El cabo René camina adelante y atrás y escruta a los nuevos reclutas de la Guardia Suiza, el ejército de élite del Vaticano. "Espalda erguida, manténganse rectos, caminen con confianza y ritmo", repite. En silencio, el escuadrón de soldados no parpadea, apenas respira en verdad, ataviados todos con las pesadas corazas metálicas que -junto al morrión medieval, los guantes blancos y la alabarda- han tardado unos veinte minutos en colocarse.
Para ver este vídeo suscríbete a La Nueva España o inicia sesión si ya eres suscriptor.
¿Ya eres premium? Inicia tu sesión aquí
El Vaticano