En un instante, Asturias se apagó. Los primeros minutos fueron confusos. Una caída de la red de la oficina, pensaron algunos; han saltado los plomos o ha habido una avería en el sistema, se plantearon otros. En la calle, los semáforos se quedaron súbitamente en negro y pronto llegaron las preocupaciones cuando algunos comprobaron que los teléfonos no daban señal. Llegó la primera información con cuentagotas: No era algo puntual, ni siquiera regional. España y Portugal vivían el mismo apagón histórico.

Al contrario de lo que podría pensarse, no fue un caos lo que sobrevino en mitad de la tormenta. Tras la incertidumbre inicial, en los principales servicios públicos de la región se pusieron en marcha los sistemas de contingencia eléctrica. Los hospitales pusieron en funcionamiento sus generadores eléctricos y el aeropuerto hizo lo propio activando sus sistemas auytónomos. En las carreteras, los conductores levantaron el pie del acelerador. Se impuso la prudencia y la tranquilidad, y la circulación continuó con cierta normalidad en la mayor parte de la región.