Siete apellidos ucranianos

Luis Rivaya

Luis Rivaya

SOFÍA HOLUB de ocho años y DEMID SOTNYKOV de siete, fueron los primeros en bajar de las furgonetas y dirigirse corriendo hacia las cabritas enanas que habían visto desde sus ventanas al llegar a San Martín del Mar (Villaviciosa). Poco más tarde la madre de SOFÍA, HANNA HOLUB (34), para nosotros ANIA, también se acercó a verlas acompañada por NINA, su otra hija de tan sólo dos añitos. En apenas unos segundos los animales consiguieron cambiar sus caras de tristeza y cansancio después de un largo viaje de cuatro días huyendo de la guerra en su país y hacia un territorio desconocido.

Al parecer SOFÍA no había abierto la boca desde que salieron de Polonia que era el lugar a donde habían llegado ‘con lo puesto’ tras dejar su casa a toda prisa. Era una cría con largo pelo, callada y tímida. Sus “rescatadores” asturianos me comentaban en ese momento que durante todo el viaje la niña estaba como “ida”, ausente y con la mirada perdida a través de sus gafas sin expresar absolutamente nada. Sin embargo el simple hecho de acercarse y acariciar a las cabritas le devolvió toda la fuerza a su voz. Entusiasmada lanzó un grito al cielo y en su cara se dibujó una gran sonrisa. Algo parecido le ocurrió a su primo DEMID, un guaje delgado e inquieto a más no poder que parecía haber sido pastor al ver lo bien que se desenvolvía con ellas.

Muy cerca de mí veía como las lágrimas caían por las caras de quienes les habían traído al contemplar con emoción las evoluciones de los niños jugando con aquellos animales y ver su alegría y felicidad. La historia que les cuento hoy ocurrió hace un año en la tercera semana de guerra en Ucrania. Fue el jueves 17 de marzo de 2022 cuando hasta Villaviciosa llegaron varias familias que habían sido recogidas por un grupo de voluntarios de Mieres desplazado hasta allí viajando en cuatro furgones repletos de ayuda humanitaria. Una vez entregado el material (ropa, alimentos y medicinas), decidieron no regresar a Asturias de vacío y fue en Varsovia, la capital polaca, donde subieron a los vehículos todas aquellas personas que

decidieron venir a nuestro país.

Ni que decir tiene que José Luis, Luis Manuel, Juan, José Manuel y Julio...venían muy impresionados de todo lo que habían visto a más de 3.700 kilómetros del río Caudal. Un equipo solidario formado por un comercial, dos policías locales (que estaban de vacaciones), y dos empleados municipales que habían sido capaces de reunir distintas ayudas para el pueblo ucraniano a través de las redes sociales.

Los astros empezaban a alinearse porque días antes del regreso del convoy, Elena, una ucraniana asentada en Gijón desde hace años, se había puesto en contacto con Jenny Berros propietaria del Hotel Alavera tratando de conseguir alojamiento para unas familias que estaban en camino hacia aquí. Y tuvo suerte porque al estar cerrado el establecimiento en aquél momento, Jenny no dudó en ofrecer su acogida y máxima colaboración.

De verdad no sé si en Ucrania existe refranero o algo similar. Aquí decimos que “Dios los cría y ellos se juntan” y me temo que no debe ser exclusivo nuestro pues con ANIA también llegó su hermana gemela IRYNA, IRA SOTNYKOVA (34), madre del pequeño DEMID así como su suegra, ANNA KYLAGINA (55), abuela del pequeño y a quien acompañaba otra nieta, ALINA SOTNYKOVA de 15 años de edad. La cosa no terminaba ahí ya que en la expedición también venía OLENA HOLUB (56), suegra de ANIA y abuela de sus hijas SOFÍA y NINA.

Las familias residían en Mykolaiv una de las ciudades más importantes del país a 65 kilómetros del Mar Negro. El ejército ruso la castigó con dureza resultando prácticamente destruida en los primeros bombardeos. Mujeres y niños iniciaron el éxodo hacia la frontera pero quedando en Ucrania DANIEL (9 años), el mayor de los hijos de IRYNA, al estar pasando unos días con su otra abuela lejos de Mykolaiv. Esta terrible ausencia terminaría atormentando a su madre que, dos meses después, decidiría salir de Villaviciosa y regresar con DEMID al ‘ojo del huracán’, a la guerra, para tratar de reunificar a su familia.

Aquella misma tarde la planta baja del hotel quedaba ocupada por los ocho miembros de estas familias a las que posteriormente se uniría otra mamá con su hija: SVITLANA SHVIEDOVA y su bella y pequeña NIKA, otra ‘niña de anuncio’ como NINA. Su estancia sería breve al trasladarse a casa de unos vecinos que también se habían ofrecido para acoger a alguna familia.

Las banderas de España, Asturias y Ucrania ondeaban en la primera ‘espicha’ que preparamos con la Asociación de Vecinos de San Martín del Mar. La prensa y televisión se hicieron eco de ello y este primer encuentro sirvió para unir a todo el vecindario que quizás estaba algo distanciado después de la pandemia.

Poco tiempo después llegarían YULIYA SHUPORTIAK, YULIA (48), y su hija SNIZHANA CHEBLINA, de 12 años que es muy buena estudiante y toda una “Virtuosa de Kiev” puesto que toca piano, violín y hasta ukelele. Desde el primer momento quisimos que todos se sintieran como miembros de nuestra familia. De esta manera y sin darnos cuenta el hotel recuperó su vida y calor al tiempo que íbamos conociendo a estas personas con la vida rota por la guerra y por la ausencia de los suyos.

Yo me encariñé con el pequeño DEMID y lo pasé mal cuando se fue. Juntos pasamos muchas horas ya que venía a hacerme compañía, tal vez, porque todo eran mujeres salvo él y yo. Se sentaba cerca y todos los días me pintaba folios en los que aparecían dos tanques disparando. Uno con la bandera de Rusia y otro con las banderas de Asturias y Ucrania sin yo haberle dicho nada.

Me preguntaba que estaría pasando por la cabeza del crío que terminó regresando a Ucrania con su madre el día 2 de mayo con una ONG que viajaba desde La Rioja

A diario en el hotel había mucha actividad y visitas. A HANNA le gustaba la cocina y pasaba prácticamente todo el día allí preparando comidas y cenas hasta que encontró trabajo. ANIA estaba desbordada por la vitalidad de su pequeña NINA pero se organizaba para demostrarnos a todos que es una grandísima repostera. Espectacular, para ser justos. Además es buena trabajadora y están muy contentos con ella en el negocio de turismo rural donde desarrolla su labor. Por su parte OLENA su suegra ejercía como abuela y colaboraba en lo que hiciera falta aunque muy preocupada y echando mucho de menos a su marido que trabajaba en una fábrica rusa ubicada en Mykolaiv y que meses después terminaron por bombardear los propios rusos, sus propietarios…

Por las noches tratábamos de reunirnos un rato para tomar un “algo” mientras los móviles echaban humo con el traductor español-ruso y viceversa ya que fueron educadas en ruso. Y también compartíamos esos momentos duros en los que sus maridos ausentes lloraban y hablaban lamentando la situación que estaban viviendo. Las lágrimas volvían a aparecer, esta vez de pena y dolor.

Las últimas “chicas” en llegar también se adaptaron perfectamente. YULIA cuyo marido es cámara de la TV ucraniana, encontró su puesto de trabajo como cuidadora de una persona mayor al tiempo que su hija sigue estudiando y progresando con las clases de violín en el Ateneo de la Villa.

Durante tres meses quedó claro que la unión hace la fuerza. Varios vecinos estuvieron muy implicados colaborando en todo (papeles y documentaciones, gestiones de todo tipo, ropa y comida, desplazamientos y búsqueda de trabajos…). También celebramos varios cumpleaños, les llevamos a Tazones, a la playa de Rodiles, etc. y hasta fuimos de excursión en autobús para que conociesen Covadonga, los Lagos y el Museo del Jurásico.

Personalmente confieso que fue una experiencia maravillosa que me ha hecho ver la vida de otra forma y manera. Cuando se fueron notamos el vacío que dejaron y sentimos su ausencia.

En junio el hotel abriría de nuevo sus puertas al público y hoy, al cumplirse un año de la llegada a San Martin del Mar de la Expedición “Slava Ukrayini” me he visto en la obligación de recordar cuanto les he contado.

Todas estas valientes mujeres están instaladas y tienen casa y trabajo. También a sus hijas escolarizadas y forman parte de la comunidad de Villaviciosa.