Historias del Camino: 25 años de vivencias jacobeas en el albergue de Sebrayu (Villaviciosa)

"Franceses y alemanes son los peregrinos más habituales, aunque viene gente de todo el mundo", afirma la responsable del equipamiento

Sonia Pérez con el mapamundi en el que los peregrinos marcan su lugar de procedencia.

Sonia Pérez con el mapamundi en el que los peregrinos marcan su lugar de procedencia. / Alicia García-Ovies

El albergue de Sebrayu, en Villaviciosa, lleva veinticinco años sirviendo de refugio para los miles de peregrinos que anualmente realizan el Camino de Santiago por el concejo maliayés. El inmueble fue reconvertido en posada después de que cesase su uso como escuela. "Mi marido y yo solicitamos el uso del piso superior, que era donde estaba la vivienda de la maestra, y nos lo concedieron. Estando nosotros aquí fue cuando quisieron convertir la planta baja en albergue y por eso yo me hice cargo", apunta Sonia Pérez, encargada de la gestión del inmueble.

Durante los primeros años de actividad los peregrinos “llegaban a cuentagotas, hasta que corrió la voz de que el albergue estaba abierto", explica Pérez. "Al principio, me sorprendía mucho que viniese gente de Corea o Australia, pero ahora ya estoy acostumbrada", rememora. En todo caso, franceses y alemanes siguen siendo a día de hoy los peregrinos más habituales, aunque la gestora del inmueble reconoce que "viene gente de todo el mundo". ¿Quién se iba a imaginar que pasarían por Sebrayu personas de los rincones más lejanos?", se pregunta.

El albergue era hasta hace unos años el único de la zona, lo que provocaba que en periodos de gran afluencia las catorce plazas se quedasen escasas. “Antes de la pandemia era una locura de gente. Venían muchísimos peregrinos, no tenía dónde meterlos y me pedían que les dejase cualquier rincón, el suelo… Eso ahora no ocurre, estamos mucho más tranquilos. Este mes de mayo, por ejemplo, ha sido flojo comparado con años anteriores", señala Pérez.

Esa afluencia masiva ha disminuido considerablemente porque los peregrinos "tienen muchas más opciones. Hace unos años abrió un albergue en Priesca y ahora los hoteles también suelen aceptarlos, incluso hay gente que los acoge", indica Péres. Además, ha habido un cambio fundamental: "Ahora, muchos peregrinos quieren reservar. Llama muchísima gente preguntando por eso, pero en los albergues públicos no se hace", asevera.

La maliayesa ha ido atesorando a lo largo de estos veinticinco años miles de anécdotas. Algunas buenas, otras no tanto. "Pasa mucha gente y no todos son iguales. A veces te planteas si vale la pena", reconoce. Por suerte, los buenos recuerdos siempre se acaban imponiendo. "Hay algunos peregrinos que repiten. Hace poco vino uno que traía una foto que se había hecho aquí hace diez años y salía mi hija siendo una niña", destaca Pérez.

Las historias de quienes pernoctan en el albergue son también muy variadas. Hay quienes hacen el Camino de Santiago por religión, por deporte, por una promesa…"Una vez vino un hombre en bicicleta que llevaba una silla para niños, le pregunté dónde estaba su hijo y resulta que había fallecido. También vino otro que era técnico de ambulancia que había perdido a su hija en un accidente de coche", rememora Pérez. Otros, en cambio, "lo hacen para buscarse a sí mismos".

Historias, recuerdos y anécdotas que Pérez guarda con especial cariño. Eso sí, reconoce que ella no haría el Camino de Santiago: "No sé si es por realizar esta labor en el albergue, pero no me apetece".