Adrián Barbón, presidente del Principado, habla con la boca y parlotea con las manos, que no para de mover, como si saliera de un curso de marketing político de lenguaje no verbal. Su vida, como la de tantos asturianos, ha cambiado por culpa de un mal bicho que ha llegado para quedarse, como el teletrabajo y las industrias verdes, al menos hasta que se alcance una vacuna que el sindicato minero quiere congelar en la nevera de los pozos.
