Esta es la histórica sidrería de Villaviciosa que reabre sus puertas y ha recibido un regalo especial de los llagares de la comarca

Guti Rodríguez y Óscar Flórez capitanean la nueva etapa del emblemático local

Guti Rodríguez y Ebrain Josué Malpica tras la barra de la renovada La Ballera

Guti Rodríguez y Ebrain Josué Malpica tras la barra de la renovada La Ballera / C. V.

Villaviciosa

Villaviciosa vuelve a brindar con alegría en uno de sus locales más emblemáticos. La que era la sidrería más antigua abierta de la Villa hasta su clausura a finales del año pasado tiene relevo y reabre de la mano de la misma familia. La Ballera, sidrería de referencia para generaciones de maliayeses y visitantes, cerró tras la jubilación de la histórica cocinera Zulima Acevedo, pero ahora ha arrancado una nueva etapa con su hijo, Guti Rodríguez, y su socio, Óscar Flórez, quienes han conseguido el difícil equilibrio entre la renovación y respeto por la tradición.

El primer objetivo estaba claro: conservar la esencia. “La gente entra y lo primero que dice es ‘menos mal, sigue siendo La Ballera. Eso es lo que más nos emociona”, asegura Flórez. Aunque durante los en torno a seis meses que el local permaneció cerrado se han hecho obras, el alma del local sigue intacta: la madera, el ambiente, los guiños a lo de siempre… Todo habla de una Ballera que ha sabido modernizarse sin perder su identidad. En la reforma, además, hubo un gesto especialmente simbólico: los llagares Sidra Muñiz, Sidra Coro y Sidra Vallina donaron toneles de madera con los que se construyeron las mesas, barra y otros elementos del local. “Podrían haber colaborado de muchas formas, pero regalar toneles es otra historia. Eso tiene un valor que queríamos agradecer de corazón”, apunta Óscar Flórez, que habla con emoción de los detalles.

Quizás una de las piezas más especiales de la nueva Ballera sea su barra. En ella se esconden detalles, como los nombres de los tres llagares que proporcionaron su materia prima, los corchos de los llagares de la villa, e incluso toques verdes que aportan los pedazos de cristal de botella de sidra machacados que emanan luz.

“Queremos que esto sea un punto de encuentro entre generaciones”, explican. La cocina mantiene las recetas de toda la vida a las que los clientes estaban acostumbrados y se apuesta por una sidra cuidada. Además del presente, los nuevos responsables de La Ballera piensan en el futuro. Entre sus planes está poner en marcha cursos de escanciado y formación en un renovado comedor trasero, pensado también para albergar comidas de grupos más grandes, pensando, una vez más, en gente más joven.

“Hay mucha necesidad de formar gente, porque lo del escanciado se está perdiendo, y lo queremos hacer aquí, poco a poco. Pero primero necesitamos asentarnos y centrarnos, que acabamos de arrancar”, explica Óscar Flórez.

Y entre el ajetreo del día a día, Guti Rodríguez, más reservado, lanza una frase que resume el sentir general: “Estamos muy contentos con la respuesta. Es mucho trabajo, desde que abrimos no hemos parado, pero estamos muy contentos”. La reapertura de La Ballera no es solo la vuelta de un negocio, es la recuperación de un símbolo, de un lugar que forma parte del paisaje emocional de Villaviciosa.

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