Manuel Fernández tiene 19 meses y a pesar de su corta edad es el veterano del curso de natación para bebés en el gimnasio Arenas de Oviedo. "Llevamos un año en clase, venimos durante la semana y también algún sábado si tenemos tiempo", explica su madre Olga Llames mientras Manuel espera nervioso el momento de cruzar el umbral de la piscina.

La natación para bebés, también llamada matronatación, ha irrumpido con fuerza en la programación de los centros deportivos y cada vez tiene más demanda. El objetivo de las familias que deciden iniciar a sus hijos en esta actividad es doble: que los más pequeños se acostumbren al medio acuático que sus padres no sientan pavor cada vez que les pierden de vista en la playa o en la piscina.

La edad más recomendable para empezar con la matronatación son los seis meses, es cuando el niño ya ha recibido la primera batería de vacunas importantes y se considera que sus sistema inmune es suficientemente fuerte. "No suelen venir bebés muy pequeños pero hace poco un padre trajo a su a su hija de cuatro meses y medio y fue genial", detalla Héctor Secades, el responsable de actividades acuáticas en el Arenas.

Y es que los niños menores de un año se adaptan más rápidamente al agua que los mayores. Alma, de 17 meses, es un claro ejemplo. Al borde de la piscina su padre, Manuel Fernández, juega a lanzarla sin que ella pierda la sonrisa. "Quiero que aprenda a defenderse en el agua, éste es nuestro cuarto mes de curso y estamos muy contentos".

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Así es (en imágenes) un curso de matronatación

Marco y Mateo Vaquero chapotean en una de las calles con la ayuda de Miguel Rodríguez, el monitor del curso. "El hecho de que sus padres puedan estar en la piscina con ellos les da mucha tranquilidad", asevera Miguel. Su padre José Luis y su abuela Esther Muñiz les acompañan en el agua. "Yo hice piragüismo, me gustaría que ellos también lo practicasen y el primer paso es introducirlos en el medio acuático", detalla el progenitor.

"La gente nos pregunta cuándo van a aprender a nadar pero aquí lo que hacemos es adelantar etapas. Primero se acostumbran al material, luego al entorno y muchos de ellos ya se mueven con soltura en el agua cuando cumple cuatro años", asevera Héctor Secades.

Con estas clases, los pequeños aprenden a manejarse en el agua, a mantener el equilibrio y a familiarizarse con un medio que no es el suyo. "Como el agua está a una temperatura agradable y los bebés hacen ejercicios suaves, sus músculos se relajan, se estimula su apetito y comen y duermen mejor" sostienen en el centro Go Fit de Oviedo.

Muy pocos de ellos llegarán a dedicarse a la natación de manera profesional, pero todos conseguirán defenderse en el agua, sin ayuda de flotadores, en pocos meses."Lo fundamental es que los bebés aprenden a sobrevivir en el agua, lo que sería muy útil si, por ejemplo, estuviesen implicados en un un accidente", comenta Alfonso Fernández, el coordinador de actividades acuáticas del centro deportivo de Montecerrao. "Lo que queremos es que el niño se familiarice enseguida con el agua y que pronto pueda moverse con soltura", agrega. "Los bebés pueden ejercitar más sus músculos en el agua debido a que están menos restringidos por la gravedad, lo que hace que su fuerza aumente y que desarrollen pronto habilidades como gatear, caminar o trepar", concluye.

Antonio, Enzo y Lluis tienen nueve meses y su primera experiencia acuática no ha podido ser más satisfactoria. "El agua le encanta no para de reirse" comenta la madre de Enzo. "Lluis es muy intranquilo y después de la clase sale muy relajado", añade su padreLasLas clases duran cuarenta y cinco minutos y combinan varios ejercicios para que los pequeños avancen. "Empezamos con un calentamiento y vamos añadiendo actividades, no queremos que estén parados porque se enfrían enseguida", explica el monitor Juan Muñiz.

Colchonetas redondas, pelotas, churros, una regadera todos sirven como elementos de trabajo antes de llegar a la inmersión. "Muchos padres están nerviosos cuando llega este momento pero los bebés salen a flote con mucha naturalidad, no les causa ningún trauma", destaca Alfonso Fernández. Viendo la soltura con la que los pequeños emergen del agua está claro que bucear es un sentido innato.