Joyería con tradición

Joyería con tradición: el azabache crea escuela en la Villa de la mano de Alba García

Las clases de joyería del azabache que imparte la artesana en su taller de Villaviciosa tienen lista de espera y atraen a alumnos de fuera de Asturias para mantener una tradición milenaria en el concejo maliayés

Alba García, de pie, con los alumnos Alba de Sus y Luis Costa.

Alba García, de pie, con los alumnos Alba de Sus y Luis Costa. / C. V.

Villaviciosa

Un pequeño taller de joyería se ha convertido en un refugio para quienes buscan aprender un oficio milenario. En La Mar de Azabache, Alba García imparte talleres en los que sus alumnos se sumergen en el arte de la joyería y, en ocasiones, en el trabajo con el azabache, una gema negra con raíces asturianas cuya obtención se ha vuelto cada vez más complicada. Sus clases tienen tal demanda que cuenta con lista de espera, reflejando el interés latente por este oficio artesanal que, a pesar de la industrialización, sigue atrayendo.

"Hay mucho interés en la gente por aprender y, ahora mismo, apenas hay sitios donde poder hacerlo", explica García. "Estamos solo dos personas dando clase en toda Asturias", detalla. Quizás precisamente por esto, quienes llegan al taller de Alba García cuentan con perfiles muy dispares. Sus alumnos son una mezcla de aficionados, jubilados y personas que buscan dedicarse profesionalmente al oficio, que la artesana define como " de toda la vida, por lo que hay que intentar que no se pierda".

En sus talleres, los alumnos trabajan principalmente con plata, aunque Alba García también lo hace con oro por encargo, ya que su precio elevado lo ha convertido en un material menos accesible. "Se ha disparado", señala. El modelo de enseñanza que utiliza es metódico y paciente. "Empezamos de cero, aleando la plata. No necesitan saber nada previamente, todo se aprende aquí", dice. Sin embargo, la práctica requiere constancia y dedicación. "Normalmente, ellos quieren venir y acabar la pieza en el día, y eso no funciona así. Es dedicarle tiempo y tiempo", explica.

Luis Costa, uno de los alumnos, con tres años de experiencia en los talleres, confirma este proceso. "Yo con Alba estoy muy a gusto. Es una afición, aunque hay gente que lo trata de una manera más profesional", asevera. A lo largo de los años, ha adquirido suficiente experiencia como para tener su propio "pequeño taller" en casa, donde sigue practicando entre clases.

Para Alba de Sus, otra alumna que lleva apenas un mes en el taller, la joyería comenzó como un proyecto serio, pero ha terminado convirtiéndose en un pasatiempo apasionante. "Al principio me lo tomé más en serio, pero ahora creo que lo veo más como una afición", confiesa. Su llegada a La Mar de Azabache fue consecuencia del cierre de la Escuela de Joyería y Gemología dentro de la Facultad de Minas de Oviedo.

"Para las clases de trabajar el azabache viene gente de fuera. Tengo una chica que viene todas las semanas desde Santander, pero también han venido de Mallorca, León o Córdoba... Incluso una vez vino una chica desde Viena", cuenta Alba. Sin embargo, el acceso a este material es un obstáculo. "No hay manera de conseguir azabache. Ni la va a haber", expresa con pena.

La identificación del auténtico azabache también es un problema. "Hay piezas que parecen azabache pero no lo son, y ni siquiera los expertos pueden diferenciarlas", explica García, quien aboga por una mejor regulación y apoyo para el sector. La declaración del azabache como Bien de Interés Cultural (BIC) fue un paso positivo, pero insuficiente. "Se necesita mucho más que eso", alerta.

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