Opinión

¿A quién creer?

Dicen que la pandemia nos cambió a todos. Que nos hizo despertar o reaccionar ante la casi aburrida monotonía de nuestras vidas. Para muchos fue nuestra primera pandemia, nuestro primer encierro o aislamiento que, sin darnos cuenta, dio un giro a toda nuestra sociedad llevándonos hacia un comportamiento distinto al que posiblemente, por dejadez y rutina, nos habíamos acostumbrado. La pandemia generada por el Covid-19, ese virus que hace cinco años puso en jaque al mundo, cambió nuestra forma de pensar y de vivir.

A raíz de aquello y en general, quién más y quién menos se propuso afrontar la vida de otra manera valorando mucho más su entorno familiar, el hogar, los amigos… empezando a dar prioridad a un montón de asuntos y momentos que, para muchos y hasta entonces, parecían no tener demasiada importancia. Fuimos muchos los que decidimos dar ese paso al frente. La excepción la pusieron algunos líderes mundiales muy conocidos como Vladímir Putin o Benjamín Netanyahu y algunos más que parecen disfrutar con las guerras como las que actualmente existen en Yemen, Siria, Nigeria o Sudán por citar algunas. También en esa lista habría que incluir a unos cuantos políticos, jefes y ‘mandamases’ (algunos no muy cuerdos y con escasa preparación), así como a varios millonarios -muy ricos y dueños del mundo- que también aspiran a

conquistar y a hacer suyo el espacio.

Ha pasado todo un lustro. Cumplimos cinco años desde aquél episodio llamado Covid-19 que segó muchas vidas a nivel mundial. Y además, aparte de guerras y otros conflictos, también en este tiempo transcurrido desde aquellos días del “Resistiré” a las ocho de la tarde, han sucedido otras muchas catástrofes naturales de todo tipo como han sido los terremotos, huracanes, inundaciones, incendios, atentados y accidentes… que en España y Portugal básicamente, culminan con este ya más que famoso “apagón” del que seis días después, siguen sin darnos alguna explicación convincente.

¿A quién creer? ¿Qué sucedió? ¿Qué fue lo que realmente pasó? De nuevo el pueblo llano -los ciudadanos de a pie- preguntan y quieren saber. Necesitan una respuesta clara y convincente que parece ser que aún nadie nos la puede dar porque la desconocen, no la tienen o no conviene decirla desde las más altas esferas de nuestro país. De la teoría inicial del ‘ciberataque’ apenas queda rastro a pesar de que circuló con insistencia por todas las redes sociales mientras estas funcionaron. Así Eduardo Prieto, Director de Servicios de Red Eléctrica, desmintió el presunto ‘ciberataque’ manifestando en rueda de prensa que “no hubo ningún tipo de intrusión”.

Por su parte Beatriz Corredor, Presidenta de REDEIA (Corporación de Red Eléctrica), defendió la actuación impecable que tuvo la empresa que dirige con el rápido restablecimiento del servicio eléctrico derivando la posible causa del apagón a las empresas operadoras privadas. En Villaviciosa estuvimos “sin luz” durante siete horas justas. De 12:35 h. á 19.35 h. Ante este apagón histórico en nuestro país, el Presidente del gobierno, Pedro Sánchez, manifestó que lo sucedido “no puede volver a pasar jamás” rechazando asimismo que el problema hubiera surgido a causa de las energías renovables que algunos llegaron a mencionar. El presidente achacó la responsabilidad del apagón a los operadores privados (Iberdrola, Acciona Energía, Endesa, EMP y Naturgy), a quienes convocó en la sede presidencial para exigirles respuestas urgentes ante la crisis provocada.

Y entonces y lógicamente surgió una pregunta que no se hizo esperar… ¿De quién fue la culpa? Si todo funcionó de manera impecable, si no hubo intrusión, si las energías renovables no han tenido nada que ver y si todo se resolvió en tiempo récord… ¿A quién creer? Después de todas las comparecencias con tan positivas y alentadoras palabras, te quedas con la sensación de que nadie ha tenido la culpa en este apagón que ha sufrido nuestro país y que además, ha sido el mayor de toda su historia.

El lunes 28 de abril, esta pasada semana, España ‘se quedó a oscuras’ durante horas lo que ocasionó unas pérdidas millonarias y un caos generalizado a todos los niveles como sucedió, por ejemplo, en el tráfico rodado por las ciudades al quedarse sin energía eléctrica los semáforos. Un apagón que provocó el paro de todas las actividades en colegios y universidades, comercios, centros oficiales, empresas y negocios de todo tipo…, teniendo especial incidencia y repercusión en los transportes y desplazamientos por toda la península ya que también afectó a nuestros vecinos de Portugal. Afortunadamente por lo que respecta a la Sanidad (salvo algunas excepciones), podemos decir que los hospitales, ambulatorios, centros médicos y residencias pudieron mantener su actividad.

Y cinco años después, tal y como ocurrió en la pandemia, ha sido de nuevo el pueblo español quién desde el primer instante del “apagón” ha sabido responder, comprometerse y colaborar en todo lo posible ayudando a vecinos y personas mayores… dirigiendo el tráfico en las ciudades ante la falta de semáforos… e incluso, manteniendo una imagen de naturalidad haciendo muchos kilómetros a pie tratando de llegar a sus puestos de trabajo o domicilios demostrando su madurez. Al llegar a este punto me ha venido a la cabeza la conversación telefónica que tuve ese día con Nerea -mi hija mayor- que vive en Madrid: “Ha sido toda una odisea. Tuve que desplazarme a Parla a primera hora para resolver un asunto que terminé justo cuando se fue la luz, sobre la una menos veinte de la tarde y a partir de ese momento fue totalmente imposible encontrar un medio de transporte para regresar a casa. Al final te llamo ahora justo cuando acabo de llegar. Son las once y diez de lanoche papá…”. Confieso que me quedé tranquilo al saber que ya estaba en casa aunque por un momento, llegué a sentir casi lo mismo que aquél maldito día once de marzo de 2004 cuando telefoneaba inútilmente a Madrid tratando de saber si estaban todos bien tras aquel horrible y salvaje atentado…

Aunque muchos piensan que soy madrileño la realidad es que no. Soy carbayón y asturiano. Nací en el centro de Oviedo, frente al “Tenis” y más tarde, en González Besada. En capitales como León y Madrid tuve mis siguientes domicilios, sin olvidar que durante un año también viví en Zaragoza y varios meses en Denia (Alicante)… Soy pues, al menos aparentemente, todo un “urbanita”, un tipo de ciudad… pero no es así. Cada vez me siento más de pueblo y ahora, cuando tanto se habla de “La España vaciada”, doy gracias al cielo por haber olvidado las prisas, el tráfico, las sirenas y el hormigón de la gran ciudad para descubrir lo maravilloso que es sentirte un simple vecino y paisano de un pueblo. El próximo día 20 de este mes de mayo se cumplirán 42 años del regreso a mi Asturias del alma, algo que desde mi llegada, ya no cambio por nada.

En San Martin del Mar (Villaviciosa), en el pueblo, la pandemia y todo aquél encierro motivados por el Covid se vivieron con tranquilidad, paz y sosiego respirando el aire puro que tenemos estando en pleno contacto con la naturaleza. Aquí no hay ascensores ni tampoco como muchos en la pandemia echamos de menos un balcón o una terraza. En 2020, a las ocho de la tarde, los de casa nos reuníamos debajo de la ‘panera’ esperando que Juan y Carmen nos pusieran desde su casa y “a todo volumen” el famoso ‘himno’ de Ramón Arcusa y Manuel de la Calva, del Dúo Dinámico. Viviendo en el pueblo podíamos hacer ejercicio, caminar o pasar el cortacésped, tener gallinas y una pequeña huerta en la que plantar tomates, lechugas y ¡mil cosas más! Como si no existiese pandemia alguna.

Ahora nos ha sorprendido un apagón histórico y les puedo asegurar que las siete horas de duración que tuvo aquí las vivimos con paz, serenidad, confianza y sin perder la ilusión al estar en un sitio maravilloso como es este pueblo con la autopista muy próxima que te lleva a cualquier lugar. ¿A quién creer? Lo tienen fácil: A mí. A mí que ya no tengo abuela y les prometo que tampoco soy hedonista… Aunque sólo sea para vivir de otra forma y con otro espíritu las pandemias, apagones y estas crisis que se producen cada cierto tiempo, yo les recomiendo que -aunque sólo sea por esta vez- deben hacerme caso y creer en mí.

De la “España vaciada”, nada de nada. Vivan en un pueblo y seguro que van a ser mucho más felices. Se lo recomienda y aconseja de corazón este antiguo ‘urbanita’.

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