La Universidad de Oviedo tiene una torre con reloj y campanario que en su día fue uno de los mejores centros meteorológicos de España en el siglo XIX. Tiene una capilla que ha vivido muchas largas noches de examen de los aspirantes a licenciados, que hasta tenían que pagarles opíparas viandas a sus maestros y compañeros.
Tiene también, guardadas en sus armarios de la sala de togas –esas con las que se revisten en las fiestas sus doctores– mucetas de más colores que áreas de conocimiento se imparten en estos momentos en los campus asturianos. Por ejemplo, de raso verde, el color que identifica a los licenciados en Veterinaria, ya que esos estudios pertenecieron al distrito universitario de Oviedo desde 1845. A todos esos tesoros, reales y recordados, demostración palpable del acervo espiritual y cultural que atesoran las universidades de más solera como la ovetense, les puso ayer un poco más de luz el programa "Casa Abierta" de Uniovi.