Opinión
Cada día entiendo menos
No sé si estaré o no inspirado en el día de hoy porque cada día entiendo menos a este mundo en el que vivimos. Tampoco sé cuanto más escribiré porque viendo lo que veo, tendría para llenar ríos de tinta que necesitarían de un “Puente sobre aguas turbulentas” mayor que el de la canción del dúo americano “Simon & Garfunkel”.
No sé lo que está pasando ni si se trata de una nueva y disfrazada pandemia (también de origen desconocido). Pienso que mucho están cambiando las cosas aún siendo consciente de que al mundo no hay quien lo pare y está en continua evolución. Pero casi mejor se lo explico:
Se dice que “hay que ser políticamente correcto” que es una frase más usada que el papel higiénico y que llevo escuchando la ‘tira’ de años. Si ello debe ser así, me pregunto: ¿Por qué nos castigan con sus líos y affaires de todo tipo día tras día? ¿“A quién le importa” -que diría la inolvidable Raffaella Carrá- lo que hagan o dejen de hacer los políticos y adjuntos con sus amoríos y aventuras? ¿En qué nos beneficia a los contribuyentes y ciudadanos de a pie?
Definitivamente empiezo a creer que los programas televisivos de ‘marujeo’ como el viejo “Aquí hay tomate”, el “Sálvame” más reciente o los ‘realities’ iniciados con el primer “Gran Hermano” y hasta, por ejemplo, “La Isla de las tentaciones” entre otros muchos, se han apoderado de la audiencia española que no saber vivir sin parecerse o ser, como “La vieja l’visillo” del genial José Mota.
Que si la mujer o el hermano del presidente Sánchez,… que si la pareja de la presidenta Ayuso,… que si la novia o ex del exministro Ábalos,… “Pero ¿en qué país vivimos?”. Este era el título de una película de José Luis Sáenz de Heredia en 1967 protagonizada por Manolo Escobar, Conchita Velasco y Alfredo Landa cuando todavía vivía Franco…
Empezando este 2025 los españoles tenemos más juicios por delante que todos los que tenía aquél abogado llamado Perry Mason de la famosa serie de televisión de los años sesenta. Los juzgados de medio país, la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo y otros estamentos… ya no dan abasto con tanto trabajo por la cantidad de causas de famosos de la política en los que -presuntamente- también están implicados sus familiares, amigos, empresarios, testaferros,… ¡y vaya usted a saber!
Creo que en la actualidad se están perdiendo una serie de valores y que, sin darnos apenas cuenta, nos están empujando hacia un mundo nuevo y muy distinto al que conocí desde que di mis primeros pasos. Son demasiadas las veces que me rebelo por ello y confieso que ya me he hartado de decir a mis amigos y personas más cercanas (incluso a las que no piensan como yo), que no me gusta lo que veo al ser testigo de esa pérdida de educación, respeto y especialmente, sentimientos.
Haber nacido a mediados del pasado siglo significó descubrir al Real Madrid y sus cinco primeras Copas de Europa (1956-1960), siendo parte de una generación en la que surgieron cosas buenas, regulares y malas como fue una nueva música denominada “pop” con The Beatles y Rolling Stones, etc. o el movimiento ‘hippie’ y desgraciadamente, las drogas.
Sirvió también para ver las grandes súper producciones del cine, del séptimo arte, con películas como “Los diez mandamientos”, “El Cid” o “55 días en Pekín” en los que tanto tuvo que ver el productor Samuel Bronston y aquellos impresionantes decorados que convirtieron en la misma China a la localidad de Las Rozas, en Madrid.
Los que somos de la generación del 50 seguimos atentamente aquellas jornadas de lucha de la “Revolución de mayo del ‘68” en la que todos los estudiantes de la Universidad Complutense madrileña mirábamos hacia París… También nos tocó vivir y sufrir con el nacimiento de la banda terrorista ETA que, en uno de sus atentados, dejó sin piernas a mi compañero de clase Jesús Cañedo Vega… Y, también, gracias al invento de la televisión, pudimos saber de la misión del Apolo 11 y de la llegada del hombre a la Luna en julio de 1969.
Ni que decir tiene que me gustó aquella transición -ejemplar y pacífica- que fue producto del consenso político al término de una larga dictadura y que parece desconocido o no existe en la actualidad... Con la llegada de la democracia y con un presidente elegido como Adolfo Suárez (que gustaba a casi toda España), nuestro país empezó a respirar de otra manera.
Pero, al margen de lo que les cuento no les miento si les digo que, por encima de todo, me quedo con el nacimiento de mis cuatro hijos y mis ocho nietos (que pronto serán nueve) y con aquél día seis de diciembre de 1978 en que los españoles aprobamos en referendum la Constitución. De entonces a hoy han pasado casi 47 años y a veces pienso que no hemos aprendido nada porque, como decía al principio, cada día entiendo menos.
Obligados por la necesidad en la inmensa mayoría de los casos, nuestro país siempre fue un pueblo emigrante y a los españoles nos acogieron en muchos países de Europa e Hispanoamérica. Y hoy el problema lo tenemos aquí con la llegada de muchos migrantes y parece que no somos capaces de buscar una solución a corto plazo.
Gracias a personas venidas de fuera se han cubierto muchos puestos de trabajo que son necesarios y en los que los españoles no queremos trabajar. La hostelería, construcción y empresas de reparto y transporte, son las más beneficiadas y sin embargo, hay quienes no lo aceptan y lo tildan como si se tratase de una invasión.
No soy agorero ni derrotista pero tengo clarísimo que vivo en una sociedad en la que cada uno va a lo suyo. Que son muchas las veces que decimos lo que no pensamos y sólo lo que nos interesa y beneficia. Por ello les pediría que reflexionemos por un instante:
Estamos perdiendo muchas de las cosas buenas que nos enseñaron nuestros mayores tras haber sufrido una guerra civil, fratricida y cruel, que a muchos dejó sin nada. Hasta sin familiares que fueron acribillados por ambos bandos.
Por eso me cuesta comprender que hoy, con todo lo que hay realmente importante y sin resolver, se estén preparando una serie de actos para conmemorar el 50 aniversario de la muerte de quien fuera Jefe del Estado hasta 1975. Y me cuesta admitir que les importe un comino la hemeroteca con todo lo que dijeron, ofrecieron y prometieron…
…Que se esté perdiendo el tiempo para enseñarnos una forma de hablar que han llamado inclusiva “con AS, OS y ES” mientras hay personas ‘sin techo’ que están durmiendo en la calle, en un cajero bancario o debajo de un puente tapadas con cartón y al calor de una hoguera.
Supongo que me llamará la atención “más de una, de uno o de une”, por esto que escribo tras lo que me ocurrió el pasado lunes 6, Día de Reyes, al pararme un señor por la calle para decirme: “Supongo que le habrá felicitado mucha gente porque anoche estuvo usted muy bien hablando durante la Cabalgata de Reyes en el Ayuntamiento… Pero cometió un grave error cuando dijo que el Rey Baltasar, el rey negrito, era el más querido y aclamado por grandes y chicos…”
Se produjo en silencio. Me miraba sin decir nada y le pregunté: “¿A qué se refiere? ¿Qué me quiere decir? ¿Cuál fue mi error? Y entonces sí me respondió: “No puede usted llamar negrito al Rey Baltasar, que es un rey que viene de Oriente. No le debió llamar negro porque… ¡seguro que se sintió ofendido!”
(¡Estamos buenos!... pensé para mis adentros). ¿Cómo debería haberle llamado? ¿Baltasar Tercero?, ¿El amigo de Obama?, ¿El rey oscuro?, ¿Conguito de Oriente?...
¡País! que diría Forges. Y a propósito de esto (no sé si será una “fake new”), me han dicho que los ‘Conguitos’ (esos famosos cacahuetes cubiertos de chocolate), van a desaparecer próximamente del mercado nacional como ya lo han hecho del bar del Parlament de Catalunya el pasado mes de noviembre… ¡por sus connotaciones racistas!. ¿Se dan cuenta de cómo está esto? Está claro: cada día entiendo menos.
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