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Estrés más tecnología: la creciente epidemia digital

El tecnoestrés aumenta con fuerza en Asturias debido al impacto de la pandemia y el teletrabajo

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Suena el móvil. Otra vez el grupo de WhatsApp del trabajo. Quedan unos minutos para una videollamada y el programa no va. No tira. Hay que llamar al servicio técnico de la empresa (si lo hay). Otra vez. En el mail, los correos electrónicos entran sin piedad. A borbotones. Eso durante las horas de trabajo. Acaba la jornada laboral, pero es imposible desconectar. El móvil sigue sonando, el mail no descansa y mañana hay programadas más videoconferencias.

Si usted se ha visto reflejado en alguna de estas situaciones –muy habituales desde que estalló la pandemia del coronavirus–, tranquilo: lo que le ocurre tiene nombre. Es el tecnoestrés o, lo que es lo mismo, una variante del estrés ligado con el uso de las nuevas tecnologías, que –por culpa del teletrabajo y la consecuente explosión del uso de nuevas tecnologías que ha traído el covid– está llenando las consultas de los psicólogos asturianos.

Un reciente estudio realizado por la consultora Affor, especializada en bienestar psicosocial, y la Central Sindical Independiente y de Funcionarios (CSIF) en Asturias, señala que en el Principado los que más han sufrido esta ramificación del estrés han sido los docentes –que han tenido que adaptarse en un tiempo récord a una nueva forma de trabajo– y los sanitarios, que además de salvar vidas también tuvieron que aprender a lidiar con las nuevas tecnologías. Como si no tuvieran suficiente con la primera tarea. Pero nadie se libra.

El concepto en sí no es nuevo. Explica la psicóloga ovetense Ana María Rodríguez Fernández que lo de tecnoestrés se acuñó ya en los años 80 (a cargo del psicólogo Craig Brod), en una década en la que internet estaba aún en pañales. “Al principio, era un concepto bastante concreto que hacía referencia a un problema de adaptación derivado de la falta de habilidad para trabajar con las nuevas tecnologías”, señala Rodríguez Fernández. De aquella, ni siquiera se atisbaba la cuarta revolución tecnológica –como llaman a este cambio de era en la que la red lo es todo y la nada a la vez– y los “luditas” –aquellos que se dedicaban a quemar y dejar inutilizadas las máquinas que durante la primera revolución industrial amenazaban con quitarle el trabajo a los obreros textiles (sus argumentos no han perdido vigencia)– estaban bastante tranquilos.

¿QUÉ ES EL TECNOESTRÉS?

Estado psicológico negativo causado por una incapacidad para hacer frente a las nuevas tecnologías de manera sana

LOS SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES

Problemas de sueño, tensión y agobio

Sensación de estar poco feliz o incluso deprimido

Menos concentración e incapacidad de buscar soluciones

LAS VARIANTES

TECNOINSEGURIDAD

Se relaciona con el temor a perder el trabajo. Incluye la sensación de inseguridad a la que se enfrentan las personas cuando sienten que otros pueden saber más que ellos sobre las nuevas tecnologías, generando una sensación de inseguridad laboral.

TECNOINTRUSIÓN

Está relacionado con el uso de redes sociales, nuevas tecnologías y/o dispositivos móviles, que tienen una capacidad de conectividad continua, expandiendo sus horas de trabajo normales y sacrificando su vida personal al verse invadidos por las TIC.

TECNOSOBRECARGA

Se define como el exceso de información. Puede llevar a tomar decisiones erróneas, a sufrir dificultades de memoria y a reducir la capacidad de atención. Se relaciona con la “fatiga informativa” (Internet, correo electrónico, teléfonos inteligentes, tablets, redes sociales).

TECNOCOMPLEJIDAD

Hace referencia a las capacidades técnicas y de terminología asociada a las TIC. Hay personas que sienten que no son lo suficientemente hábiles con las tecnologías.

TECNOINCERTIDUMBRE

Hace referencia a los constantes cambios y actualizaciones de software y hardware de los dispositivos tecnológicos, que pueden generar estrés en los empleados.

¿QUÉ ES EL TECNOESTRÉS?

Estado psicológico negativo causado por una

incapacidad para hacer frente a las nuevas

tecnologías de manera sana

LOS SÍNTOMAS MÁS FRECUENTES

Problemas de sueño, tensión y agobio

Sensación de estar poco feliz o incluso deprimido

Menos concentración e incapacidad de buscar soluciones

LAS VARIANTES

TECNOINSEGURIDAD

Se relaciona con el temor a perder el trabajo. Incluye la sensación de inseguridad a la que se enfrentan las personas cuando sienten que otros pueden saber más que ellos sobre las nuevas tecnologías, generando una sensación de inseguridad laboral.

TECNOSOBRECARGA

Se define como el exceso de información. Puede llevar a tomar decisiones erróneas, a sufrir dificultades de memoria y a reducir la capacidad de atención. Se relaciona con la “fatiga informativa” (Internet, correo electrónico, teléfonos inteligentes, tablets, redes sociales).

TECNOINCERTIDUMBRE

Hace referencia a los constantes cambios y actualizaciones de software y hardware de los dispositivos tecnológicos, que pueden generar estrés en los empleados.

TECNOINTRUSIÓN

Está relacionado con el uso de redes sociales, nuevas tecnologías y/o dispositivos móviles, que tienen una capacidad de conectividad continua, expandiendo sus horas de trabajo normales y sacrificando su vida personal al verse invadidos por las TIC.

TECNOCOMPLEJIDAD

Hace referencia a las capacidades técnicas y de terminología asociada a las TIC. Hay personas que sienten que no son lo suficientemente hábiles con las tecnologías.

El despegue tecnológico obligó a engordar la definición de tecnoestrés. Apunta la psicóloga ovetense que “el concepto se ha ido ampliando y ahora abarca no solo la esfera laboral. Por lo que podría definirse como un estado psicológico negativo relacionado con el uso de las tecnologías de la información (TIC) y la incapacidad de gestionarlas de forma saludable”. Más o menos, lo que ha pasado a miles de trabajadores durante estos meses de pandemia y teletrabajo.

“Fue”, señala José Manuel Orrego, doctor en psicología por la Universidad de Oviedo y experto en riesgos psicosociales, “en la década de los 90 cuando el término se consolidó, con la llegada de internet”. Aunque, al final, “no es más que un tipo de estrés laboral”, señala Mónica Gonzalo, técnico del Instituto Asturiano de Prevención de Riesgos Laborales (IAPRL). Gracias a la tendencia de muchos a la división, el concepto ha tomado varias ramificaciones y el árbol terminológico es casi tan grande como las tecnologías existentes. Vamos, que comienza a ser inabarcable. A continuación, van unos pocos ejemplos. Hay “tecnosobrecarga” para definir el exceso de información que se recibe a través de las redes sociales y demás sistemas de comunicación. Existe la “tecnointrusión”, que hace referencia a que los medios digitales obligan a alargar las jornadas laborales llegando a invadir la vida privada. Se ha acuñado también el término “tecnocomplejidad” para hacer referencia a las dificultades que tienen muchos para manejarse entre las nuevas tecnologías. Y unos cuantos más.

“Las consultas por tecnoestrés han ido al alza”

Ana María Rodríguez - Psicóloga clínica

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Los síntomas suelen ser, sintetizando mucho, muy similares a los del estrés. Aquel que no lleva apellidos, ni compuestos en el nombre. “Puede causar daños graves tanto a la salud del trabajador como a la propia organización (a la empresa)”, agrega Mónica Gonzalo. Todo suele empezar con un dolor muscular, generalmente en el cuello o en la espalda, al que tampoco se da demasiada importancia. Pero, si no se frena a tiempo, hay peligro de que la bola crezca sin remedio. “Después de la manifestación de los primeros síntomas, el organismo puede expresar diferentes patologías, como gastritis, úlceras, problemas dermatológicos, insomnio, hipertensión o problemas cardiacos”, señala Ana María Rodríguez. Pero no se piensen que la lista ha terminado ahí. Hay más. “También puede provocar problemas de memoria y de concentración. Ansiedad, irritabilidad, frustración, ira y depresión”, agrega. Poca broma.

Buena parte de los males causados por el tecnoestrés derivan del trabajo desde casa. Del teletrabajo, que se adoptó de forma masiva durante el confinamiento de 2020 y que ahora –aunque ha decaído tras el estado de alarma– es una fórmula que muchas empresas están abrazando. O, al menos, esos males están causados por una forma inadecuada de organizar ese trabajo a distancia. “Uno de los problemas es que el teletrabajo está siendo mal entendido. Lo que se ha hecho es trasladar lo que se hace en la oficina a casa, con la misma estructura y con los mismos horarios, cuando lo que debería significar el término es tener libertad para elegir los tiempos y no que las jornadas se alarguen y alarguen”, señala José Manuel Orrego. Las mujeres son las que más sufren los problemas derivados de esta mala organización porque se ven penalizadas doblemente, señala Mónica Gonzalo. Por un lado, tienen que trabajar más horas de las estipuladas (como el resto) y, por otro, una vez acabado el curro tienen que ocuparse de la casa, con lo que el tiempo de ocio y de esparcimiento se ve notablemente recortado. Especialmente, si hay una persona dependiente en el hogar. “También se ven penalizadas porque no tienen un acceso tan directo a las relaciones sociales que hay en la oficina”, agrega Mónica Gonzalo. Eso las priva de promociones o ascensos y hace más grueso aún su techo de cristal.

“El estrés puede causar graves daños a la empresa”

Mónica Gonzalo - Técnico del IAPRL

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Pero no se alarmen. Como todo malestar psicológico tiene remedio. O, al menos, existen fórmulas para lograr reducir este estrés. Aunque en el camino de las soluciones hay dos puntos de vista. O dos vías. Lo que prefieran. Está el camino individual y el grupal. Ahora entenderán.

Para que una persona aquejada de tecnoestrés consiga rebajar su malestar hay una serie de consejos –como el decálogo que acompaña a estas líneas– en el que se recomienda, por ejemplo, organizar bien la jornada laboral (sin sobrecargarla de actividades ni de reuniones); también aprender a distinguir entre lo urgente y lo importante (probablemente responder a ese correo electrónico pueda esperar hasta mañana); aprender técnicas de autocontrol como meditación o relajación para neutralizar la activación fisiológica del organismo que produce el estrés; cuidar la dieta con horarios regulares para comer; hacer deporte de manera habitual (esto ayuda también a reducir la intensidad del estrés y fomenta la sensación de bienestar); respetar las horas de sueño; y, ya como última opción –si nada de lo anterior ha funcionado para poder poner las cosas en orden–, hay que plantearse buscar ayuda profesional. Todos estos consejos son de la psicóloga asturiana Ana María Rodríguez Fernández, y forman parte del mobiliario de la ruta individual.

“El teletrabajo está siendo mal entendido”

José Manuel Orrego - Doctor en Psicología

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Sin embargo, también hay que tener en cuenta –más aún si cabe– otro componente: el de la forma en que está organizado el trabajo en la propia empresa. Esa ruta colectiva la encabeza Mónica Gonzalo. “Qué más da que hagas yoga o ejercicios de meditación si luego recibes un WhatsApp del trabajo fuera del horario laboral, recibes órdenes de varios jefes o tienes que estar conectado constantemente”, explica. “En esos casos, lo que hay que hacer es cambiar la organización del trabajo”. Ni más ni menos que atajar los riesgos psicosociales que puedan darse en la empresa. Es más, todas las empresas están obligadas a tenerlos bien identificados, por lo que pueda pasar.

A mayores, en el propio Estatuto de los Trabajadores también figura que los empleados tienen que tener derecho a desconectar. “Solo hay que aplicar todo eso”, asegura Mónica Gonzalo, quien agrega que “esto no es un problema de que la persona que padece este tipo de estrés sea débil o que tenga la piel muy fina, como se ha llegado a decir; es un problema de que el trabajo está mal organizado”.

“Hubo que migrar muy rápido a lo digital”

Carmen Rodríguez - Psicóloga en Affor

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Desconectar cuesta. Una de las variables del tecnoestrés, de hecho, es la del miedo a perder el empleo por no estar enchufado constantemente o por el miedo a no saber manejarse antes los cambios tecnológicos que van surgiendo día a día. Hay países, como la vecina Francia, que han tenido que regular por ley el derecho a la desconexión de los trabajadores ante las abrumadoras evidencias de que muchos estaban sobrepasados e hiperconectados fuera de la oficina. El móvil ha provocado que todo el mundo se lleve el trabajo a casa. Y apagarlo cuesta.

La pandemia ha disparado los problemas de salud relacionados con el tecnoestrés. Así lo han percibido las consultas psicológicas en Asturias. “No es algo nuevo, pero se ha producido un salto al alza a partir de la pandemia” –sostiene Ana María Rodríguez– “en el ámbito laboral, debido al incremento sustancial del teletrabajo y de la escolarización online, y relacionado con lo anterior, a nivel personal, debido a un mayor aislamiento que ha disparado el uso de videollamadas, redes sociales, juegos online... como modo de interacción social y hasta familiar”.

“Esta variante del estrés ha venido para quedarse”

Felipe Piedra - Portavoz de CSIF

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Hay dos colectivos en la región –y, seguramente, por extensión en el resto del país– que han sufrido este estrés laboral más que el resto: los profesores y el personal sanitario. Lo sostiene Carmen Rodríguez, directora del área de Intervención Psicológica de Affor, quien agrega que los docentes “tuvieron que migrar muy rápido al teletrabajo, en la mayoría de los casos sin una preparación previa”. Por parte del personal sanitario señala que “han estado pendientes no solo de salvar vidas, también han tenido que estar ayudando a los pacientes a conectarse mediante videollamadas con sus familiares, y adaptarse muy rápido a este entorno digital”.

Entre muchos profesionales de todos los ámbitos también abundaba el “miedo a no estar a la altura”. O a “no poder manejar estas nuevas herramientas”. Eso ocurrió, añade Orrego, especialmente entre las personas mayores, aquellos que ya han pasado la cincuentena, porque entre los nativos digitales –es decir, entre las generaciones más jóvenes– no ha habido casi problemas de adaptación a las nuevas exigencias cibernéticas.

Felipe Piedra, portavoz del sindicato CSIF, augura que “esta variante del estrés ha venido para quedarse”. Y reclama a la Consejería de Salud una mayor asistencia psicológica para aquellos trabajadores que se reincorporan a su puesto después de haber sufrido una situación de estrés o ansiedad. Y que las máquinas no vuelva a ganar la partida.

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