La merienda es una de las comidas fundamentales en la alimentación de los más pequeños, pero suele resultar también uno de los momentos en los que los padres tienen que debatirse entre ofrecer a sus hijos alimentos saludables Alternativas que, en muchas ocasiones, no resultan aconsejables para la salud sus hijos. No es lo mismo preparar un bocadillo de pan integral con sardinillas, una manzana y un yogur natural o un vaso de leche, que comprar en el supermercado un bollo industrial y acompañarlo de un yogur bebible o una fruta triturada. ¡Cuidado! Aunque las intenciones de los padres sean buenas, la composición de estos productos esconde azúcares, aceite de palma y grasas en exceso, que la mayoría de las veces se esconden tras una palabra tan seductora como engañosa: "energía".

Los expertos alertan: se merienda mal, y se recurre demasiado el pan de sándwich, al embutido, a la nocilla y a los productos preparados de supermercado. Marta Suárez, pediatra y nutricionista infantil en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), tiene claro por su experiencia que algo se está haciendo mal y concluye que las costumbres alimentarias que tendremos en nuestra vida se forjan precisamente cuando somos niños. "Los padres tienen que saber que no es lo mismo una fruta entera que un envase con fruta triturada que viene cargado de azúcar; que no es lo mismo un vaso de leche o un yogur natural, que un yogur para niños bebible que siempre enmascara una enorme cantidad de azúcares".

LA NUEVA ESPAÑA ha querido pulsar la realidad de las meriendas de los pequeños asturianos saliendo al parque para ver qué comen los pequeños de la casa, qué opinan sus padres y cómo valoran los expertos sus meriendas. Y aquí está la realidad.

Laura Menéndez sale del cole devorando su bocata de jamón cocido y queso. Su madre le ha traído también una manzana, pero "de vez en cuando claro que le dejo comer una chuche o traemos el bocadillo de chocolate. No hay que ser tan estrictos", asevera su madre, quien reconoce que su hija siempre ha comido fruta "porque he insistido desde que era pequeña".

Nora López hoy está de suerte y tiene su bocata preferido, de nocilla "pero sin aceite de palma, siempre me fijo en la composición de los productos e intento que mi hija coma lo mas sano posible". A pocos metros de Nora, en el mismo parque, un niño de ocho años merienda una enorme bolsa de patas fritas color naranja y su madre dice que prefiere no salir en el reportaje.

Los mellizos Pablo y Rafa Moreno sorben un yogur bebible que combinan con un batido de chocolate y un plátano para cada uno de ellos. "Hoy no les he traído bocadillo, pero intento que siempre tomen una fruta y un lácteo", explica su madre, quien reconoce que los batidos y los bebibles "son muy cómodos".

Pero ¿cómo debería de ser una merienda ideal para los niños, ésa capaz de combinar nutrientes con sabores ricos, y que evite las grasas saturadas y las altas composiciones de azúcar? La doctora Suárez lo expone: una fruta, pero una pieza de fruta; frutos secos naturales, sin sal y sin estar fritos; también se puede tomar un bocadillo, pero el pan es mejor que sea integral y deberían evitarse los embutidos y optar por introducir en el pan sardinillas, salmón, queso o aguacate con tomate. A juicio de Suárez, "es importante introducir las verduras en los bocadillos, así los niños se acostumbras a tomarlos, a sus sabores y texturas".

Marta Suárez recibe "cada vez más" visitas en su consulta de niños que sufren problemas de obesidad o mala alimentación, y a los que se tiene que reeducar en su dieta. "Llega muchos niños con dolor abdominal, y es un dolor que desaparece en cuanto se les ajusta su dieta", concluye la experta, quien ofrece un dato inquietante para que los padres se lo piensen antes de optar por los productos procesados para la merienda de sus hijos: "Todos los productos de la estantería del supermercado dirigidos a los niños tienen entre un 20 y un 40 por ciento de azúcar".

El nutricionista ovetense Ramón de Cangas señala que las meriendas infantiles "se han convertido en los últimos tiempos en una ingesta de alimentos procesados. Y no es que la bollería esté prohibida, pero su consumo tiene que ser algo puntual". Añade De Cangas que "los lácteos básicos, el pan integral, la fruta y los frutos secos" deberían de ser la base de las meriendas de los niños. "El consumo de alimentos procesados aumenta el riesgo de sufrir enfermedades metabólicas y de obesidad", concreta.

Está claro que los niños, niños son, y se sienten atraídos por las galletas, los dulces y las chucherías, que además suelen presentarse en envoltorios de colores muy llamativos. Es ahí donde los padres deben intervenir, y conseguir que sus hijos prueben diferentes sabores que se alejen de los meros productos que son atractivos a los ojos pero nada saludables. Explica la doctora Suárez que "un niño tiene que probar un alimento diez veces para saber si le gusta. Es importante tener paciencia y enseñarles a probar frutas, verduras, etcétera".

Con el fin de evitar el caer en la compra de productos procesados para las meriendas de los más pequeños, la asturiana Ana Moráis, experta en nutrición pediátrica del Hospital La Paz, de Madrid, aconseja "planificar las meriendas". "Asegurar una buena merienda, que sea además apetecible para el niño, es un auténtico reto para algunos padres. Los horarios de las actividades extraescolares obligan con frecuencia a merendar fuera de casa, durante los trayectos de un sitio a otro. Lo ideal sería tenerla planificada o, si se realiza fuera del hogar, llevarla preparada de casa, pero esto no siempre es posible para todo el mundo", concreta la experta.

Moráis afirma que la merienda es un buen momento para completar las raciones de lácteos o fruta del día, alternando los alimentos según lo que se haya tomado a media mañana. Para los días en que los niños que realizan actividades deportivas por las tardes, la merienda puede ser algo más calórica y es una buena opción la combinación de una ración de fruta y un bocadillo. Si se merienda en casa, un vaso de leche o un yogur y una ración fruta está bien, especialmente si se cena relativamente temprano como suelen hacer los más pequeños. La fruta para beber no debe ser de consumo frecuente, ya que pierde gran parte de su capacidad saciante y la fibra que aporta es menor. Si se opta por lácteos bebibles, conviene comprobar que no contengan azúcares añadidos. "Las golosinas no son recomendables, aportan azúcares simples y ningún otro nutriente, apenas son saciantes y promueven el gusto por lo dulce ; por tanto, su consumo debe ser ocasional, transmitiendo siempre al niño su carácter excepcional", explica.