Crónica cadete (porque no es oficial)

El teatro necesita escenarios

El Campoamor, los rincones de La Vega y de Tabacalera generan una poderosa atracción entre quienes gustan de hacerse fotos para registrar sus momentos estelares

El Jazz Kissa de La Vega, con el público empapándose del ambiente.

El Jazz Kissa de La Vega, con el público empapándose del ambiente. / Javier Cuervo

Javier Cuervo

Javier Cuervo

Los premios "Princesa de Asturias" son un mecanismo de propaganda que empieza como un juicio, con jurados, y acaba en un teatro, como el espectáculo que es. El Campoamor es un teatro de ópera donde Zarzuela se representa con éxito internacional. La monarquía es la representación más pomposa de la jefatura del Estado alrededor de una pareja protagonista.

El teatro Campoamor es uno de los escenarios para los selfis de los turistas, que interesan más a Canteli que los propios vecinos, y tendría mejor fachada si se hubiera sabido cuántos vendrían en el siglo XXI para hacerse una foto delante y entrar en un escenario de los premios. En ese sentido, Isidoro Gil de Jaz fue más previsor haciendo un hospicio provincial con barroco suficiente para convertirse en hotel de cinco estrellas 220 años después.

La fábrica de armas de La Vega ya no fabrica armas. Es un escenario de catástrofe posindustrial, de ciudad "Walking Dead", que se ha convertido en galería de exposiciones y nave de promoción de la monarquía bajo la fórmula FPAbrica.

En el año de la princesa cadete, ese excitante escenario apocalíptico tiene, según entras, un escenario de "Memorias de África" iluminado con luz de atardecer de la sabana, persianas alicantinas, maletas y baúles viajados, muebles de bambú, asiento de piel, gramófono sin perro y tresillo de comedia burguesa. Cuando no se cuentan historias de las mil y una noches, la gente posa para selfis que suben al instante a Instagram, esa cartelera personal hecha con la foto fija de los momentos estelares. Es una oportunidad de sentirse muy colonial que es lo cómo más gusta sentirse en África. Ahora estamos rodeados de memorias de africanos, pero son emigrantes en Oviedo, no colonos en Kenia. ¡Qué nos van a contar! Eso que lo cubra Mary’s meals, premio de la Concordia… aunque es de mala educación hablar con la boca llena.

En la antesala del almacén, ovetenses que quieren o tienen segunda vivienda en Llanes a la sombra del Cuera hacen cola para fingir que tuvieron una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. Un convenio con los aprendices de peluquería para lavar el pelo a las visitantes como le hizo Robert Redford a Meryl Streep cuando era Karen Blixen también habría triunfado. El instante es tan Instagram que no ha hecho falta poner sonidos de la sabana, ese paisaje del rey León para la princesa Leonor.

Le pasa igual al Jazz Kissa, una sala que se peta, también cuando no hay actuaciones, sin que nadie en la hostelería local se pueda dar por aludido. Sí se da por aludida la memoria ante la falla del stiletto tridentino de "El diablo viste de Prada" que a los mayores nos evoca la escalera de tacón del Biba, aquel derroche del pródigo Chus Quirós que hoy es "Diario Roma".

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