Investigación científica de vanguardia en Villaviciosa: el Serida participa en un gran estudio europeo sobre la faba

"Es muy interesante para conocer la evolución de la especie y sus mejoras genéticas", afirma Juan José Ferreira, responsable del equipo de Genética Vegetal del centro

Juan José Ferreira, en el invernadero del Serida, evalúa unas fabes.

Juan José Ferreira, en el invernadero del Serida, evalúa unas fabes. / FERNANDO RODRIGUEZ

S. Arias

Dos profesionales del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida) participan en un estudio internacional sobre la evolución de la judía común (la faba), en Europa. El trabajo, publicado ahora en la revista Nature Communications, revela que algunas variedades europeas proceden de la hibridación entre alubias americanas de origen andino y mesoamericano, lo que dio lugar a una nueva diversidad que permitió a la especie adaptarse a las condiciones de clima y suelo del territorio europeo.

“Este estudio es muy interesante desde el punto de vista histórico, para conocer la evolución de la especie, y también aporta gran conocimiento para los programas de mejora genética. Una de las cuestiones más interesantes es que hasta ahora no se había trabajado con un volumen de muestras tan significativas”, explica Juan José Ferreira, responsable del equipo de Genética Vegetal del Serida.

Hasta el año 1492, en Europa no había judías. Concretamente, no fue hasta la expedición de Francisco Pizarro al norte de Perú, en 1529, cuando se introdujeron las primeras variedades de esta legumbre, que eran de origen andino. También se importaron de América otras de origen mesoamericano. Estas dos variedades han ido evolucionando en ambos continentes de forma paralela, adaptándose a las condiciones del territorio, para lo que tuvieron que hibridar y combinarse entre ellas.

El resultado del estudio revela que se ha producido un intercambio de genes entre los dos acervos genéticos originales: el mesoamericano y el andino, y que, además, ese factor podría haber sido clave para la adaptación y diseminación de la legumbre en Europa. El investigador del Serida precisa que se pudo observar, por ejemplo, que las variedades europeas son insensibles al fotoperiodo, mientras que muchas variedades americanas sí son sensibles, es decir, que solo florecen cuando la duración de las horas del día es similar a las de la noche.

Para la investigación se cultivaron distintos tipos de judías en diez entornos diferentes (clima, tipo de suelo, etcétera), ubicados en tres países: Italia, Alemania y España. En este último caso, se eligió concretamente el Serida, en Villaviciosa, que depende del Gobierno de Asturias. En el proceso de análisis se partió de 10.000 muestras, de las que finalmente se seleccionaron 500 de bancos de semillas europeos y americanos para estudiar sus características genotípicas y fenotípicas. Finalmente, se trabajó con 218 muestras, que fueron sometidas a varios tipos de análisis: metabolómicos, del genoma y de asociación de genes.

Ferreira explica que se realizó un “etiquetado genómico”, a partir de marcadores SNP (de un solo nucleótido; variación de la secuencia de ADN que afecta a una sola base). De esta forma, fue posible caracterizar la base genética de los distintos rasgos que presentaban, como el tiempo de floración o el crecimiento en función del entorno. El Serida ha colaborado en varias partes del proceso, tanto en la selección de las muestras, como en el cultivo de parte de las variedades elegidas, clasificación y análisis correspondientes.

El estudio sobre la evolución de la judía común en Europa ha sido elaborado por un consorcio internacional compuesto por 12 centros de investigación agroalimentaria de todo el mundo y dirigido por Roberto Papa, perteneciente la Universidad Politécnica de Les Marches (Italia). La participación española está representada por los investigadores del equipo de Genética Vegetal del Serida Juan José Ferreira y Ana Campa

El trabajo desarrollado ha sido posible gracias a tres proyectos financiados por la Comisión Europea: BeanAdapt, Bresov e Increase. “Este tipo de colaboraciones son muy importantes en la ciencia, porque nos permiten trabajar en conjunto para solventar problemas globales y aportar soluciones que se adaptan a la realidad local”, apunta Ferreira.