Quien quiera llevarse el bote de Pasapalabra, tendrá que arriesgar. Este axioma es probablemente lo que ha llevado a Manu a atreverse en El Rosco cuando estaba empatado a 22 aciertos con Rosa. Unas veces sale bien y otras supone un alto coste que lleva incluso a la Silla Azul. En este caso, el inconformismo le ha salido caro al madrileño. Sin embargo, en ningún momento ha perdido la confianza de dar la sorpresa ni la sonrisa, la misma con la que ha revelado, antes de jugar, uno de sus mayores secretos: cómo prepara los poemas con los que despide a los invitados.
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