El madrileñu
Si alguien espera obtener aquí noticia del exitoso último trabajo de C. Tangana, advierto que no es el caso. Nuestro madrileño trabaja en Nuevos Ministerios y le falta poco para jubilarse Esto le ilusiona, entre otras cosas porque le permitirá pasar temporadas más largas en Villaviciosa.
En la Villa veranea desde los diez años. Por tanto, conoció con sus padres aquel pueblo de antes de la autopista: bastante cerrado en sí mismo, un tanto asfixiante en lo cultural, y en el que siempre ganaba las elecciones Alianza Popular. La Tradición, hoy estimada y revisitada, resultaba algo opresiva entonces, achicando la libertad personal y penalizando al diferente.
El niño, con sus estancias estivales, no podía comprender todas las claves de esa comunidad a la que la aldea nutría y daba sentido: críos aldeanos en el instituto, productos aldeanos en la plaza de abastos, ahorros aldeanos en los comercios… No necesitaba comprenderlo para disfrutar de los helados de Tere la de Los Valencianos, o de la playa de Rodiles. Por pura justicia, el madrileño se ha propuesto promover una estatua que inmortalice la estampa de Tere y su carrito de los helados en la Plaza del Güevu. Miles de vecinos agradecidos a su laboriosidad y su paciencia infinita la sufragarán por suscripción popular.
También conoció el madrileño los últimos tiempos del mercado de ganado, detrás del parque. Le impresionaban los torotes, y el ambiente ruidoso y gesticulante de los paisanos que gozaban de su expansión semanal. No olvidará la caseta del queridísimo Manolín El Ferrador, siempre tan afable y cariñoso con los chiquillos, ni los calendarios colgados en la pared que captaban poderosamente su atención.
Con el paso del tiempo el madrileño fue mejorando su expertise en asuntos maliayos. Por acumulación de experiencias, sí, pero también por la inteligencia de su mirada, respetuosa y llena de curiosidad a un tiempo. Así fue conociendo los hórreos y los llagares, les llámpares y los oricios, La Dolorosa y Los Judíos, Muebles Valle y La Portalina…
A sus 60 años, con su estilismo de camisas vaqueras y desaliño cool, el madrileño ya es parte del paisaje humano local. Le gusta invitar a su casa a los vástagos de Tierno Galván y de Esperanza Aguirre, que de todo hay camino de La Almudena. Y se enorgullece ante sus amigos cuando le saluda la gente por la calle. Les llevará de tour por el concejo, y les colocará, visita tras visita, sus hits de forastero naturalizado. Nunca faltarán las dos palabras mágicas que todos los gatos deben llevar aprendidas de vuelta al Km 0: MAGAYA Y BURUYU. Tres as y tres us summum de la integración en la Comarca de la Sidra.
Invitará a los colegas de la capital del Reino a su sidrería favorita, destacándoles la ventaja añadida del Centro de Urgencias con sólo cruzar la calle. Bien abastecido por el escanciador ucraniano, gozará mientras se infla escuchando las cortesías de sus acompañantes: que si el Paraíso Natural, que si la calidad de vida, que si qué bien tevemos aquí…
Y entonces El Madrileñu, transfigurado ya en El Asturiano, se pondrá de pie. Y complacido en su rutilante papel de villaviciosino nuevo se arrancará, generoso y acogedor, con el chotis inmortal… "Madrid, Madrid, Madrid…" O, ¿por qué no?... con una de C. Tangana.
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