Después de los minutos de silencio, de los entierros, del dolor inicial, queda toda una vida por delante para los menores huérfanos, 56 el año pasado, una cifra que es reflejo de que la mayoría de las fallecidas estaban en la franja de los 30 años. Estos niños necesitan todo un escudo social que arranca a veces desde el primer día con familias de acogida, como la de Ignacio y Cristina, que acogen a quienes no tienen una red familiar. Las prestaciones para estas víctimas de la violencia de género han mejorado con los años, pero desde fundaciones que apoyan a estos menores, como el Fondo de Becas Soledad Cazorla, piden que se amplíen a jóvenes de hasta 24 años. Jóvenes huerfanos, que no salen en las estadísticas.
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