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La Atención Primaria de Asturias vista desde dentro: lo que sobra y lo que falta

Diagnóstico de una médica de familia del malestar en la red de centros de salud después de una pandemia devastadora y con una plantilla exhausta

Entrada de un centro de salud asturiano.

¿Qué es lo que genera malestar entre los médicos y los usuarios? ¿Están justificadas las quejas de unos y otros? Para responder a estas preguntas, empezaré con una composición de lugar: de dónde partíamos y qué sucedió durante la pandemia de covid-19.

Las grandes carencias de Atención Primaria cuando comenzó la pandemia eran: falta de profesionales, falta de liderazgo, desorganización, ahogamiento por burocratización y carencia de suficiencia científico-técnica.

Durante la pandemia, ninguno de esos males se vieron aliviados. Al contrario, se incrementaron porque las medidas de seguridad implantadas separaron a los pacientes de los profesionales. Y los responsables sanitarios, impotentes ante la catástrofe, no vieron más salida que escudarse en los profesionales para lo bueno, aplaudiéndolos con una mano, y para lo malo, culpabilizándolos al menor atisbo de queja en los votantes. No es nada raro entender que esto fuera interpretado por la ciudadanía como que “el médico se escondía tras un teléfono para no trabajar”: nadie le explicó desde la tribuna de autoridades lo contrario.

Entonces, ¿lo de las dificultades de acceso se lo inventaban los ciudadanos? No, pero no porque el médico interfiriera para nada en verlos presencialmente. Nunca jamás se abandonó la presencialidad. Solo se ajustó a lo que las propias autoridades recomendaban por seguridad: no se podían tener las salas de espera atestadas.

Las dificultades para obtener citas se debía tres factores que no se supieron solucionar:

1) La gestión de la citación telefónica. Imposible canalizar para los receptores un flujo de llamadas tan elevado. Se diseñó el “call center” (centro de llamadas), que no es la solución porque simplemente demora la atención: abre el embudo por la parte de arriba, manteniendo la misma boca de salida. Después se planteó una formación de administrativos que resultó insuficiente. Las centralitas obsoletas de los centros de salud, sin posibilidad de recuperar llamadas, era otro problema añadido.

2) La gestión de la lista de espera en el centro de salud. El personal sanitario, médicos y enfermeros, nunca abandonó la presencialidad. A diferencia de otros ámbitos de la Administración, no nos era aplicable el teletrabajo. Así que, por Ley, quienes estaban, estaban en su puesto. Entonces, si una persona a la que le había costado tanto contactar con el centro de salud lo conseguía, y el personal estaba allí, ¿por qué no tenía siempre una cita presencial de forma inmediata? Dos razones. La primera, que no todas las consultas eran por motivos de atención sanitaria médica. Algunos, sobre todo burocráticos, sí podían resolverse por teléfono, pero tarde, y era la tardanza lo que incomodaba al usuario, no la atención en sí. Y la segunda, y más importante: porque la demanda sobrepasaba a la oferta amplísimamente. Antes de la pandemia era disimulado, porque las salas de espera y los mostradores se convertían en un pandemónium a diario. En cuanto hubo que poner orden y atender en fila, esta daba varias vueltas al centro de salud, y eso era inviable. Así que mensaje simple: en casita y por teléfono “porque el médico lo quiere así”. No se le escuchó nunca una palabra en contrario. Hasta el punto que los médicos de Atención Primaria tuvimos qua salir a recordárselo al presidente del Principado ante su sede: “Nos sentimos solos toda la pandemia”. Directamente nos sentimos llamados vagos, inoperantes y desentendidos de nuestros pacientes.

Los médicos de Atención Primaria tuvimos qua salir a recordárselo al presidente del Principado ante su sede: “Nos sentimos solos toda la pandemia”; directamente nos sentimos llamados vagos, inoperantes y desentendidos de nuestros pacientes

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3) La carencia de profesionales. Llegamos al meollo de la cuestión. Los médicos estamos exhaustos. Nos hemos volcado en la pandemia. Se han producido cientos de contagios. Nadie dio un paso atrás. Pero si se trabajaba con plantillas precarias por falta de profesionales, ya antes, ahora la situación se desbordó. Ejemplo: la carga de trabajo facultativo, las consultas en Atención Primaria, aumentaron más del 25 por ciento de media y la plantilla está reducida en un tercio respecto a la situación previa, agravado por los profesionales que se van a otros sitios y por las jubilaciones. Por tanto, la carga de trabajo ha aumentado un 87 por ciento por cada facultativo.

¿Qué es lo que ha hecho el Gobierno de Asturias con la Atención Primaria? Tres cosas:

1) Prometer. Prometer que se reuniría con los profesionales y, tras varias reuniones con sociedades científicas en el seno de un programa estratégico, parecía que se configuraba un decreto, pero se bloqueó en el último momento sin que aún haya habido explicación. Se sustituyó por una formación para administrativos, que con el nulo apoyo técnico y el tsunami de demanda, se ahoga en sí misma. Mucha promesa, ninguna organización nueva a día de hoy, seguimos con la improvisación.

2) Distorsionar. En medio de la sangría de médicos que padece la región, el consejero de Salud presume de haber contratado 98 médicos más. En nuestros datos, esos no son contratos “nuevos”. Algunos son contratos eventuales renovados, que cambian a interinos o a “estructurales”. Otros son una parte de los profesionales internos residentes (MIR, EIR y otros) que han acabado (y que ya ejercían prácticamente en su último año de adjuntos, no les quedaba otra). Y otros son personal de incorporación como fijo tras superar un concurso-oposición. Es decir, el número de “nuevos” profesionales que no estaban previamente trabajando efectivamente en el sistema es mínimo.

3) Culpabilizar a los profesionales. Esto es lo políticamente más rastrero que se ha visto en años. En lugar de alinearse o, cuando menos, empatizar con trabajadores públicos que lo han dado todo en medio de la catástrofe, debería explicar a la población los problemas técnicos, de organización, de personal y, sobre todo, de incapacidad de gestión, que impiden encontrar soluciones. Al final, culpabilizar a la víctima y victimizar al verdugo es una estrategia muy antigua y muy valorada por tiranos de todo pelo.

¿Qué medidas organizativas requiere la red de Atención Primaria?

Las medidas organizativas que requiere la red asturiana de Atención Primaria deberían tener varios frentes de trabajo. Que pueden ser los siguientes:

1. Organizar

Dotar de estructuras y plantillas suficientes a los centros que se establezcan, definir cuántos y cuando se necesitan, facilitando la autogestión del centro en lo posible.

Varias ideas:

A) Establecer liderazgos eficaces en el centro ( con función homóloga de jefes de servicio, al menos).

B) Eliminar toda la burocracia, dirigiéndola al personal administrativo que pueda realizarla.

C) Planes de trabajo bien definidos para todas las categorías. Clasificar la necesidad del paciente y reorientar su atención: las cuestiones burocráticas, al administrativo; los cuidados y control de crónicos, a la enfermera; los asuntos sociales, al trabajador social... Y el médico a hacer de médico.

D) Agendas racionales. Es imposible atender a 50 o 60 pacientes en un horario matutino si además se atiende toda la burocracia, urgencias, domicilios... ¿Dónde quedó el famosos slogan de “diez minutos por paciente”? Recientemente, el Sespa inició la implantación de unas agendas con 43 pacientes, exactamente 10 minutos... pero sin contar el resto de actividades, claro. Su implantación está siendo, cuando menos, irregular, y sin embargo, es un buen intento de no repetir los errores prepandemia. Un elemento de solución parcial podría ser disponer de un servicio de Urgencias domiciliarias 24 horas para impedir que el médico y la enfermera se “deslocalizasen” horas de las consultas. Pero es otra idea que andará por algún cajón.

2. Favorecer la accesibilidad racionalizándola

El paciente debe acceder a la atención que necesita, no la que cree que necesita. No todo es “para el médico”. Hay que orientar hacia quien más rápido y mejor pueda solucionar un problema. Todo esto lleva como trasfondo una “educación para la ciudadanía sanitaria” que no interesa, como queda claro con los mensajes demagógicos que se envían.

No estamos aquí para que digan que no queremos ver pacientes. Es lo que más deseamos. Lo que no queremos es volver a verlos a salto de mata, en un minuto, y sintiendo que encima somos lentos y vagos porque no reventamos al lado de la camilla

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3. Atraer y fidelizar personal

Maltratarlo no es buena idea en tiempos de escasez. En cambio, podrían adoptarse algunas ideas:

A) Mejorar las condiciones laborales. No basta fidelizar a los eventuales que ya están, o a los pocos residentes que se quedan... Además, hay que conseguir que vengan a Asturias y la prefieran. Competimos con poderosos atractores: otras autonomías que la doblan en velocidad de ejecución de OPES, en incentivos económicos, en precio de hora de guardia, en negociación de carrera profesional, en medidas de conciliación, en autogestión de profesionales, en ausencia de dedicaciones exclusivas... Ahí tenemos países que ofrecen sueldos abismalmente superiores y una medicina privada que se está favoreciendo cada vez que un gestor sanitario público abre la boca.

B) Mejorar la distribución laboral. Herederos de una sistema en el que abundaban los médicos desempleados y mal pagados, la adaptación a un mundo en el que existe déficit y pueden elegir resulta lenta y complicada. Se colocan cientos y cientos de horas al personal eventual, se le moviliza constantemente entre centros y es preciso arrancar cualquier derecho como si no fueran parte importante del trabajo en equipo

4. Favorecer la suficiencia científica y técnica

Se necesita acceso completo a pruebas complementarias (y formación en su utilidad, claro), descongestionar hospitales y humanizar al relación médico-paciente.

No estamos aquí para que digan que no queremos ver pacientes. Es lo que más deseamos. Lo que no queremos es volver a verlos a salto de mata, en un minuto, y sintiendo que encima somos lentos y vagos porque no reventamos al lado de la camilla.

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