José Antonio Rubio fue uno de los vecinos que, desatendiendo su propia seguridad, saltó entre los escombros para ayudar a rescatar a quienes permanecían sepultados. "Fue algo dantesco, terrible. Es increíble que solo haya tres heridos graves", apenas acertaba a señalar tras su dura experiencia. Alrededor de 30 personas de las viviendas más próximas han tenido que ser realojados en hoteles y en la residencia de estudiantes del campus.

No solo quienes se adentraron en el infierno desolado en el que ayer se convirtió el entramado de caleyas del barrio de La Villa experimentaron un sentimiento de conmoción. "La casa tembló, fue como un seísmo", explicaba Ana García, que reside a una manzana de distancia. "Al principio parecía que había saltado por los aires la mitad de Mieres", apuntaba otro vecinos. Los que más de cerca sintieron el impacto, los residentes en los inmueble anexos, vieron salir despedidas hasta las ventanas. "Parecía el fin de mundo. Pensé que se acababa todo", remarca una de las vecinas más afectadas, que vive en un piso contiguo. La sensación de miedo y angustia se mezcló con una percepción de alivio. "Madre mía, yo creí que me moría. Estaban haciendo alguna obra o algo. ¿Los nenos estarán bien todos? Vi volar todo esto", apenas acertaba a decir otra vecina. A pocos metros del lugar de explosión juegan habitualmente niños pequeños del vecindario. Tres de ellos sufrieron daños, aunque leves. Estaba previsto que uno de ellos pasara la noche en el hospital de Santullano por precaución.