Del gran apagón al alivio: los negocios de Villaviciosa vivieron con ingenio y buen humor el histórico corte eléctrico

Panaderías, bares y cafeterías se adaptaron a la jornada sin luz, marcada por el buen tiempo, con las calles llenas de vida y el recuerdo compartido de los días de pandemia

Marga Figaredo y Verónica Blanco, de la panaderia La Portalina

Marga Figaredo y Verónica Blanco, de la panaderia La Portalina / C. V.

Villaviciosa

Lo que podía haber sido una jornada de caos por un inesperado apagón eléctrico generalizado en toda España, se transformó en Villaviciosa en una escena casi costumbrista, donde la improvisación, el buen humor y el buen tiempo marcaron el pulso del día. Los negocios del concejo, desde panaderías hasta bares, vivieron una jornada intensa, pero bien llevada, gracias también a la actitud positiva de vecinos y visitantes.

“La gente compró pan como si se fuera a acabar el mundo”, resume con una sonrisa Marga Figaredo, de la panadería La Portalina. “Y nosotros haciendo las cuentas como antiguamente, con boli y papel. Las empanadas volaron lo primero. Si hubiésemos tenido el doble, también las habríamos vendido. Al irse la luz justo a mediodía, todo el mundo empezó a pensar en qué comer, y con los supermercados cerrados, vino la gente en masa. Nunca mejor dicho”, relata entre risas.

Y es que las panaderías se convirtieron en el primer recurso para muchos vecinos. Verónica Blanco, también de La Portalina, explica que los compañeros del turno de tarde lo tuvieron algo más complicado. “No podían empezar a amasar sin luz, y como solemos hacerlo muy pronto para que fermente, nos pilló justos de tiempo. Se hizo menos variedad de pan, pero se vendió todo”. Más allá del trabajo contrarreloj, Blanco destaca la parte positiva de la jornada. “Daba gusto ver a los niños jugar en la calle, sin internet, la gente hablando sin mirar el móvil. Tuvo su encanto”.

En los bares, el ambiente no fue muy diferente. El Mesón Bastián vivió una jornada de lleno total. “Vendimos todo, solo nos faltó el café. La cerveza empezaba a calentarse y por eso pensamos en cerrar a las siete, pero lo demás aguantó”, cuenta Begoña Undagoitia. “Si llega a ser un día lluvioso, lo habríamos vivido de forma muy distinta. Pero con el sol, la gente se echó a la calle, no tenía ganas de estar en casa. Yo creo que todos pensamos lo mismo: si vuelve a pasar algo así, que al menos nos pille disfrutando”.

Situación similar se vivió en Chico Churrería, donde la jornada fue una muestra de ingenio a pie de calle. “Tuvimos muchísima gente. Yo calentaba la leche en una ollina para dar cafés descafeinados de sobre, y la gente al menos lo agradeció. Aquí solemos dar comidas y cuando vi que la gente buscaba dónde hacerlo, ya que había rescatado mi cocinita de camping para dar de comer a mis hijos, y la gente me pedía cualquier cosa, empecé a preparar hamburguesas, bocatas… lo que podía. La terraza estuvo llena”, cuenta con entusiasmo Francis Calderón. “Cuando volvió la luz, sobre las ocho menos cuarto, la gente aplaudió y todo. Fue como una pequeña fiesta”, recuerda.

Aunque no todos los negocios abrieron, como El Rincón de Lucy, que coincidió con su día de descanso. Juniluz Urbaez agradece que el apagón no supusiera grandes pérdidas. “Gracias a Dios no perdimos nada importante. Algunas cosas congeladas, pero la nevera aguantó bien. Fueron solo unas horas, afortunadamente”.

En resumen, la jornada del apagón en Villaviciosa dejó anécdotas para contar, pero también una sensación compartida de comunidad, improvisación y optimismo. Entre empanadas agotadas, ollas calentando café y niños jugando en las calles, el concejo convirtió un corte de luz en una especie de pausa vital. Una de esas que, pese al desconcierto, dejan buen sabor de boca.

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