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¿Por qué aumentan los conspiranoicos?: la pandemia, la crisis energética o la inmigración, tras este fenómeno

La “conspiranoia” no está catalogada como enfermedad psiquiátrica, pero cada vez prolifera más el recelo ante lo que parece un ensayo para ver la conducta de la gente en tiempos de crisis

Una de las características de los convulsos tiempos actuales es el incremento del número de personas que pueden ser etiquetadas como conspiranoicas, siendo por otra parte absolutamente racionales y normales. Muchos simplemente se rebelan frente a las imposiciones de las autoridades, a su vez forzadas por circunstancias excepcionales: la pandemia, las crisis de suministros, la amenaza del “apagón”, los rumores de guerras cercanas (Marruecos-Argelia), o lejanas (Polonia-Bielorrusia, China-Taiwán), el cambio climático, las erupciones volcánicas, las inundaciones, la crisis económica, las crisis migratorias, la degradada situación política y otras desgracias que son de difícil comprensión para muchos.

A estas crisis, que se suceden a una velocidad de difícil asimilación, se añade la costumbre actual de muchos políticos nacionales y extranjeros de mentir de forma sistemática y recurrir a medidas populistas que son contraproducentes a medio plazo y que tergiversan la realidad recurriendo a fantasmas del pasado. Franco murió hace 46 años, la guerra civil acabó hace 82 años, Cortés murió en 1547, y en todo caso son los antepasados de quienes reclaman reescribir la historia de la conquista los que pudieron en su día abusar de los indígenas y no los españoles actuales, que nada han tenido que ver con lo que fue esencialmente una labor de civilización y mestizaje, y no de exterminio como ocurrió con otras colonizaciones donde los indígenas están recluidos en reservas (Canadá o EE UU).

La situación de crisis unida a la desconfianza de los ciudadanos que se sienten engañados reiteradamente es lo que origina una desconfianza de cierto tipo de medidas que limitan la libertad individual, amenazada desde múltiples frentes. Y, claro, la desconfianza se extiende a las vacunas, las medidas de confinamiento, el abuso de la autoridad y otras medidas que parecen coordinadas por una mente maligna, que se propone imponer una tiranía mundial de perfil totalitario, donde más que ciudadanos haya siervos y donde la libertad de pensamiento se sustituya por la verdad oficial remedando el “Ministerio de la Verdad” de la novela “1984” de Orwell.

Si además a quienes disienten se les etiqueta como “conspiranoicos” y se dice de ellos que no son razonables, que no son solidarios y que su salud mental está afectada, en lugar de intentar razonar con ellos lo que es real y lo que no... pues está servida la duda de si la verdadera estrategia es la de intentar meter a todos en el aprisco de las ovejas, sin que nadie se plantee la razón de las medidas que las autoridades adoptan.

Tal parece que de lo que se trata es de hacer ensayos, para ver cómo se comporta la gente en situaciones de crisis, para tener previstas estrategias de control de la población y que sean guiados por una elite dirigente que no está sujeta a nada. La conspiración internacional parece cierta y no es de extrañar que cada vez haya mas gente renuente a las limitaciones de su libertad, en nombre de un bien común que no parece alcanzarse nunca. Dicho esto, conviene aclarar que la “conspiranoia” no existe como enfermedad psiquiátrica conocida y que yo estoy vacunado incluso de la tercera dosis.

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