Lo más parecido a ese récord Guinness que la capitalidad gastronómica de Oviedo andaba persiguiendo para rematar las celebraciones en torno a su título, sucedió ayer en el Auditorio. La reunión en la ciudad de ocho de las grandes estrellas de la historia reciente de la cocina española, nunca juntas ni homenajeadas de esta forma, coincidió con el mismo día en que la cultura de la sidra asturiana recibía el reconocimiento mundial y a muy pocos de que los Manzano, presentes ayer en el encuentro y muy celebrados, lograsen su tercera estrella Michelin para Casa Marcial, otro hito para la gastronomía regional.
La conjunción de tanto hecho insólito convirtió el encuentro del Auditorio en "un día histórico", como repitieron Martín Berasategui o Ferran Adrià durante la gala. "Hay un marketing miope", reflexionó el cocinero que hizo historia en El Bulli, "porque nunca hasta ahora nos habían hecho en España un homenaje así". También dejó claro que los años recorridos habían supuesto un cambio radical, como ilustró recordando que cuando logró su tercera estrella Michelin apenas salió, en todo el país, una pequeña nota en una página de La Vanguardia.
Pese a todo, los cocineros estrella (José Andrés, Elena Arzak, Joan Roca, Pedro Subijana, Quique Dacosta e Hilario Arbelaitz aparte de los ya citados) celebraron por encima de todo la camaradería y la colaboración como el secreto de haber conseguido situar la cocina española entre las mejores y más atractivas del mundo. Ahí, Berasategui pidió estar a la altura para seguir teniendo buenas generaciones que cojan el relevo y mantengan el nivel: "Hay muchos países con ganas de quitarnos un trozo de esa tortilla de patatas que es el turismo gastronómico".
El asturiano José Andrés hizo un canto a la generosidad y la concordia desde su oficio. "Todos tenemos la oportunidad de ayudar al prójimo y hacer un mundo mejor, ellos siempre se lo han creído y han dado a su pueblo y a su tierra lo mejor". La reflexión llegó después de contar que Juan Mari Arzak le había rechazado para hacer prácticas en su restaurante pero que, siendo un chaval, cuando llamó desde Nueva York para pedírselo, le impresionó que el propio chef cogiera el teléfono y le explicara que tenía una cola muy larga de peticiones.
A la idea de compadreo volvieron unos y otros durante la gala del Auditorio. Adrià explicó que aquello "no era Disneylandia", que había competitividad y ambición, pero que eran todos, además, amigos, que se juntaban para comer, cenar y seguir la noche con gin tonics hablando de cocina, cocina y cocina, no de guías ni de premios. De esos encuentros habló también Pedro Subijana, quien resumió en la libertad creativa y la camaradería la esencia de esa generación de renovadores de la cocina.
"El mayor tesoro que nació entre 1976 y 1978", explicó Subijana refiriéndose a las claves de estos cocineros, "aparte de la libertad en la cocina, es la relación entrañable y ser amigos de verdad". Hilario Arbelaitz rememoró esos inicios de la renovación de la cocina vasca, aplaudió también el buen trabajo en Asturias de la nueva generación de cocineros y condensó toda esa reflexión en que "las mejores estrellas son la gente".
El coloquio permitió también abordar otros aspectos que preocupan a los cocineros. Elena Arzak insistió en que "el conocimiento es fuerza" y pidió que haya más becas y se refuerce el acceso a los estudios culinarios. Joan Roca, por su parte, habló de la necesidad de "cambiar las cosas" y de "mejorar las condiciones laborales". "No va a ser fácil", aclaró. También contó que a los cocineros que se forman con él les dice que "el éxito no son las estrellas Michelin" y que "no es necesario que todos pongan un restaurante, el éxito es ser feliz haciendo lo que te gusta", concluyó.
Quique Dacosta habló del papel de la mujer en la cocina, aunque aseguró que en su casa pregona con el ejemplo, con una jefa de cocina y con su mujer al frente de su empresa. Pidió seguir con ilusión y echó piropos a los asturianos de Fomento de la Cocina, impulsores del encuentro, "he soñado ser el pinche de cada uno de ellos".
Los dos ausentes, Karlos Arguiñano y Andoni Luis Aduriz, mandaron sendos mensajes, y Pedro Morán ofreció uno de los últimos discursos agradeciendo a este "dream team" su apoyo y su respuesta a la invitación de juntarse en Oviedo. Morán también apeló a ese espíritu de equipo y acabó con un "siempre que vayamos juntos, llegaremos lejos".
El alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, agradeció el encuentro como "colofón" a las actividades de la capital gastronómica que, explicó, ha dado difusión a la cocina regional. "Ahora ya saben en todo el mundo lo bien que se come aquí". También aprovechó para reivindicar su apoyo a la hostelería: "Me critican por hacerlo, pero seguiré con vosotros a muerte, si la hostelería funciona, tenemos gente y hay consumo".
La vicepresidenta del Principado, Gimena Llamedo, no dejó de hablar de la sidra ("nuestra forma de entender el mundo"), celebró que los chefs hubieran desvelado que "el secreto es el compañerismo" y dedicó sus últimas palabras a guisanderas y a todas las que hacen posible que Asturias sea "un paraíso gastronómico". "Tenemos que creérnoslo".
El aplauso a las tres estrellas de los Manzano: "¡Te quiero!"
Si el reconocimiento de la Unesco a la sidra se coló ayer en la gala que venía a poner el broche de oro a la capitalidad gastronómica ovetense, las tres estrellas de Casa Marcial fueron también otro protagonista inevitable en la noche de los grandes cocineros españoles en Oviedo.
A la gala acudieron los tres hermanos, Nacho, Esther y Sandra Manzano, y desde el primer momento en que entraron en la sala de cámara del Auditorio, sus colegas se volcaron con ellos. Especialmente cariñoso se vio a Jose Andrés y Adriá con los de Casa Marcial, todo risas y abrazos antes de empezar el coloquio.
Aunque ninguno de los Manzano formaba parte de la mesa central, dedicada a las estrellas nacionales, su nombre salió una y otra vez en el debate. Martín Berasategui habló de ellos cuando empezó a cantar las virtudes de Asturias y los asturianos. "Oviedo se increíble", contó entre aplausos, "con esa cesta de la compra que tenéis", y fue en ese momento cuando explicó que nada espera ver con más ganas que esa ceremonia en que Casa Marcial reciba las tres estrellas y "ver a Nacho tocando el cielo".
José Andrés, que se comportó como el gran hombre de grandes espectáculos que es, tampoco dudó en interrumpir el orden por el que transcurría la gala para mostrar su rabia porque todavía no había probado la sidra. "¡No me tomado un culín todavía!". Y aprovechó para hacer una referencia inevitable a las tres estrellas de Nacho Manzano. "¡Te quiero!", gritó el chef, levantándose y yendo a fundirse en un abrazo con el de Casa Marcial.
A Jose Andrés, que acaba de perder a tres trabajadores de su ONG World Central Kitchen en Gaza, se le vió ayer, durante el acto, muy emocionado, con palabras muy cariñosas dedicadas a su tierra. "Hay que celebrar lo bueno", dijo. Después explicó que en ese momento se encontraba bien porque estaba "en el lugar en que me siento más arropado del mundo, que es Asturias".
"Necesito pocas excusas para venir a España", contó el de Mieres, "y a Asturias, menos". "Muchas veces, cuando estoy mal, me cojo un avión, aterrizó donde sea de España y aparezco en Asturias, me da mucha energía".
Volviendo a la noche, que también lo fue de los hermanos Manzano, a sus hermanas, Esther y Sandra, se refirió también en su discurso la vicepresidenta del gobierno regional Gimena Llamedo, como ejemplo de ese techo de cristal que hay que empezar a romper en la gran cocina de autor, dominada por los hombres aunque la tradición culinaria sea, dijo, la de las madres, las abuelas, las guisanderas.