ¿Cuántos dioses adoraron sus ancestros? Nos pasamos parte de la vida buscando ansiosamente en el pasado, elucubrando sobre lo que podía haber sido y no fue, "avanzando con laboriosidad, como barcos que navegan contracorriente, en regresión constante hacia el pasado", como concluyó Fitzgerald. Así se nos va la adolescencia y la juventud, y así, si persisten la fuerza, la fantasía y la ilusión, emplearemos parte de la vejez. Y, sin embargo, el estudio del genoma, ese viaje interno, esa introspección fortísima nos provee con nuevos datos sobre nuestra identidad. Esa información, más allá de la brisa tergiversada que sopló en un borroso ayer, está más cerca de la verdad. La búsqueda genética, quizá más real que la otra y quizá igual de necesaria, con su perturbadora intrusión en un pasado resplandeciente y sombrío a la vez, nos incita a imaginar qué buscábamos cuando bajo soles distintos vivimos las vidas de los otros que pueblan nuestro yo.

¿Con quién duermo?, ¿quién es ella? Me despierto y observo en la oscuridad la palidez lunar del óvalo de su cara. Insomne y fascinado, pienso que, a mi lado, en la perfumada penumbra de la alcoba, descansa un profundo y maravilloso enigma. Íbera, italiana, árabe, navegantes vikingos y esclavos africanos mezclados en la batidora genómica del tiempo para formar una mujer a la que nunca conoceré del todo y que, huida o no del sentir de una copla, sigue haciendo que mis sueños sean más y más interesantes.

Fue sorprendente la