Se apagó la Navidad

Luis Rivaya

Luis Rivaya

“Acabóse tou. ¡Tamos europeizaos!”… y empiezo así porque me guste o no debo de estar haciéndome mayor (o serlo ya), y me sorprendo con cosas a las que no estoy acostumbrado o que todavía no acierto a comprender muy bien. Desde hace días arrastro un “halo de lunática tristeza” como decía Víctor Manuel en aquella preciosa canción. Una especie de nostalgia silenciosa que comenzó el pasado jueves tras pinchar algo mientras bebía unos culines de sidra con unos buenos amigos en un restaurante situado junto al Ayuntamiento.

Todo empezó al salir de allí y descubrir que mientras estuvimos en el interior había estado orbayando y por tanto, mojando las aceras maliayesas que gracias a Dios -y supongo que, a alguno más- ya no resbalan como antaño. Pero lo que sí me impactó realmente fue que la luz y todo el colorido de la Villa de las últimas semanas habían desaparecido. A esa hora se escuchaba el silencio y no transitaba ningún coche. Es más, salvo nosotros, literalmente, no había ni un alma por la calle cuando apenas eran las once de la noche. Y ¿por qué estoy así? Pues seguramente porque en más de una ocasión he pensado que Europa nos ha absorbido. Porque ya casi nadie canta “Mi carro”,

“El porompompero” y “La minifalda” y no porque nos dejase el bueno de Manolo Escobar. No queda nada de aquellas noches en que los relojes movían sus agujas hacia adelante sin pensar en el amanecer y que fascinaban a todos los turistas extranjeros que llegaban a nuestro país. Por no quedar… ya ni se escucha el “Viva España” (que para algunos está hasta mal visto), y hasta es posible que María Jesús ya no tenga ni su acordeón para cantar “Los pajaritos” en las noches locas de Benidorm. Como muchos cada vez estoy más convencido de que realmente algo está pasando y el llamado cambio climático está aquí y eso tampoco lo puede negar nadie. No les miento si les digo que hasta esta semana no había sentido el invierno y si me apuran ni la bajada de las temperaturas en esta época cuando todo apunta a que ha llegado el momento de abrigarse de un frío que, en estos tiempos, parece distinto y es más suave del que siempre conocimos.

Y ¿qué me dicen del tema de la luz y sus recibos? Jamás hasta ahora leí, escuché y viví unos informativos en prensa escrita, radio y televisión donde me anunciasen a diario el precio del kilowatio/hora y el mejor momento que tengo durante el día para poner la lavadora o que busque la mejor oferta, que solicite el “bono descuento” o que cambie de compañía…

Pero ¿qué está pasando? Vivimos en un mundo en el que todo va muy deprisa. Posiblemente demasiado deprisa. Yo mismo ni siquiera me había parado a pensar que la Navidad ya se había acabado hace una semana y reconozco que estaba ciego hasta que me topé con ella. Estaba sola, al aire libre, sin luz y tiritando. Era la mismísima, “Campanona del Güevu” que se encontraba en medio de una Plaza del Ayuntamiento vacía que días atrás, había estado repleta de gentes durante la Cabalgata de los Magos de Oriente. El “meeting point”, el punto de encuentro de la Villa en el que tantas personas se han fotografiado y ‘selfieado’ durante la navidad estaba apagado gozando de su merecido descanso.

Concluidas las fiestas navideñas entiendo que el alumbrado decorativo tiene que desaparecer de nuestras calles a pesar (y no me refiero al recibo de la luz), del “subidón” psicológico que nos produjo a muchos vecinos dicho alumbrado pues la verdad es que Villaviciosa estuvo radiante y preciosa durante todo el tiempo de navidad con luz, color y vida. Con música de villancicos por sus calles y rincones. Con belenes, comercios y negocios en los que se respiraba mucha paz y buen espíritu. Fue un tiempo en el que todos fuimos y nos sentimos más buenos que de costumbre. Y eso es lo que me han dicho muchas de las personas que conozco.

Aunque hace unos días se apagó la Navidad no quiero que se apague su llama en Villaviciosa. Ojalá todos arrimemos el hombro y aunque sea con menos luz y con menos colores, hagamos lo posible para convertirnos en grandes escaladores como lo fueron sobre sus bicicletas Federico Martín Bahamontes, Julio Jiménez y nuestro inolvidable José Manuel Fuente “El Tarangu” afrontando con decisión y alegría las cuestas que se nos avecinan en estos primeros meses del año.

En pocas fechas la Villa volverá a ser el escenario preferido por nuestros pequeños. La llegada del Antroxu, del Carnaval, ilusionará a chicos y grandes y no olviden que a la velocidad que va esto muy pronto llegará otro de los momentos mágicos y solemnes con siglos de tradición como nuestra Semana Santa reconocida como una de las mejores del norte de España. Estaremos “europeizaos” en muchas cosas pero, reflexionando así por encima, creo que algo me equivoqué al empezar este escrito y no se ha acabado todo aunque sí es verdad que se apagó la Navidad y lo sé no solo por las luces y adornos sino porque yo también ya he guardado a los Reyes Magos en su caja.