Desde primera hora de la mañana, los primeros votantes hacían ya cola. El presidente y su mujer, la vicepresidenta, acudían a su cita con la urna a mediodía. Confiado, no podría ser de otra manera, en la victoria. Y eso que hace unos meses las encuestas apuntaban que cualquier otro candidato le ganaría, pero con el argumento de la conspiración. Con los líderes opositores encarcelados o en el exilio y una ley electoral hecha a su medida, la victoria del Frente Sandinista estaba asegurada. Ortega retomó el poder en 2007, todavía con el aura revolucionaria. Pero tras la reforma de la seguridad social de 2018 y la represión sangrienta de las protestas... se desplomó su popularidad. El mensaje repetido: que estas elecciones son limpias. Desde Estados Unidos Joe Biden ha calificado los comicios de pantomima, y amenaza con tomar medidas.