En noviembre del 2020, la Organización Mundial de la Salud (OMS) comenzaba a alertar acerca de un nuevo síntoma provocado por los efectos del coronavirus: la fatiga pandémica. Un término que sirve para describir el cansancio mental derivado del estrés provocado por la pandemia, y en el que destaca la apatía y la desmotivación, junto a la irritabilidad o la tristeza.

Recientemente, el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publicaba una encuesta sobre la salud mental de los españoles durante la pandemia. Entre otros titulares, los datos arrojan que el 23,4% de la población ha sentido mucho o bastante “miedo a morir debido al coronavirus”, y un 68,6% ha sentido mucho o bastante “miedo a que pueda morir algún familiar o ser querido”. Además, el 41,9% de los encuestados “ha tenido problemas de sueño”, el 51,9% ha reconocido “sentirse cansado o con pocas energías” y el 38,7% ha tenido “dolores de cabeza” y otros problemas como taquicardias, mareos o desmayos.

Después de un año, el aislamiento social, el miedo, la soledad y la sobreprotección de los padres, entre otros factores, están haciendo mella en la salud mental de la población. Síntomas como la ansiedad, la depresión, la ideación suicida o los problemas de empatía, están aumentando. Así, el 61,2% de los españoles se siente más preocupado por su salud que antes, concluyen los datos del CIS. 

Sin embargo, no hay buena salud sin bienestar mental. Según la OMS, la salud debe entenderse como un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no únicamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Para Nel Rodríguez, presidente de la Confederación Salud Mental España, “la salud mental es fundamental para todos”. 

A quién afecta

Tal y como comenta el psicólogo Francisco Marvizón, especialista en trastornos mentales y del comportamiento, los días de confinamiento provocaron cambios hormonales y neuronales que pueden afectar significativamente al individuo, acentuando sintomatologías preexistentes, o llegar a desarrollar nuevos trastornos psicológicos, y por tanto los trastornos en el bienestar mental. Algo que “nos afecta a todos, aunque de forma distinta”. 

En el caso de los niños más pequeños, adquieren el conocimiento del mundo a través de la experimentación con el entorno y los sentidos, y durante estos meses han visto reducidos sus contactos con otros niños y otros entornos. Al igual que los adolescentes, son, probablemente, el sector de la población a los que más afecta la pandemia a nivel psicológico porque se encuentran en una etapa de socialización y de formación del carácter.

En los adultos han aumentado problemas que quizá ya tenían latentes, como la ansiedad, la depresión. “Son problemas que per se son bastante comunes en la sociedad actual en todos los países, y que afecta al doble de mujeres que a hombres”, comenta Marvizón. En los sanitarios que están en primera fila o pacientes que han sufrido la covid-19, y han tenido que pasar por la UCI, es común que tengan cuadros de estrés postraumático. 

Entre las personas más mayores han aumentado los síntomas depresivos y las ideas suicidas y, debido a que “muchos se han visto sometidos a una soledad exacerbada”, subraya el experto. Cabe destacar que el suicidio se mantuvo como la primera causa de muerte externa durante los cinco primeros meses de 2020, y que los datos del Instituto Nacional de Estadística confirman la dramática tendencia de años anteriores, donde el suicidio se lleva en nuestro país de media cerca de 10 vidas al día, más del doble de fallecidos en accidentes de tráfico. Según informa el Consejo General de la Psicología de España, estos datos muestran la urgente necesidad de implementar en España un Plan Nacional para la Prevención de este grave problema de salud pública, definido así por la OMS e inexistente aún hoy día en nuestro país.

Preocupación por los adolescentes

La adolescencia es una de las etapas de crecimiento y transición más importantes. Un periodo que se da entre los 10 y los 19 años, y que coincide con la pubertad, que es cuando se producen importantes cambios fisiológicos, sobre todo a nivel sexual y cognitivo. Además, supone el paso de la niñez a la vida adulta por lo que hay una gran necesidad de ser aceptado socialmente y en el que se define la identidad, lo que provoca que se experimenten indicios de trastornos psicológicos que se pueden manifestar en la edad adulta. 

“Los adolescentes tienen una dificultad especial para trasladar en palabras lo que sienten. Por eso, muchas veces vemos conductas o actuaciones. Hay jóvenes que sí se reconocen que se encuentran más tristes o irascibles, pero no es frecuente. En ocasiones pueden llegar a autolesionarse sin saber muy bien por qué”, explica Félix Crespo Ramos, psiquiatra y psicoterapeuta del Centro de Salud Mental del Mar Menor, en Murcia. Crespo cuenta cómo en los últimos meses se han incrementado la petición de consultas de adolescentes que llegan con autolesiones, síntomas alimentarios o cuadros depresivos, entre otros problemas. 

“Es en la adolescencia cuando los jóvenes empiezan a crear sus propias relaciones ajenas al círculo familiar y con independencia de la supervisión y la mediación paterna. Y tienen una necesidad de actividad física relacionada con el cambio hormonal. Por tanto, el confinamiento ha inhibido o limitado ambas facetas vitales en esa edad”, señala Francisco Marvizón. “La educación online, el menor contacto con sus compañeros y no ser más independientes y autónomos de la familia, está dificultando su desarrollo durante esta etapa tan importante”, añade Félix Crespo. 

En el Centro de Salud Mental del Mar Menor notan cómo hay una nueva tipología de pacientes adolescentes que llegan a través de sus familias o desde los colegios o institutos porque han bajado su rendimiento escolar o les notan más ausentes y con pérdida de concentración, aunque a veces son los propios adolescentes los que reclaman hablar con alguien. “Estamos viendo tics nerviosos, inquietud psicomotriz, adolescentes que están cansados y apáticos o todo lo contrario, con una inquietud muy intensa y que saltan a la mínima”, cuenta Crespo, quien afirma que no es que haya un problema de atención, sino una “inquietud e imposibilidad de estar centrados por la ausencia de corporalidad en las relaciones sociales”. 

Un problema presente y futuro

Según Marvizón, algunos estudios recogen casos de estrés postraumático hasta tres años después de un confinamiento, a lo que se suma que los ciudadanos no cuentan con herramientas para detectar que algo no va bien. En este punto, el experto opina que la educación se plantea como parte de la solución, junto con un aumento del número de profesionales que atiendan a una población necesitada. En el Día Mundial de la Salud Mental, la OMS hizo un llamamiento a incrementar la financiación en los servicios de salud mental ante la escasez de recursos y la alta demanda por la pandemia, según constata una encuesta que realizó este organismo en 190 países entre julio y agosto del 2020.