La nieve empieza a desalojar los pueblos de la montaña asturiana. Aunque las precipitaciones aún no han sido abundantes y tan solo un manto de entre diez y veinte centímetros cubre las calles, el pueblo de Tarna, ya está prácticamente vacío. Tan sólo el madreñeru César Martínez mantiene encendida la llama de su chimenea. "Por ahora nieve no hay, así que aquí estoy bien", dice a la puerta de su casa, sin salir "porque tengo gripe y no quiero coger frío". Cesar bromea, "alguien tiene que cuidar el pueblo", cuando repasa de memoria si alguno de sus vecinos aún sigue en Tarna. "Había dos pero debieron marchar de viaje, explica. Al momento, pensativo, añade "y debe haber dos chavales, bueno paisanos como yo, en una casa cerca de la carretera general". Un paseo por el pueblo y ni rastro de más habitantes. La nieve de las calles denota que no hay tránsito. Tan solo huellas de algunos animales, un perro que se acerca a saludar o un gato que mira desconfiado.