Opinión

La obsesión por permanecer joven a toda costa

La obsesión por la eterna juventud se ha convertido en un fenómeno omnipresente en nuestra sociedad. Esta fijación no es solo estética o cultural sino que está arraigada en el tejido económico, porque responde, por supuesto, a incentivos financieros. El mercado global ha sabido comercializar el deseo humano de detener el paso del tiempo.

El ideal de la juventud, consolidado por la industria de la belleza, la moda y el bienestar como sinónimo de éxito, salud y atractivo, impregna todos los sectores. Cosméticos anti edad, cirugías, tratamientos dermatológicos, suplementos vitamínicos y programas de ejercicio personalizados son solo algunos de los productos que prometen mantenernos en el mejor estado posible. A pesar de que la narrativa detrás de la idea “envejecer es un proceso que hay que combatir” no puede ser más idiota y antinatural nadie hace nada parta combatirlo porque hablamos de beneficios multimillonarios.

La juventud es, además, percibida como un valor rentable: las personas jóvenes o "de apariencia joven" tienen mayores probabilidades de ser contratadas, promovidas y celebradas en entornos laborales, sociales y de medios. Esta presión genera un círculo vicioso, donde invertir en la apariencia juvenil no es un lujo, sino una estrategia de supervivencia en un mercado laboral competitivo.

La discriminación por edad tiene un importante impacto económico en las vidas profesionales de muchas personas. Las empresas de tecnología, entretenimiento y moda priorizan a los empleados jóvenes, dejando a muchos profesionales enfrentados a la marginación u obligándolos a adoptar estrategias para parecer más jóvenes.

Las redes sociales amplifican esta presión. Plataformas como Instagram, TikTok y YouTube están llenas de “influencers” que representan el estándar de juventud y perfección. Las marcas aprovechan estos canales para promover productos que prometen rejuvenecimiento, utilizando algoritmos que refuerzan constantemente la asociación entre juventud y valor personal.

Además, las redes sociales son vitrinas globales donde las personas proyectan una imagen idealizada. Esto no solo aumenta el consumo de bienes y servicios relacionados con la juventud, sino que también perpetúa una cultura donde la autoestima y la valía personal se miden en términos de apariencia física.

La presión económica por permanecer joven tiene repercusiones profundas en la salud mental y el bienestar de las personas. La búsqueda incesante de la juventud puede generar ansiedad, baja autoestima y una desconexión con la realidad del envejecimiento como un proceso natural. Además, quienes no logran cumplir con estos estándares sienten que su valor se desvanece, lo que fomenta un ciclo de insatisfacción

Socialmente, esta dinámica también refuerza las desigualdades, ya que no todas las personas tienen acceso a los recursos necesarios para mantenerse dentro del ideal de juventud promovido por la sociedad. Esto perpetúa una brecha entre quienes pueden costear tratamientos y productos antienvejecimiento y quienes no, exacerbando desigualdades.

Es necesario contrarrestar estas dinámicas mediante la promoción de un cambio cultural que valore la diversidad en todas las etapas de la vida. Las campañas publicitarias y los medios de comunicación pueden desempeñar un papel crucial al mostrar ejemplos positivos de envejecimiento y al normalizar la aceptación del paso del tiempo. Las políticas laborales también deben abordar el edadismo, fomentando prácticas que celebren la experiencia y la sabiduría.

Todos debemos contribuir al cambio cuestionando los ideales impuestos y buscando alternativas más auténticas y sostenibles para cuidar del cuerpo y la mente.

Aceptar el envejecimiento como una parte natural de la vida no solo beneficia a las personas, sino también a una sociedad que, al valorar todas las edades, se vuelve más equitativa y humana.

La presión por permanecer joven es una consecuencia directa de las dinámicas económicas que gobiernan nuestra sociedad. Desmontarla es una obligación y requiere una acción conjunta que nos lleve a redefinir los valores.

¿Cuándo la sabiduría y la experiencia, como consecuencia de la edad, dejó de ser un grado?

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