"Su hijo tiene leucemia" es una de las frases más duras que pueden oír unos padres. Para empezar, porque este cáncer de la sangre no es fácil de tratar. Pero también porque uno de cada cinco enfermos no sobrevive.

La leucemia linfoblástica aguda de células B es el tipo más común de leucemia linfoblástica aguda (LLA) y el cáncer infantil más frecuente en niños. En los críos que la padecen, la médula ósea produce glóbulos blancos anormales que no funcionan correctamente. Por eso los síntomas de este cáncer suelen ser vagos y poco específicos.

Si la leucemia no se trata, acaba con la vida del niño en días. La tasa de supervivencia se sitúa en torno al 80% en España. Aunque esta cifra se ha estabilizado en las últimas dos décadas, muchos niños se someten a tratamientos farmacológicos descubiertos hace más de 30 años, de los que muchos implican graves riesgos. De hecho, se calcula que entre un 20 y 40 por ciento de los supervivientes experimentan secuelas a largo plazo por el tratamiento.

El médico determina las opciones de tratamiento para la leucemia en función de la edad y el estado general, del tipo de leucemia y de si se ha extendido a otras partes del cuerpo, incluido el sistema nervioso central.

Entender es prevenir

Preocupados por la agresividad del tratamiento y sus efectos secundarios, además de porque un 20% de niños no se logran curar y recaen, en nuestro grupo de investigación llevamos años intentando entender la etiología de la leucemia infantil. O lo que es lo mismo, tratando de descubrir cómo se desarrolla la leucemia (o cualquier enfermedad), lo que nos brinda la posibilidad de poder prevenirla antes de que aparezca. E, incluso, erradicarla, que es nuestro ambicioso objetivo.

La hipótesis más plausible en la actualidad es que la expresión de un oncogén (evento primario) en una población de células susceptibles permite la aparición de un clon preleucémico. Estas células preleucémicas están presenten en al menos el 5% de los niños y pueden persistir durante años, sin daño para el niño. Hasta que, de repente, la exposición a un ambiente oncogénico ejerce la presión necesaria para que se produzcan alteraciones secundarias del ADN y aparezca la leucemia (evento secundario). Lo malo es que no podemos evitar esos ambientes oncogénicos porque se desconoce con exactitud cuáles son. Y claro, hasta cierto punto vamos a ciegas.

Radiaciones e infecciones bajo sospecha

Hay lista de sospechosos, eso sí. Tenemos claro que las radiaciones ionizantes influyen en la génesis de las leucemias agudas. Además, las infecciones siempre han estado en el punto de mira por su implicación en el desarrollo de la leucemias infantiles. Pero no se había comprobado experimentalmente hasta que nuestro grupo ha demostrado recientemente la evidencia genética que conecta la exposición a la infección con el desarrollo de LLA.

Estos notables logros científicos han colocado a nuestro equipo de investigación en una situación privilegiada y única de los que se han hecho eco revistas científicas de alto impacto. El reto ahora es encontrar una manera de establecer medidas preventivas para evitar el desarrollo de la leucemia LLA.

Cunina, un proyecto pionero para pararle los pies a la LLA

Este conocimiento es justo lo que puede revolucionar el campo de la leucemia, al permitir instaurar estrategias de prevención. Y ha servido de base para que la Fundación Unoentrecienmil lance el Proyecto Cunina, en el que participo junto a un consorcio internacional. Lo que pretende Cunina es financiar la fase inicial de una línea de investigación innovadora destinada a entender la interacción de los genes entre sí y con el entorno para descubrir cómo surge la leucemia.

El Proyecto Cunina plantea una investigación pionera a nivel internacional, la primera en el mundo que combina la búsqueda de susceptibilidades a la leucemia con la posibilidad de prevenirla. La inclusión del estudio del genoma de los miembros de 100 familias de niños con LLA es otro elemento diferenciador de este proyecto.

Esperamos que los resultados de esta investigación den lugar a nuevas maneras de diagnosticar y tratar la enfermedad. Además de sentar las bases para poner el parche antes que la herida y poder prevenirla de una vez por todas.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.