¡¡¡Por los pelos…!!!

Luis Rivaya

Luis Rivaya

Tengo la sensación de que todo va muy deprisa y quizás, demasiado. A veces suelo expresarlo en voz alta utilizando aquellas palabras de Santa Teresa de Jesús que empezaban con un “vivo sin vivir en mí…” y es porque, en un abrir y cerrar de ojos, ya se han pasado ochenta días desde que comencé a juntar letras para expresar mis sentimientos y lo que acontecía por Villaviciosa y alrededores.

Primero fue la llegada del tiempo de Navidad. Sus luces, colores y belenes marcaron ese inicio al que siguió mi disgusto por los pronósticos y negativos augurios meteorológicos que anunciaban para nuestra tierra que lucía un sol espléndido. Más tarde llegaría el contraste entre la ilusión de los pequeños con los Reyes Magos y el pesar por el regreso a Ucrania de personas que habían llegado hasta nosotros huyendo precisamente de una guerra que cumplirá su primer año en menos de dos semanas.

Y también la apuesta por la cultura y el turismo religioso que puede ofrecer Valdediós y todo el arte románico que tenemos esparcido por una naturaleza de infinita belleza. Una belleza propia de este paraíso con mar, valle y montaña que sólo ensombreció la pérdida de cuatro vecinos que nos dejaron por enfermedad y un desgraciado accidente de tractor. Hoy, como dicen que sobre gustos no hay nada escrito, me aventuro a contarles una historia que tiene como protagonista a uno de los vecinos más conocidos de Villaviciosa y cuyo nombre, por propia definición, aporta suerte: Fausto Sánchez Cabranes, peluquero no sé si de vocación, oficio o profesión pero para muchos toda una institución.

Nacido en la aldea de Parandi cerca de Torazo (Cabranes), llegó a la Villa con nueve años para entrar -como él dice- en el entonces “reformatorio” de San Francisco (hoy convertido en Residencia de mayores), dónde pasó más tiempo castigado de rodillas que de pie o sentado. Ello ocurría casi a diario porque era un auténtico trasto que no sabía guardar silencio en ningún momento.

Fausto compartía su tiempo en mazmorras con varios grandes amigos como eran Javier Carrión (el chapista del taller de San Pedro de Ambás), Olivares, el famoso Longinos y Berros que era listo como el hambre y al que castigaban menos porque además de ser rubio y con ojos azules, aprobaba todo. Nuestra relación comenzó en el año 2010 cuando me trasladé Nava y vine a vivir a San Martín del Mar, a la vera de la Ría de Villaviciosa. Desde la primera vez que entré en su peluquería me di cuenta de que encajábamos perfectamente y cuando nos quisimos dar cuenta resulta que ya éramos amigos a pesar de ser distintos…

Sí. Mi peluquero y yo somos distintos aunque iguales en muchas cosas y por ello dejo que ‘me pase por las armas’ aproximadamente cada mes y medio en que, como los buenos maestros de la tauromaquia, me recibe siempre a “porta gayola” en un local en el que lleva más de cincuenta años de su vida cortando y arreglando el cabello a los villaviciosinos. En una pequeña libreta (nada de ordenadores, móviles ni cosas raras de esas que se usan ahora), toma sus notas y nos tiene controlados a todos sus clientes poniéndonos dos únicas condiciones aparte de pagarle al final del servicio: la primera, ser puntuales con la hora acordada para no estropear el orden que lleva y en segundo lugar, acudir con la cabeza lavada y bien limpia. (No le importa nada si la tenemos o no bien amueblada).

En Peluquería Fausto (todo un personaje al que puedes ver pasar en bicicleta por cualquier calle de la Villa), salen unos y entran otros. Es algo así como el cambio de guardia en el Palacio de Buckingham. Mientras termina de limpiar el sillón del cliente que se acaba de ir ya te está diciendo “cuando quiera Don Luis” invitándome a que me siente frente al espejo en el que a la izquierda tiene una foto en la que aparecen la ex política italiana Cicciolina y el propio “Faus”.

Ni la que fue actriz porno ni el propio peluquero me quitan ojo mientras dura el corte y arreglo de pelo y barba que me hace este viejo rockero cabranés que ya es más maliayés que muchos nacidos en la propia Villa. Fausto desde siempre ha sido muy amigo de sus amigos. “Pichi” y Manolo son sus colegas favoritos junto a Piñuli. También lo era Pedro que falleció recientemente. Una panda que las debió armar muy gordas en su juventud hasta que este artista del peine y las tijeras recapacitó y terminó “medio” sentando la cabeza. Fue entonces cuando aprendió a cortar el pelo con Miguel

Ángel Blanco, en la calle Río San Pedro de Oviedo. Lo que no se puede negar es que es un tipo entrañable y cariñoso. Yo diría que auténtico y con el que te ríes un montón. Un hombre que siempre dice lo que siente -caiga quien caiga- y le guste o no a quien le escucha. Estoy convencido de que es un hombre bueno y por eso, mientras sostiene la tijera en su mano ni tiemblo ni me pongo nervioso a pesar de que repite con cierta frecuencia que le gusta demasiado el “chume” -la sidra especialmente- y los “cacharros”.

Su peluquería es todo un ‘santuario’ y como si de un museo se tratase, en ella muestra toda una colección de sillones de barbería así como todo tipo de navajas, maquinillas y útiles de peluquería que retozan con la buena música que sale de su equipo ‘vintage’ que proyectan cuatro cajas acústicas de la marca Vieta que tuvimos muchos. También hay cuadros, fotos, la maqueta de un velero y hasta una moto Vespa y dos guitarras eléctricas réplica de las famosas Fender.

Por si fuera poco, “Faus” presume de haber asistido a todos los conciertos que dieron en España los Rolling Stones (incluso en aquél que no pudieron ofrecer por indisposición y afonía de Mick Jagger).

Rosa y Laura son sus hijas. Fausto es un hombre jovial que disfruta viajando y que habla sin tapujos. Tiene una gracia innata que te hace reír casi sin parar lo que te obliga a consentirle todo llegando incluso a estar de acuerdo con él aunque pensemos de diferente manera. Finalmente descubrirles otra de sus grandes pasiones: el automovilismo, Fernando Alonso y la Fórmula 1. Precisamente del campeón y nuevo piloto de la marca Aston Martin tiene firmada una gorra Renault y un polo Ferrari dedicado en el que se puede leer entre admiraciones un simpático “¡¡¡Por los pelos…!!!”

P.D. Fausto no me sube el precio porque dice que cada vez tengo menos pelo.