Hace ya bastante tiempo que la prensa viene recogiendo la carencia de enfermeras que está condicionando de forma grave el adecuado desarrollo de la atención sanitaria. El 27 de junio de 2019, cuando aún no había llegado la pandemia, en este mismo periódico firmé el escrito titulado "Alarma, no hay enfermeras". Poco o nada se ha hecho para poner solución, la política sobre la demografía profesional de las enfermeras ha brillado por su ausencia. Luego llegó el coronavirus y la situación empeoró en todos los sentidos y evidenció de una forma más contundente dicho déficit.

En este contexto, el pasado domingo 18 de octubre LA NUEVA ESPAÑA publicaba la siguiente noticia: "Las enfermeras llevarán a los pacientes crónicos para descargar a los médicos". Desde una perspectiva profesional y de ordenación de recursos profesionales en el sector salud, es difícil introducir más confusión e imprecisión en menos palabras.

Desconozco a "dónde" llevarán las enfermeras a los pacientes crónicos ni qué significa esta noticia, pero me consta que desde el principio de los tiempos, y más específicamente desde la llamada Reforma del Sistema Sanitario, a mediados de los años 80, las enfermeras han prestado ininterrumpidamente sus cuidados profesionales a dichos pacientes.

Que el motivo de que las enfermeras "lleven" a estos pacientes sea el descargar o ayudar a los médicos aún es más asombroso y tiene un significado trascendente que merece una reflexión.

En España, según el Ministerio de Sanidad, hay 5,1 enfermeras por cada 1.000 habitantes y ocupa el puesto 24 de los 27 que constituyen la Unión Europea, donde la media es de 8,1, encabezando la lista Dinamarca, con 16,3 y Finlandia, con 14,1. Según la misma fuente, en España hay 3,8 médicos por cada 1.000 habitantes, ocupando el noveno puesto en la Unión Europea, algo por encima de la media que es de 3,5. Estos datos hablan por sí solos y no parece que justifiquen la afirmación con la que se abría la citada noticia. Con esta escasez de enfermeras es difícil pensar quién va a desarrollar sus propios cometidos si tienen que "descargar" los de otros.

Parece que con más frecuencia de la deseable se viene olvidando que las enfermeras dejaron de ser "Ayudantes" Técnicos Sanitarios (ATS) hace 43 años, en 1977, y desde entonces el marco académico las ha llevado al grado universitario, al máster y al doctorado, además de las especialidades existentes desde 2005 y que actualmente, 15 años después, siguen sin implantarse en los servicios de salud, incluido el Sespa. Por otra parte, la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias, promulgada hace ya 17 años, en 2003, considera la enfermería como una profesión sanitaria titulada y determina sus propias funciones orientadas hacia la población y no hacia otras profesiones.

Tampoco convendría olvidar, más allá de los aplausos, premios y palabras elogiosas, el excelente servicio que las enfermeras están ofreciendo en el afrontamiento de esta pandemia, por el que están siendo socialmente reconocidas en igualdad con el resto de los profesionales sanitarios.

Parece sencillo de entender por todo lo expuesto que no es función de las enfermeras descargar a nadie de su trabajo. Bastante difícil está que cumplan con el trabajo propio, dado el déficit existente y las necesidades cada vez mayores que la sociedad tiene de cuidados profesionales. Las enfermeras ofrecen estos cuidados a las personas y a la comunidad, y establecen una colaboración mutua con el resto de profesionales sanitarios en todo lo que es preciso para mejorar la salud de la población.

Si alguien no lo entiende, y parece que no se está entendiendo, tiene un problema. Y si conceptos tan trasnochados como ineficientes se siguen aplicando a la hora de planificar los recursos humanos, el problema se traslada al sistema sanitario y lo sufre la calidad asistencial que recibe la población.