Lara Martín estudia Magisterio y trabaja como "rider" desde hace tres años. Acostumbrada a moverse entre el intenso tráfico de la ciudad, su rutina cambió de forma radical el 14 de marzo. "Al principio tardé en salir a la calle porque no había muchos pedidos. La primera vez que salí lo hice con una mascarilla de pintor, casi nadie la usaba entonces". Ver la ciudad desierta tras el toque de queda fue una de las imágenes que más le impactó. "Nunca tuve miedo porque soy una persona muy positiva y pensaba por fin toda la calle para mí". Tras la pandemia su relación con los clientes cambió de forma sustancial. Muchos preferían que les dejase el paquete y se fuera para no cruzase. "Me acabé acostumbrando, la gente tiene miedo y creo que eso va a a tardar en cambiar", asegura.