La deuda impagada con Mari Trini: crónica personal sobre un posible crimen de hace cuatro décadas en Asturias que ahora quieren resolver
Una sociedad insensible respecto a la violencia sobre la mujer falló a la hora de proteger a esta maliayesa y a su bebé

Búsqueda de los restos en la casa familiar, en Matadeón de los Oteros, en 2016; abajo, en el recuadro Trinidad Suardiaz (izquierda) y Antonio da Silva, "el Portugués" (derecha). / Miki López
Mariola Menéndez
Trinidad Suardíaz Suero (1962), la maliayesa cuyo paradero se desconoce desde hace treinta y ocho años, carece de familiares directos. Esta ausencia de seres queridos no impide que siga estando presente en personas que ni siquiera la llegamos a conocer. Mantener vivo su recuerdo es un acto de justicia hacia ella y hacia su hija Beatriz, de la que tampoco se sabe nada desde el 15 de septiembre de 1987. Todas las sospechas recaen sobre el que era su esposo y padre, Antonio da Silva, conocido como "El Portugués".
Hace unos días la llama de ese recuerdo se volvió a encender. Fuimos unos cuantos los que nos congratulamos de que la juez del Juzgado de Instrucción número 4 de Gijón, Ana López Pandiella, reabriera el caso, ya que surge así una nueva oportunidad para ellas. Nadie las podrá salvar ya, pero sí confiamos en poder cerrar dignamente su historia. Es un mero acto de justicia, así como de compromiso social y feminista.
Esta decisión judicial no es baladí, pues permite reanudar su búsqueda en la balsa de una antigua mina de fluorita en Berbes (Ribadesella), en la que los vecinos sospechan desde hace años que podrían estar sus cuerpos. La Policía Nacional persiste en su empeño de esclarecer el caso y quiere corroborar si efectivamente hay restos de la madre y de su hija en el interior de uno de los dos coches que, según recuerdan, "El Portugués" tiró al agua de una laguna que antaño hizo las veces de vertedero.
Dieron la pista ya en enero de 2018, cuando los miembros de Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV) registraron lo que quedaba de la que fuera vivienda familiar en Berbes. Entonces, las dificultades de la operación impidieron que la juez autorizara el rastreo. Ahora, la Policía Nacional ha localizado los coches y tiene vía libre judicial para proseguir con la investigación.
A finales de la década de los años ochenta del pasado siglo se actuaba poco, por no decir nada, en contra de la violencia de género y mucho menos se hablaba de la violencia vicaria. Mari Trini, como así la conocían los suyos, denunció y dejó constancia del maltrato que le infligía su esposo. Nadie supo, pudo o quiso ayudarla. Ella misma contó a los suyos el espantoso episodio que sufrió al poco de casarse: Antonio da Silva intentó despeñar el coche por un terraplén y quemar a su mujer y a la abuela de ésta, con la que convivían. Las mujeres lograron escapar, pero esta salvaje tentativa de acabar con sus vidas no tuvo consecuencias judiciales ni penales. Ninguna.
La mujer trató de huir de él refugiándose en casa de sus padres; pero, como suele repetirse en demasiados casos de maltrato, él la convenció para que no lo abandonara. No lo sabemos, pero podemos imaginar que lo hizo con promesas de un amor que nunca le profesó.
Como cabía esperar, Mari Trini volvió al infierno conyugal en la vivienda familiar de Berbes. La Policía Nacional encontró allí notas manuscritas en las que pedía auxilio, porque su marido la tenía encerraba, dejando constancia de su sufrimiento. Nuevamente, nadie acudió en su ayuda. Quizá porque se consideraban asuntos íntimos en los que uno no debía inmiscuirse. No había una concienciación social contra la violencia de género.
"Antonio, cúrate"
Así todo, la mujer siguió luchando por salvarse, con las dificultades añadidas de su ligera discapacidad intelectual. En una libreta verde, en la que anotaba recetas de cocina (reflejo de esa mezcla entre la supervivencia y los quehaceres domésticos) le escribió una carta a su esposo: "Antonio, mira, será mejor que no vengas por aquí a molestarnos más, porque todo lo que tenías aquí lo llevaste. Lo que teníamos que hablar ya lo hablamos, y si tenemos que hablar más, lo hablamos en el Juzgado". Repitiendo el patrón de muchas mujeres maltratadas, trataba de justificar el comportamiento de su pareja: "Antonio, cúrate, que no estás bien, tú tienes algo, y cuando tú cambies y yo cambie, entonces volveremos a juntarnos y seremos felices". Pero Antonio nunca se curó y ellos nunca llegaron a ser felices juntos.
En Matadeón de los Oteros (León) el suplicio continuó. El marido tenía encerrada a su esposa en la bodega de la casa y ella pedía ayuda a los vecinos tirando notas al patio de la casa colindante. Él fue detenido por amenazas de muerte y tenencia ilícita de armas, pero Mari Trini siguió sin protección. Huyó de nuevo a Asturias, gracias a la ayuda de sus padrinos. En ese momento estaba embarazada de su hija. Él volvió a buscarla y ella regresó con su verdugo, parece que mal aconsejada por las monjas gijonesas que la habían acogido. Entonces, la moral cristiana imponía que la esposa, a pesar de todo, debía estar con su esposo. Era su obligación.
El 15 de septiembre de 1987 el matrimonio no se presentó al juicio que tenía pendiente por las presuntas amenazas de muerte del marido. No se supo más ni de la mujer ni de su hija, que tenía trece meses. Se cree que pudo matarlas por esas fechas. Antonio da Silva fue encarcelado en 1989, durante un breve período, pero por la tenencia de armas.
Trinidad Suardíaz Suero trató de huir de su infierno y pidió ayuda para conseguirlo, pero no la encontró en ningún lado, al igual que tampoco halló la protección que necesitó para ella y para su hija. No hay pruebas contundentes, pero tampoco hay dudas, de que convivía con su verdugo. Antonio da Silva negó reiteradamente a la Policía Nacional conocer el paradero de sus familiares, negando así ser el culpable de su desaparición. Ahora, él vive en una residencia de Zamora. Los hechos han prescrito judicialmente, pero no socialmente. Somos muchos los que deseamos que se pueda cerrar el caso de esta maliayesa para propiciarle, casi cuarenta años después, la justicia que no alcanzó en vida y que se merece.
"¿Quién sabe dónde?"
Aunque resulte un tópico, es cierto que la mayoría de los periodistas soñamos con publicar una noticia determinada. Del mismo modo que me hubiera fascinado entrevistar a Federico García Lorca, mi espina es no haber podido contar qué fue de la maliayesa y de su bebé. Es, sin duda, el caso periodístico que más me ha marcado y en el que más me he involucrado personalmente. Fue la también periodista maliayesa Isolina Cueli quien me puso tras la pista de Trinidad Suardíaz. Me animó a recordar su caso en LA NUEVA ESPAÑA, lo que me llevó a contactar con unos parientes en agosto de 2014. Eran los únicos familiares que le quedaban. Su padrino de boda y primo del padre, Senén García Rivero, y su esposa, Mercedes Nosti, me contaron que incluso habían acudido al famoso programa de televisión "¿Quién sabe dónde?", presentado por Paco Lobatón, para dar con su paradero. Senén Sainz Rivero, también primo del padre de la desaparecida, igualmente realizaba por aquel entonces un llamamiento para esclarecer lo ocurrido.
El poder de la fluorita
Aunque la petición de sus parientes en LA NUEVA ESPAÑA, de momento, no ha logrado el objetivo esperado, sí consiguió que la Policía Nacional retomase su búsqueda en diciembre de 2014. Su hermano había denunciado la desaparición años atrás en la comisaría de Gijón, lo que dio pie a que se reabriera el caso. La Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV), con el equipo dirigido por el inspector jefe Ignacio Martínez Pinsón al frente, inició una intensa investigación, cuyas pesquisas trascendieron al ámbito internacional. Incluso, propició que la Unidad Militar de Emergencias realizara una excavación en la antigua vivienda familiar de Matadeón de los Oteros. La jueza Ana López Pandiella también ha sido y es clave en tratar de esclarecer este caso. Son los principales artífices de que siga vivo el recuerdo de Mari Trini.
Hace casi siete años dejé de escribir en LA NUEVA ESPAÑA para enseñar a los adolescentes a redactar en mis clases de Lengua Castellana y Literatura. Hoy estoy aquí de nuevo gracias a y por Mari Trini. Somos muchos los que queremos hacer justicia a una mujer que no logró sobrevivir a su infierno. Confiemos en la fuerza de la fluorita (mineral que se extraía en la mina de Berbes), pues se le atribuye el poder de la protección, esa que se le negó reiteradamente a Trinidad Suardíaz. El próximo 7 de noviembre cumpliría 63 años.
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