Cuando llega el verano y se incrementa el tiempo al aire libre, casi todo el mundo sabe que ha de cuidar la piel con cremas dotadas de un alto índice de protección solar. Sin embargo, no está tan difundida la importancia de proteger, con igual mimo y atención, nuestros ojos de las radiaciones solares. Los ojos son órganos mucho más sensibles a las radiaciones solares que la piel, y los posibles efectos negativos se incrementan en la montaña o junto al mar, o bien en superficies como el agua, la nieve o la arena. Por el contrario, la lluvia, la niebla y las nubes disminuyen su incidencia.

Los efectos de una incorrecta exposición solar sobre nuestra visión, sin adoptar las medidas adecuadas, no son suficientemente conocidos por la ciudadanía, destaca la oftalmóloga Beatriz Fernández-Vega, quien subraya que "exponernos al sol sin tomar las medidas adecuadas puede provocar degeneración macular y también propiciar la aparición de cataratas, fotoqueratitis (aparición de úlceras en la córnea como causa de una alta exposición a los rayos ultravioleta), pterigium y pinguécula (membranas anómalas en la conjuntiva), o incluso cáncer de piel en el párpado". "Lo que es importante, no sólo en verano, sino todo el año, es adoptar medidas para conservar nuestra visión en perfecto estado a lo largo de la vida", señala la especialista asturiana.

Entre los consejos que cita la oftalmóloga destaca una correcta elección de las gafas de sol. Tienen que ser gafas de calidad, homologadas y testadas. Lo mejor es optar por modelos envolventes. Cuanto mayor sea la lente, más superficie protegerá. "Si se tienen problemas de visión (degeneración macular asociada a la edad, problemas del nervio óptico o retinosis pigmentaria, por ejemplo), es necesario que estas gafas cuenten con filtros selectivos para cada caso", destaca.

Hay que prestar atención especial a los más pequeños, particularmente vulnerables a los efectos del sol, así como a las personas operadas de cataratas y a las que tienen los ojos claros. Conviene emplear complementos como gorras o sombreros, pues ayudan a bloquear parte de la luz solar. Y, por supuesto, evitar en lo posible la parte central del día, entre las doce y las cuatro de la tarde, intervalo en que el sol es más dañino.

Se hace recomendable limpiar los ojos con frecuencia, pues el viento, las cremas solares o la arena irritan y resecan los ojos. Nunca está de más tener a mano unas lágrimas artificiales para hidratar la superficie ocular. En la playa, es importante tomar el sol con gafas idóneas, con filtro. Las que no lo tienen no sirven para nada. También hay que destacar los efectos de la luz reflejada en la nieve, el agua o la arena. La nieve refleja el 80 por ciento de los rayos solares; el agua, el 20 por ciento; y la arena, entre un 10 y un 25 por ciento.

Beatriz Fernández-Vega subraya la relevancia de "incorporar a la dieta verduras, frutas y otros alimentos ricos en antioxidantes y vitamina A, C y E, pues tienen gran beneficio para la salud ocular". Si se tiene la piel muy clara, "hay que incrementar las medidas de protección, pues también hay menos pigmentación en la retina", puntualiza la experta, quien advierte a los amantes de los deportes de raqueta que "pongan gafas de silicona, a la venta en ópticas, para evitar daños en los ojos mientras se practican".