El sueño de Joaquín Viña es devolver a Villaviciosa la castaña valduna: "Las de aquí tienen otro sabor"
A sus 73 años, ha convertido su terreno en un santuario de esta variedad, injertando uno a uno más de 200 castaños con el objetivo de alcanzar el millar

Joaquín Viña, en su plantación de castañales, en Villaviciosa, donde trabaja por recuperar la castaña valduna local / C. V.
Entre bancales y el sonido del viento entre las hojas, Joaquín Viña recorre su finca de Villaviciosa con la serenidad de quien trabaja por algo más grande que una cosecha. A sus 73 años, este hombre que fue Guardia Civil lleva quince años empeñado en rescatar del olvido en Villaviciosa la castaña valduna, una variedad autóctona que durante décadas estuvo al borde de desaparecer. “La valduna no nace, se hace”, repite, mientras muestra orgulloso los injertos que ha ido practicando árbol a árbol.
Hoy, sus más de 200 castaños se reparten entre montes y fincas que suman unas seis hectáreas, aunque el proyecto mira más alto, ya que espera poder alcanzar el millar de ejemplares. “Estas valdunas vienen de un castañal centenario de Pepe Cuadra, de aquí de Villaviciosa. De ahí saqué las púas para los primeros injertos. Son las auténticas valdunas de la Villa”, explica.
El proceso es largo y requiere una precisión casi artesanal. Desde que una castaña germina hasta que comienza a dar fruto pasan entre ocho y nueve años. Primero hay que esperar dos para injertar y, después, dejar que el árbol madure. “Aprendí solo, a base de perder y volver a intentarlo”, confiesa. “En un tiesto no salen, necesitan el monte, el mismo palo. Si no son del mismo tejido, no prenden”, añade.
Los castaños crecen en bancales hechos a mano, en una finca donde apenas puede entrar maquinaria por su situación geográfica. Joaquín limpia el terreno con la guadaña, protege cada tronco con mallas contra los corzos y los jabalíes, y sueña con un sistema de riego propio para garantizar el futuro. “La solución es limpiar y limpiar. Y Asturias tiene que asumir que será tierra de regadío o lo pasará mal con el cambio climático”, advierte. Su idea es construir depósitos para recoger agua de lluvia y del río, que sirvan tanto para regar como para prevenir incendios.
El monte es su laboratorio y también su refugio. Habla de cada árbol como de un tesoro, todos ellos marcados, conociendo su historia y su comportamiento. Sabe que el chancro es el enemigo silencioso de los castaños, y sigue con atención los estudios del Serida, aunque asegura que sus ejemplares resisten bien. “La clave está en cuidar el árbol y respetar el monte. Si lo haces, él responde”, detalla.
Un tesoro natural con carácter propio
Las valdunas maliayas son, para Viña, una joya natural con carácter propio. “Influye el terreno, la orientación, la humedad… Aquí tienen otro sabor”, asegura. Su sueño es consolidar una empresa que permita proteger la variedad bajo una futura denominación de origen. “En Asturias hay más valdunas, sí, pero estas son las de Villaviciosa. Si alguien viene con castañas y dice que son valdunas de aquí, que lo demuestre”, dice sonriendo.
Hablar de ello le recuerda varias anécdotas. Como hace dos años, cuando bajó a la plaza de abastos con veinte kilos de castañas. “La gente preguntaba si eran valdunas. Claro que lo eran. Al lado había castañas corrientes y comparándolas con estas, la gente alucinaba con el tamaño”, recuerda entre risas.
Las primeras cosechas ya asoman entre los oricios, grandes en el árbol, y algunos ya en el suelo. Aunque esto no quiere decir que la castaña no pueda seguir creciendo. “Mientras el oricio tenga agua, la castaña sigue creciendo aunque haya caído del árbol”, explica con tono casi de maestro. La época de recogida, entre finales de septiembre y noviembre, llena su finca de vida y de ese olor a otoño que trae recuerdos de infancia.
Quince años después del inicio de su andadura, Joaquín Viña sigue disfrutando cada día entre sus árboles, sabiendo que el fruto del esfuerzo tardará todavía en llegar. “Me llamaron loco, pero yo disfruto injertando. Si esto sale, será mi legado”, dice, mirando al horizonte donde crecen, despacio pero seguros, los castaños que devolverán a Villaviciosa su castaña más antigua.
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