Opinión

La nueva esclavitud

No me suena que la palabra esclavitud apareciese por algún lado en la parte final de la creación cuando Adán y Eva ya retozaban por el paraíso terrenal. Un paraíso que, aunque tuviese seductoras y pecadoras manzanas, estoy seguro de que no era el nuestro. Posiblemente para encontrar la palabra esclavitud tendríamos que avanzar en el tiempo y llegar al antiguo Egipto o quién sabe si a Grecia y al imperio romano de aquella poderosa Italia. 

Las superproducciones cinematográficas del llamado séptimo arte fueron las que me enseñaron lo que era la esclavitud con películas largas e inolvidables como “Los Diez Mandamientos” de 1956 dónde un joven Charlton Heston trabajaba en el desierto egipcio construyendo las pirámides que había ordenado el faraón Ramsés, interpretado por el primer actor calvo y famoso de la historia del cine como fue el ruso Yul Brinner. Ver sufrir a los judíos a base de humillaciones, hambre, sed y muchos latigazos me dejó ciertamente impresionado cuando tenía nueve años. Ser esclavo era horrible. 

En 1959 y gracias a otro gran film como fue “Ben-Hur” (del que tuve colección de cromos), también conocí el sufrimiento, cansancio y dolor de los esclavos encadenados que remaban en galeras. De nuevo Charlton Heston realizó una interpretación magistral en la que, sin duda, sería la mejor época de su vida artística pues a esas dos grandes películas habría que añadir otra como fue “El Cid” en 1961. También triunfaría con “El Planeta de los Simios” en 1968.

Aquella sociedad del antiguo Egipto necesitaba de la esclavitud para avanzar y crecer. Esclavos y esclavas eran privados de derechos y libertad siendo considerados personas “con dueño, amo y patrón” que les obligaba a trabajar y estar siempre sometidas a su voluntad. Pero no nos engañemos. A lo largo de la historia, la esclavitud siempre ha estado presente y creo que también lo está en nuestros días aunque se muestre muy distinta a la de aquellos tiempos.

Musulmanes y portugueses habían destacado en la compra-venta de esclavos hasta que América se hizo con el macabro liderazgo de la esclavitud al importar miles de africanos destinados a trabajar en las minas y plantaciones de cacao, algodón, café, tabaco y azúcar.

La nueva esclavitud es toda una realidad y casi me atrevería a decir que, hasta legislada. En esto coinciden varios amigos de Villaviciosa con los que he hablado y que básicamente están de acuerdo conmigo. Pero para profundizar en el tema nada mejor que aplicarnos la vieja y humorística teoría de aquél asesino en serie conocido como Jack “El Destripador” que, al parecer, siempre iniciaba su sanguinario ritual diciendo: “Vayamos por partes…”.

Los antecedentes de lo que quiero contarles se remontan al mes de febrero de 2022 cuando Rusia inició el conflicto bélico contra su ex y vecina Ucrania obligando a la rápida salida y desplazamiento de muchas personas (en su mayoría mujeres y niños). Doce de ellas cansadas y asustadas, aparecieron una tarde por nuestra casa en San Martín del Mar, en Villaviciosa.

Llegaban desde la frontera con Polonia después de un largo viaje en tres furgones asturianos que previamente habían viajado hasta su país con ayuda humanitaria. En vez de regresar de vacío se ofrecieron para traer a España a estas mujeres y niños que huían de la guerra con lo puesto y sin equipaje alguno, dejando además en Kiev y Mykolaiv a buena parte de los suyos.

Ángeles Berros -propietaria del Hotel Rural Alavera- ofreció la instalación para acoger a las ocho mujeres y los cuatro menores que les acompañaban. Todos vivieron con nosotros durante tres meses hasta que tres de ellas y un niño decidieron regresar a Ucrania -al ojo del huracán- como les dije con temor. Pero el amor por los suyos pudo más que la paz de San Martín del Mar. El resto encontró trabajo, colegio y casa en la Villa y son unas vecinas más…

En 2024, dos años más tarde, nos tocó vivir una nueva historia con cierta similitud al tener también, un fondo social y muy humano. Desde un país sudamericano una amiga nos pidió que recogiésemos a su hija que había volado hasta a España para incorporarse a un trabajo en Cataluña que luego resultó ser un fiasco peligroso. Ante la gran preocupación de la madre por su hija ni que decir tiene que no lo dudamos y nos pusimos en marcha realizando un viaje relámpago por carretera -de ida y vuelta ‘non stop’- llegando a casa con Mariana en menos de veinte horas.

Nuestra “niña” paraguaya era una joven guapa que cumpliría veinte años pocos días después. Era tímida y hablaba poco y muy bajito. Había iniciado estudios de Enfermería en su país llegando a España con la misma intención que años atrás lo había hecho su madre: tratando de encontrar un trabajo honesto que le permitiese mejorar la situación económica de su familia que se encontraba a casi 9.300 kilómetros de aquí.

Varios meses después llegaría Thiago, el joven novio que la amaba y que era tres años mayor que ella. Fue entonces cuando nos empezamos a dar cuenta de lo difícil y complicada que podía ser su situación y no por culpa de ellos. Digamos que a causa del “sistema legal” que tenemos para acceder a un empleo. Las ofertas de trabajo surgían en Gijón y ello les obligaba a buscar un lugar para vivir allí dependiendo tan solo de unos pocos ingresos que no alcanzaban para asumir el alquiler de una habitación y los gastos cotidianos.  

Igual que los españoles que emigraron a otro país en busca de un futuro mejor, nuestros protagonistas habían hecho lo mismo pero, a diferencia del grupo ucraniano, Mariana y Thiago no venían huyendo de ninguna guerra y esta comenzaría al poco tiempo por “carecer de papeles”. 

No son subsaharianos. No han cruzado el Estrecho ni han llegado en patera pero sí han atravesado el Atlántico tras comprar unos pasajes de avión gracias a su trabajo y a sus familias, lo que les permitió reunir la “plata” necesaria para emprender viaje hasta Asturias con la documentación en regla de su país. Vinieron como turistas pensando en trabajar legalmente y pese a estar empadronados desde su llegada, la falta de “papeles” no se lo permite. 

Todos sabemos que Asturias y el resto de España precisan en estos momentos de “mano de obra” en sectores fundamentales para nuestra economía. Hacen falta trabajadores -que no “esclavos” mal remunerados- para cubrir los puestos en los que asturianos y españoles “no queremos trabajar” como ocurre en la hostelería -por citar un ejemplo- donde faltan cocineros, camareros o escanciadores de sidra. Esta necesidad podría unirse a la de otros muchos oficios como fontanería, calderería, electricidad, conductores, etc. 

La falta de “papeles” propicia un continuo abuso y explotación de quienes trabajan para gente que no tiene ética ni escrúpulos. Saben de la situación irregular en la que se encuentran estos trabajadores y están convencidos de que no les denunciarán si no pagan o incumplen lo pactado. Mientras ellos siguen facturando y fomentando la economía sumergida que tiene el país.

Estamos convencidos de que el Gobierno de la nación es perfecto conocedor de todo esto y mira hacia otro lado como si la cosa no fuese con él. ¿Trabajo o papeles? Y a propósito de la economía sumergida me viene a la cabeza aquello de “Qué fue primero ¿el huevo o la gallina?” ¿Papeles o trabajo?

España no concede el Permiso de Residencia y Trabajo hasta que el migrante no cumpla dos años viviendo en nuestro país. Y preguntamos a nuestros políticos: Entonces… ¿De qué viven, comen y se visten esas personas durante ese tiempo? ¿De Cáritas y Cruz Roja? ¿De los Mensajeros de la Paz del Padre Ángel o de la ONG de José Andrés, el gran chef de Mieres?

Nuestras ucranianas y sus pequeños llegaban de un país en guerra y tal vez por eso, la tramitación de sus expedientes se solucionó muy rápidamente. Todo el mundo se volcó con un pueblo que tiene en su bandera los mismos colores (azul y amarillo), que la de Asturias. Si todos somos iguales ante la ley y sin querer crear polémica alguna me temo que no se ha tratado de la misma manera a unos y a otros. 

Actualmente existen muchos colectivos y empresas que no encuentran personal para desarrollar su actividad y a través de diferentes organizaciones se ha instado a las autoridades para que haya una cierta permisibilidad para poder cubrir esos puestos con personas extranjeras que quieren integrarse en nuestra sociedad.

Una última duda… ¿Existirán en España migrantes de primera y migrantes de segunda? Gobierno y Ministerios correspondientes deberían buscar una solución para resolver este asunto tan importante. Todos sabemos que son muchos los “sin papeles” que están trabajando por poca “plata”, explotados y sin posibilidad de queja alguna pues al conocer su falta de documentación oficial que hace que su situación en nuestro país sea considerada como irregular. Y muchos se aprovechan de ello. ¿Será esta la nueva esclavitud del siglo XXI?

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