Cuanto más se oscurece el futuro del sector asturiano del aluminio, el que tiene como pilar la antigua fábrica de Alcoa en Avilés, más se vuelven los ojos a la única luz que parece brillar en el horizonte: la supuesta existencia de inversores interesados en adquirir la planta reanudar la actividad aunque sea renunciando a las series de electrolisis, cuyo funcionamiento está hipotecado por el precio de la electricidad. Si esos inversores a los que alude sin mayor concreción el Ministerio de Industria –y de los que se hace eco el Gobierno de Asturias– existen o si son cantos de sirena es la duda que carcome a los trabajadores de una empresa que tienen motivos sobrados para desconfiar de todo: en tres años su empresa ha tenido tres propietarios y con cada uno de ellos la situación ha ido de mal en peor.