El CRA La Marina gana alumnos de otras zonas de Villaviciosa y de Gijón: "Merece la pena llevarlos a un centro rural"

"Es un modelo participativo, cercano y menos masificado, con oportunidades para los niños que no hay en las ciudades", dicen las familias

Jesús Monteserín y Raquel Villaverde viven en Gijón y cada día se trasladan para llevar a sus hijos a clase en Castiello de la Marina. No son los únicos. En torno al 10 por ciento del alumnado que acude al Colegio Rural Agrupado (CRA) La Marina vive fuera de Les Mariñes, siendo su residencia principal el casco urbano de Villaviciosa o Gijón. Este curso hay el doble de escolares en esta situación que el pasado.

“Nosotros desde un principio buscamos un colegio pequeño que ofreciese una atención más personalizada. Ambos fuimos a colegios en Gijón con una treintena de alumnos en cada clase y aquí son cuarenta en total”, explica Monteserín sobre el conjunto del aulario de Castiello. Además de este aula, el CRA está compuesto por las de Quintes, Peón, Argüero y Oles. En total, el Colegio Rural Agrupado suma 188 alumnos.

Para padres como Jesús Monteserín y Raquel Villaverde, las oportunidades que tienen en escuelas de estas características serían inviables en las grandes ciudades. “Están más relacionados con el entorno, salen por la zona, van a coger material… Es un modelo mucho más participativo. No tienen libros y trabajan por proyectos”, destacan.

Tener que trasladarse cada día es, por tanto, “algo asumible". "Al final en veinte minutos estamos aquí”, dicen. Un tiempo similar al que tarda Berly Núñez, a cuya vivienda en Rodiles separan veintiún kilómetros del colegio. En su caso su hijo comenzó las clases en un centro de la capital del concejo, pero decidieron buscar alternativas. Fue entonces cuando dieron con el CRA.  

“Nosotros nos trasladamos hace diez años desde Madrid, pero, aunque llevábamos bastante tiempo en Villaviciosa, no conocíamos el CRA. De haberlo sabido previamente hubiéramos apostado desde el principio porque viniera aquí”, asegura. Para su hijo el cambio de centro fue “un antes y un después”. Por eso, el tiempo de más que tarda en llegar “es una buena inversión”.

Miguel Ángel Herrera y su mujer, en cambio, siempre tuvieron claro que el colegio de sus hijos sería el aulario de Castiello. Hace dos años, con la pandemia, las facilidades del teletrabajo les permitieron trasladarse a Asturias y no han vuelto a irse. “La abuela de mi hija fue tutora durante quince años en el colegio, así que ya lo conocíamos. Además cumple con las características que buscábamos: no está masificado, hay pocos niños por aula y tienen mucha cercanía con la naturaleza y el entorno”, destaca Herrera.

Las únicas carencias, por señalar alguna, “son el horario y la falta de comedor”. Los alumnos entran a las 9.15 y salen a las 14.15 horas. “A veces para conciliar es difícil”, reconoce. Una circunstancia de la que son conscientes en la directiva, que trabaja para intentar implantar el próximo curso en Castiello el servicio de madrugadores, ya en marcha en el aulario de Quintes. El comedor, por su parte, tendrá que esperar.

Aún así, familias y alumnos están encantados. “Estamos muy contentos. Nosotros vivíamos en Madrid y ya llevábamos a nuestra hija a un colegio con un modelo educativo alternativo, pero era privado. Cuando nos mudamos a Asturias en julio del año pasado teníamos miedo no encontrar lo mismo, pero cuando dimos con algo similar y encima en la educación pública nos pareció una maravilla”, asegura Carolina Tomás.

Tal es su nivel de satisfacción que ella y su pareja, al igual que Jesús Monteserín y Raquel Villaverde, se han planteado mudarse desde Villaviciosa a esta zona rural. “Nos gustaría ir acercándonos más a Castiello, pero poco a poco”, dicen.