Aunque la mona se vista de seda

Siempre me ha llamado la atención el abuso que muchas personas hacen de las gorras. En mi pensamiento práctico, uno lleva gorra cuando hace sol, por eso la visera, o cuando se lleva como señal de identidad; si apoyo a los Chicago Bulls, llevo una gorra, así lo esté viendo en la tele de casa. Llevar una gorra en un bar da calor, aplasta el pelo y lo ensucia. Además, a mi modo de ver, claro, pareces un poco hortera de bolera llevando gorra y comiendo en una hamburguesería.

Hemos visto esta semana como un montón de hombres trajeados le reprochaban a Zelensky su atuendo como antaño hacían las solteronas beatas cuando una chica llevaba minifalda, con histérica indignación.

     -¡Pero, como es posible que en una visita a la Casa Blanca vengas con esas pintas, hey man!, ¿are you insane?

Cuando Elon Musk apareció en el despacho oval con la consabida gorra y su hijo número 12 sentado en su cuello, nadie le afeó la conducta, tampoco cuando salió bailando o haciendo movimientos extraños con los brazos como si tuviera problemas de coordinación. Como es Elon y es listo y multimillonario aparece como le da la gana.

Política y encerronas aparte, es feo meterse con alguien por su dress code delante de miles de cámaras de televisión del mundo mundial. No nos hubiera hecho ninguna gracias que Obama hubiera mirado a un periodista y hubiera dicho sobre las hijas de Zapatero:

-       ¿Pero... este hombre donde va con estas niñas que parecen de la familia Adams?

Yolanda Daz se mosqueó la semana pasada porque le dijeron que cada día estaba más guapa, sin embargo Juanjo Marcano dijo que Pedro Sánchez estaba muy bueno y que yo sepa no hubo ninguna respuesta resentida. Que alguien me explique, por favor.

Mientras tanto la vida sigue, Jessica confiesa que le dieron dos trabajos porque sabía leer y escribir, vuelven las lluvias a Levante y esperamos con ansia viva que cada nuevo día nos traiga sus cuitas para poder hacernos más flexibles, más sabios y sobre todo...menos infelices.