La cultura del azabache, la joya asturiana que lucha por sobrevivir: "La artesanía puede morir con esta generación"
La declaración BIC genera expectativas, pero también pone al descubierto la escasez de mineral y la necesidad de más apoyo institucional

María Pérez y Svetlana Poutilina, en la exposición de la Asociación Cultural de Azabache Jurásico de Villaviciosa. / Carla Vega
El 26 de diciembre de 2024, la Cultura del Azabache fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) de carácter inmaterial por el Gobierno del Principado. Este reconocimiento busca proteger una tradición artesanal que, durante siglos, ha estado íntimamente ligada a la región, en particular a la zona de Villaviciosa. Sin embargo, la decisión también ha puesto sobre la mesa los desafíos que enfrenta este sector, desde la falta de materia prima hasta la necesidad urgente de formación y mayor apoyo institucional.
María Pérez, maestra azabachera y presidenta de la Asociación Azabache Jurásico de Villaviciosa, valora el gesto, pero no oculta su escepticismo. "El BIC está muy bien, nos ayuda a poner el azabache en valor, pero si no se hace nada más, no vale absolutamente para nada, simplemente, como nos dijeron a nosotras, es un papel guapo", indica.
Svetlana Poutilina, secretaria de la asociación y artesana reciente que enfrenta las dificultades del sector, confirma este sentimiento: "Esperamos que sirva para hacer muchas cosas, como promover formación, asegurar un relevo generacional y facilitar la obtención de azabache".
El azabache asturiano de calidad, originado a partir de protopináceas del Jurásico y único por sus propiedades físicas, está en situación crítica debido a la escasez de materia prima. Según María Pérez, se ha llegado al punto de que los artesanos se ven obligados a rebuscar en escombreras o en acantilados tras argayos para conseguir pequeñas piezas. "Lo que tenemos no nos sirve, son piezas muy pequeñas y de mala calidad", lamenta.
"Cuando se encuentra una pieza de azabache, nos juntamos aquí los miembros de la asociación para repartir, y es que tocamos a gramos", añade María Pérez. "Es una pena porque así no se puede trabajar. Claro, el lignito viene en bloques de kilos, que se puede trabajar a placer, pero es que eso no es azabache", subrayan.
La situación también afecta al mercado de artesanía, como comenta Svetlana Poutilina. "En los mercadillos, ofrezco piezas de lignito a 3 euros y de azabache a diez. Cada vez hay más gente que, cuando me quedo sin las de azabache, dice que mejor no compra nada. O que prefieren pagar por la de azabache por la calidad y lo que significa. Quiero pensar que eso es fruto también del trabajo de divulgación que hacemos". Sin embargo, señala que no todo es positivo. "También he escuchado a artesanos afirmando rotundamente que todas sus piezas son de azabache, cuando todos en el sector sabemos que no es así, porque no hay tales cantidades", subraya.
Samuel González, artesano de Oles, coincide en que el problema radica en la falta de apoyo a la minería local. "Prácticamente las escombreras llevan explotándose desde hace siglos. Lo que queda es escombro, casi un desecho. Si el Principado realmente se hubiera implicado hace décadas, esta situación sería muy diferente", incide.
A esto se suma la dificultad para extraer el material. "Incluso en Oles, donde habrá gente que tiene azabache en sus fincas, no pueden sacarlo. A partir de 50 centímetros, el suelo pertenece al Estado, y se necesita una concesión minera. Es un proceso complejo, lleno de trabas administrativas", explica Svetlana Poutilina.
Otro desafío que enfrenta la industria es la competencia desleal de materiales vendidos como azabache que, en realidad, no lo son.
María Pérez insiste en que es vital diferenciar el auténtico azabache asturiano del lignito procedente de Bulgaria o Argentina, que domina el mercado. "El 90 por ciento de lo que se vende como azabache no lo es. Sabemos perfectamente cómo diferenciarlo, pero hace falta un estudio que lo avale. Llevamos dos años esperando que la Administración lo financie, pero nunca llega". Samuel González subraya también la necesidad de una marca de calidad o denominación de origen que garantice la autenticidad del azabache asturiano. "Es esencial para proteger nuestro patrimonio y darle el valor que merece en el mercado".
Pese a los obstáculos, los artesanos mantienen la esperanza de que esta declaración de BIC sea el primer paso hacia un cambio real. La Asociación Azabache Jurásico, que no tiene fines económicos, trabaja incansablemente para divulgar esta tradición. Organiza exposiciones, charlas y visitas educativas para dar a conocer el valor cultural y económico del azabache. "El azabache podría ser un motor económico tremendo", señala María Pérez. "Es perfecto para asentarse en zonas rurales, fomenta el turismo y puede generar muchos puestos de trabajo. Pero por algún motivo, parece que no interesa", añade.
En este contexto, la situación se complica con los esfuerzos de Galicia por posicionar su industria del azabache. "En Galicia no hay azabache. Tienen tradición de talla, pero no tienen el material. Y ahora están intentando defender que el azabache de Santiago es auténtico. Es un descaro", critica Samuel González.
María Pérez concluye con un mensaje claro: "La artesanía del azabache se muere con mi generación. Si no contamos con material, si no lo protegemos y diferenciamos, estamos condenados. No hablamos de crear miles de artesanos, sino de preservar algo único en el mundo, que solo existe en esta franja del Principado".
El futuro del azabache asturiano está en juego, y la declaración de BIC, aunque significativa, solo será efectiva si se acompaña de acciones concretas que aseguren la supervivencia de esta joya cultural. En tanto, los artesanos siguen luchando, conscientes de que el tiempo corre en contra de una tradición milenaria.
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