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Así se menguaron los terrores del covid en los pacientes de salud mental más vulnerables

“¿Qué será de la gente sin apoyo?”, se pregunta Sara Fernández, del centro A Teyavana, que trabaja con personas con trastornos mentales graves

Internos y trabajadores del centro de apoyo a la integración en salud mental A Teyavana, junto al acueducto de los Pilares, en Oviedo. IRMA COLLÍN

Una de las herencias que va a dejar la pandemia del coronavirus es la preocupación por la salud mental. Hasta ahora, ese tipo de trastornos se guardaban debajo de la cama y solo se sacaban en soledad, con los más íntimos, evitando miradas indiscretas y estigmas indeseados. Pero el covid-19 ha demostrado que todos podemos padecer este tipo de dolencias, que la cabeza también es algo que hay que cuidar y que es necesario atender a los síntomas pera evitar que un mal momento puntual termine convertido en un problema mucho peor.

En el centro de apoyo a la integración en salud mental A Teyavana, en Oviedo, llevan desde 2013 tratando con personas que tienen trastornos mentales graves y celebran que se camine hacia la normalización de algo a lo que, advierte la trabajadora social y directora del centro, Sara Fernández Álvarez, “todos estamos expuestos”.

Sara Fernández Álvarez

Sara Fernández Álvarez A. Lorca

“Hacen falta recursos y más prevención ante los síntomas, antes de llegar a algo severo”

Sara Fernández Álvarez - Directora de A Teyavana

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“A raíz del covid se normalizó hablar de trastorno mental, pero sobre todo de trastornos más leves como estrés, sintomatologías depresivas; sin embargo, el trastorno grave sigue estando estigmatizado, pero esos trastornos leves pueden ser un primer aviso de uno más grave en el futuro”, advierte.

Ellos trabajan con un grupo de veinte personas entre las que hay, sobre todo, gente con trastornos esquizoides, personalidad bipolar y depresiones severas. El objetivo es su “rehabilitación psicosocial”. “Su inserción social y laboral, que tengan un funcionamiento autónomo, autoestima, habilidades sociales y capacidad para enfrentarse a problemas”, explica la directora de A Teyavana sobre lo que persiguen. En general, esta trabajadora social echa en falta “más recursos” y “más prevención ante los síntomas”. Unos recursos que, lamenta Sara Fernández, “no hay”, y eso se demuestra cuando son tratados en “centros pensados para otras discapacidades y en los que no hay profesionales formados en salud mental”.

Miguel Hugo García Díaz.

Miguel Hugo García Díaz.

“He ganado habilidades sociales, antes me costaba trabajo relacionarme”

Miguel Hugo García Díaz - Usuario del centro

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La pandemia del covid trajo consigo un confinamiento que fue duro para toda la sociedad pero que en el caso de la gente con problemas de salud mental se acentuó aún más. “La ruptura de la rutina es un factor importante, hubo usuarios que empeoraron y momentos delicados; nosotros les prestamos apoyo telefónico, un apoyo que abrimos a colaboradores ajenos al centro, también hicimos una labor de acompañamiento porque estas personas tienden a aislarse”, cuenta Sara Fernández.

El esfuerzo dio su fruto y en A Teyavana lograron que todo el mundo volviera tras el confinamiento. La pregunta más dolorosa que se hace Sara Fernández es “¿qué será de la gente sin apoyo?”. “Tienen un miedo mayor a las enfermedades, a la muerte, y ahora mismo estamos bombardeados de información terrible; aquí les hablamos del tema, le damos normalidad, información objetiva tratando de huir del pánico”, relata. Una de las cosas que llama la atención a Sara Fernández es la responsabilidad que observa en los usuarios del centro: “Demostraron ser hiperresponsables, siempre con la mascarilla, con las vacunas, el lavado de manos, con todo”. En definitiva, añade, “demostraron tener mucho más sentido común que otros”.

Rosina Fernández Ardura

Rosina Fernández Ardura

“Voy a la huerta, a la radio, a todos los talleres; hay riñas pero somos una familia”

Rosina Fernández Ardura - Usuaria del centro

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El ovetense Pedro Menéndez lleva seis años como usuario de este centro situado junto al Acueducto de los Pilares y reconoce que las actividades que hace aquí le permiten estar “entretenido y ocupado” y apartar su cabeza de cosas más oscuras: “Antes mi ocio era el alcohol y ahora es pintar”. Durante el covid reconoce que estuvo “un poco aislado”, pero que “se fue superando” la situación. Entre las cosas que le permitieron pasar mejor esa etapa estuvo el apoyo de A Teyavana: “Cuando estuvimos confinados hicimos videollamadas”. Para Pedro Menéndez que este tipo de dolencias salgan a la luz es positivo: “Esto no se conocía; en los psiquiátricos que había antes y se quitaron no había información; ahora hacemos más caso a la salud mental, nosotros aquí aprendemos a relacionarnos”.

Pedro Menéndez

Pedro Menéndez

“Antes mi ocio era el alcohol y ahora es pintar, este centro me permite estar ocupado”

Pedro Menéndez - Usuario del centro

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Para Rosa María Fernández Ardura, “Rosina”, de Cangas del Narcea, A Teyavana es “una familia”. Ella tiene una encefalitis desde los dos meses y antes cuidadaba de sus padres hasta que hace cinco años su padre entró en una depresión muy severa. Hace un año se vino a vivir a Oviedo con su hermana, que es voluntaria del centro, justo después del confinamiento. “Estoy en casi todas las actividades, voy a la huerta, a la radio, a todos los talleres”, relata con entusiasmo. Aunque reconoce que entre los usuarios del centro “hay alguna riña”, insiste en que son “una familia”: “Tengo una familia en casa y otra aquí”.

El mierense Miguel Hugo García Díaz lleva desde 2017 en A Teyavana, donde ha adquirido habilidades que no tenía: “He ganado habilidades sociales, me costaba trabajo relacionarme, he notado un cambio de hábitos sociales”. Unas fortalezas que le sirvieron para sobrevivir bien al confinamiento. Aficionado al fútbol, fue árbitro durante un año. En A Teyavana aprendió “cosas nuevas”, conoció lugares como Candás, donde no había estado nunca. Y es que otra de las actividades que más éxito tiene en este centro son los viajes, que antes de la pandemia solían hacer en invierno y en verano. Famoso fue el que hicieron a Santander, donde se mojaron durante tres días. No importa. Rosina ya se lo explicó a su madre: “Herminia, prepara los cuartos que hay viaje”.

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