Los ucranianos ya conviven con el sonido de las alarmas antiaéreas y, peor aún, con el de la artillería. Incesante en las ciudades estratégicas para el Kremlin, como Járkov, bombardeada constantemente desde tierra y aire. Una noche más, el cielo de Kiev ruge. Los rusos intensifican su ofensiva en la capital obligando a su alcalde a decretar 36 horas de toque de queda por seguridad. Otro punto clave para las fuerzas rusas es Odessa. Y en su camino a la conquista se interpone Mykolaiv. Después de un ataque, las llamas han devorado uno de los depósitos de combustible de la ciudad. Mariúpol también mantiene a raya al ejército de Putin. Pero los civiles están pagando un alto precio. Ya es común ver cadáveres abandonados en las calles porque las morgues están desbordadas. Ningún sitio es seguro. Según una ONG, las tropas rusas han tomado el Hospital de Cuidados Intensivos y han hecho prisioneros al equipo médico y a sus pacientes. Desde hace semanas, también lo son los propios ciudadanos, obligados a vivir en sótanos o búnkeres en la más absoluta oscuridad.