En 2015, una visita a Glasgow para pasar las navidades junto a mi familia casi acaba en tragedia. Dos días antes me había hecho un arañazo en la mano con un clavo mientras reparaba la cerradura de la cancela de mi jardín. Cuando llegué a Glasgow ya me encontraba mal. Veinticuatro horas después estaba en coma en el Hospital Universitario de Hairmyres. Había desarrollado septicemia. A mi familia le dijeron que las posibilidades de que sobreviviera a esa noche eran mínimas.

Desperté del coma tres meses después y necesité un año para recuperarme por completo. Tuve mucha suerte. La septicemia (también conocida como sepsis) afecta cada año a más de 30 millones de personas en todo el mundo y mata aproximadamente a 6 millones, de los cuales casi 2 millones son niños. De los que logran sobrevivir, el 40% sufre síndrome postséptico, que deja secuelas crónicas tanto físicas como mentales.

La septicemia se produce a causa de una infección vírica o bacteriana localizada normalmente en los pulmones, el abdomen o el tracto urinario. Pero también puede producirse por muchas otras causas, como un arañazo (como ocurrió en mi caso) o una picadura. Sin embargo, el insecto no es el causante de esta enfermedad. Lo que la causa es la respuesta del organismo a la infección. Lo que ocurre es que una compleja cadena de reacciones se desata para combatir la infección. Hablamos de choque septicémico cuando este proceso se descontrola y se acelera rápidamente hasta resultar en el fallo de órganos vitales como los riñones, el corazón o los pulmones.

Cuando encendemos una cerilla, una pequeña chispa se extiende rápidamente desde la punta y, al instante, aparece una llama que acaba destruyendo toda la cerilla si esta no se apaga a tiempo. De la misma forma, la “llama” de la septicemia se mueve rápidamente por el cuerpo. Así, si mi hermano no hubiese reconocido sus síntomas a tiempo, o si me hubiesen tratado una hora más tarde en el hospital, habría muerto.

Los síntomas de la septicemia pueden incluir palidez y manchas en la piel, serias dificultades para respirar, fuertes escalofríos, un intenso dolor muscular, cese de producción de orina, náuseas y vómitos. Si usted o alguien que conoce presenta uno o varios de estos síntomas, debería llamar inmediatamente a los servicios de emergencia y preguntarles si es posible que sea septicemia.

Cualquiera puede contraer septicemia, pero algunas investigaciones indican que una deficiencia de vitamina D supone un mayor riesgo. Así mismo, la falta de vitamina D también está relacionada con un mayor riesgo de infección, que puede acabar provocando septicemia grave.

Vías prometedoras

Desafortunadamente, aunque es posible tratar la infección inicial con antibióticos, no existe una cura específica para la septicemia. Por ahora solo pueden tratarse los síntomas. No obstante, un nuevo estudio indica que la metformina, que se emplea para tratar la diabetes tipo 2, puede reducir el impacto de la septicemia limitando la reacción inmune del organismo y protegiéndolo, así, del daño que puedan causar los radicales libres (moléculas ricas en oxígeno que pueden dañar las células).

Otra investigación prometedora sugiere que la terapia génica podría ser efectiva contra la septicemia, ya que permitiría localizar una proteína que produce nuestro cuerpo y que se conoce como NF-kB. Esta proteína se comporta anormalmente durante la septicemia. Si todo va bien, con este tipo de tratamientos y otros que se están desarrollando se podrían salvar vidas y reducir los efectos a largo plazo de la enfermedad en supervivientes.

Este último estudio parece alentador, pero nuestra mayor defensa contra la septicemia es la concienciación de los profesionales médicos y del público en general. Sin embargo, ahora mismo, el grado de concienciación en todo el mundo es alarmantemente bajo.

Las encuestas indican, por ejemplo, que solo un 40% de la población australiana ha oído hablar de la sepsis y que solo un tercio de este grupo es capaz de identificar al menos un síntoma. Las cifras son incluso más bajas en Brasil, donde solo un 14% de la población sabe lo que es. Y, aunque a través de campañas, en Reino Unido y Alemania se ha podido crear conciencia en aproximadamente un 60% de la población, el conocimiento de los signos de alarma sigue siendo limitado.

Como cabría esperar, la concienciación es mayor entre los profesionales de la salud, pero este grupo también necesita más formación. Conseguir un diagnóstico definitivo suele ser difícil y, por eso, se está trabajando en el desarrollo de unas pautas claras para los profesionales de la salud de todo el mundo. Fruto de ello es el protocolo Sepsis6.

Puede que, con el tiempo, la investigación científica consiga crear nuevos tratamientos, pero, por ahora, es probable que una mayor concienciación por parte del público y de los profesionales médicos cause un mayor impacto en términos de vidas salvadas y reducción de los daños. Así que, recuerde: pregunte siempre si podría ser septicemia.

Michael J Porter, Lecturer in Molecular Genetics, University of Central Lancashire

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.