La semana pasada el planeta fue testigo del mayor ataque cibernético de 'ransomware' de la historia. Un grupo de hackers anónimos, de los cuales aún no se ha esclarecido la identidad -y probablemente su rastro esté tan bien oculto que jamás llegue a conocerce- mantuvo al mundo en vilo. Víctimas de este virus informático fueron grupos empresariales de influencia global como Teléfonica o Renault, instituciones públicas como el Govern de Cataluña o el servicio de salud de Reino Unido, e incluso las administraciones rusas y su servicio de ferrocarriles.

El 'malware' tiene como nombre WannaCry y amenaza con bloquear a las víctimas que no hayan pagado entre 300 y 600 dólares con una semana de infección. Además, pide que el pago del rescate se haga en 'bitcoins', una divisa virtual que hace más difícilmente rastreable el pago y complica las pesquisas de los cuerpos de seguridad cibernéticos.

Tras el ataque, la paranoia es muy alta. Acusan de estar detras de la operación de sabotaje internacional a hackers estadounidenses o rusos; incluso se especula con que esté coordinado desde las altas instancias de países conflictivos como son Rusia o Corea del Norte.

El vice embajador de Corea del Norte en Naciones Unidas ha defendido que "es ridículo" relacionar Pyongyang con el ransomware WannaCry del ciberataque global que comenzó la semana pasada y que ha infectado más de 300.000 ordenadores en 150 naciones.